Por Mar Abad para Yorokobu

Faltaban diez años para que un francotirador asestara un tiro en la cabeza a Martin Luther King. Era 1958. El pastor bautista había emprendido el camino que lo convertiría en uno de los grandes líderes de la lucha no violenta por los derechos civiles y, a la vez, lo llevaría a la tumba de un balazo. El teólogo arrastraba con él un corazón que, a los 39 años, estaba tan desgastado como el de un hombre de 60. Lo descubrieron al hacerle la autopsia, según su biógrafo Taylor Branch. Pocas vísceras hubieran aguantado mejor que la suya 13 años de intensa angustia, emoción, frustración y verse en medio de otros tantos atentados fallidos.

Aquel año, el pacifista Alfred Hassler, admirado por la valentía del pastor bautista, decidió que daría a conocer lo que Luther King estaba haciendo en la ciudad de Montgomery, (Alabama, EEUU) y su filosofía de combatir la injusticia usando el amor y el perdón en vez de la revancha y el odio.

Hassler estaba decidido a que la palabra de Luther King llegara lejos. Mucho más allá de lo que se alzaba su voz en el púlpito. El que más tarde se convertiría en líder de la Hermandad de la Reconciliación pensó que había que presentar al religioso en un cómic. Por aquel entonces resultaba sorprendente hablar de los asuntos de la fe y la lucha social en una serie de dibujos, pero este periodista, que ya había escrito varios libros antibélicos, estaba convencido de que lo tenía que hacer así.

En una carpeta metió varias hojas con sus ideas, un título: ‘La historia de Montgomery’, y un subtítulo: ‘Cómo 50.000 negros vaciaron los autobuses en una huelga contra Jim Crow’, y salió hacia los estudios Al Capp. Allí habló a los dibujantes de ese teólogo que se estaba dejando la piel por que los autobuses no se partieran en un frontal lleno de blancos y una culata atiborrada de negros. Por que los negros, cuando estaban sentados en la zona de negros, no tuvieran que ceder su sitio a un blanco.

Eso fue lo que desató la mecha. El primer día de diciembre de 1955, en un ómnibus que viajaba por Montgomery, una mujer negra estaba sentada en la zona de negros. Rosa Parks estaba cansada, como cualquiera que ha pasado todo el día trabajando. De pronto, alguien llamó su atención. Le pidió que se levantara y cediera el sitio a otra persona. A un blanco.

Parks se negó. Los blancos se echaron las manos a la cabeza. Llamaron a la policía y los agentes la detuvieron.

El pastor bautista, al conocer la noticia, no pudo dormir. Nunca más podría pegar ojo mientras siguieran produciéndose esos abusos. Había que hacer algo. Había que protestar. Protestar sin armas. Empezarían por una huelga. Ningún negro volvería a montar en un autobús si su color de piel seguía siendo el billete a la segunda categoría.

Alfred Hassler no tenía dinero. Pero su historia era tan poderosa que convenció a los dibujantes para que hicieran la obra sin mediar un solo dólar. El cómic Martin Luther King y la historia de Montgomery enseñó, en los años 50 y 60, a miles de estadounidenses cómo nació el movimiento de la no violencia a favor de los derechos civiles.

Medio siglo después el tebeo sigue vivo. Hoy se puede leer en varios idiomas. Entre ellos, el árabe. En 2003 y 2004 lo tradujeron a esa lengua y, según Open Culture, ha pasado por las manos de muchas personas que en la Primavera Árabe querían hacer la revolución mediante la lucha no violenta.

«En Montgomery (Alabama, EEUU), 50.000 negros hallaron la manera de trabajar para la libertad sin violencia y sin odio».

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«La gente de color vive asustada. Yo, también. Uno nunca sabe lo que va a pasar».

comic martin luther king

Un día detuvieron a Rosa Parks por no ceder su asiento a un blanco en un autobús. Esa noche, Martin Luther King no pudo dormir.
—Nos obligan a levantar si algún blanco quiere nuestro asiento.
Al día siguiente convocaron una protesta.

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El 5 de diciembre de 1955 todos los negros caminaron. Ninguno tomó el autobús.
El grupo nombró a Martin Luther King como su dirigente y el pastor de la Iglesia bautista dijo:
—Esta es una protesta no violenta, en contra de la injusticia. Nuestras armas son las fuerzas morales y espirituales. El amor para todos es el lema para nosotros.

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Empezaron a caminar por la libertad. «De día, caminábamos. De noche, celebrábamos reuniones de oración».

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Un mes después atacaron la casa del pastor. Nadie salió dañado, pero era un aviso. Los violentos no aceptan la paz. Martin Luther King calmó a los suyos: «Por favor, no hagan disparates. Amemos a nuestros enemigos. Lo que hacemos es justicia».

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Ellos trataban de amar a sus enemigos. Sus enemigos los odiaban cada vez más. Arrestaron a 93 personas e incluso muchos de ellos se entregaron sin que los buscaran.

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Por fin, un día, la Corte Suprema declaró ilegal la segregación en los autobuses. Los negros y los blancos tenían el mismo derecho a ocupar cualquier asiento. Incluso a poder sentarse. Antes, los negros tenían que ceder siempre el asiento a los blancos. Pero no fue fácil. La pérdida de privilegios levantó las iras de muchos. Gritaron, pegaron e incluso dispararon.

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Los hombres del Ku Klux Klan se escondieron bajo sus trajes fantasmales y salieron a incendiar un futuro que les arrebataba sus abusos y privilegios. La violencia estaba hundiendo Montgomery. La situación era insostenible y las autoridades acabaron cediendo.

—De acuerdo. La ley está con ellos— dijo un blanco.

—El amor y la no violencia aumentan. Y yo he tirado mi revólver. Es muy pesado para mí— dijo un negro.

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Aquella marcha no violenta no fue la primera. Martin Luther King seguía los pasos de Gandhi. El líder que también pedía la no violencia consiguió liberar de los colonizadores británicos a un país de 300 millones de personas.

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La violencia de los británicos acabó derrotándolos a ellos mismos. Ellos encarcelaban y fusilaban a indios que no mostraban resistencia. Las escenas eran tan despiadadas que tuvieron que abandonar aquella lucha desproporcionada. Así se independizó la India.

—No fue fácil— dijo Luther King. —Llevó años de lucha no violenta. Costó muchas horas de oración y sufrimiento. Los hindúes fueron fusilados y castigados, pero jamás derrotados. Además de su libertad, ganaron el respeto y la amistad de los británicos. He aquí lo interesante en cuanto a la no violencia. Nadie queda derrotado. Todos comparten victoria.

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Las últimas páginas del cómic muestran el ‘método Montgomery’ de la no violencia. Lo más importante es dejar de ver al enemigo como ‘enemigo’. Es otro ser humano y, por eso, hay que tratar de comprenderle y tener compasión.

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Una persona puede tratar mal a otra porque le tiene miedo. La forma de combatirlo, según el método Montgomery, es mostrar amor al enemigo. Así le quitará la razón de su temor y será más difícil que le siga odiando.

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«Convénzanse de que pueden hacer frente a cualquier oposición sin pelear, sin huir y sin odiar».

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