Con motivo del segundo aniversario de la muerte de 15 inmigrantes en la Playa del Tarajal en Ceuta, el 6 de febrero de 2014, desde esta Agencia, queremos rendir un homenaje a quienes se juegan la vida cada día, en diferentes partes del planeta por buscar una vida mejor. Y lo haremos a través de esta entrevista a Mahmud Traoré, que consiguió saltar la valla de Ceuta el 29 de septiembre de 2005.
Aquellas quince muertes se produjeron al intentar llegar a suelo español. Algunos otros inmigrantes responsabilizaron a la Guardia Civil española porque, se supone, que dispararon balas de fuego. Otros hablan de que se utilizaron materiales antidisturbios contra los inmigrantes que, sin saber nadar, intentaban llegar a tierra. En todo caso, parece que los guardias civiles presentes no hicieron nada para salvarlos.
El caso es grave porque finalmente ha terminado archivado sin que se hayan depurado responsabilidades. Pero, muchos nos seguimos preguntando quién dio la orden de usar pelotas de goma contra quienes intentaban llegar a tierra; o por qué se devolvieron allí mismo a Marruecos a los que consiguieron llegar vivos; también si hubo presiones para que se archivara el caso… En definitiva, entendemos que hubo responsables y que es fundamental que el caso se aclare.
Decíamos que queremos rendir un homenaje a todos los migrantes, y lo hacemos a través de la historia de Mahmud Traoré, uno de los inmigrantes que consiguió saltar la valla de Ceuta en septiembre de 2005, una de las vallas de la vergüenza, que separan a Europa de África. Vallas que se multiplican y que, a este paso, conseguirán convertir a la vieja Europa en una gran cárcel.
Traoré cuenta su experiencia en un libro “Partir para contar”, en el que desgrana los tres años y medio, que pasaron desde que salió de su Dakar natal hasta que llegó a suelo español, donde hoy reside.
Muchos no han tenido la fortuna de este senegalés, y para todos ellos va también nuestro recuerdo, incluidos los miles de inmigrantes que en los últimos meses tratan de llegar a tierras europeas en condiciones y con un trato por parte de las autoridades europeas pésimos.
En todo caso, merece la pena escuchar o leer la historia de Mahmud para conocer más de cerca algunas de las razones que mueven a tantos jóvenes a jugarse la vida, las penurias que pasan estos valientes, la solidaridad que se desarrolla entre ellos, la capacidad de positivizar cualquier situación… En definitiva, vale la pena conocer esta “aventura”.
Queremos agradecer también la cesión desinteresada de esta entrevista al diario digital Ceuta Actualidad.
Patricia Harpigny (redactora)
Cristian Marfil (videógrafo)
Antonio Sempere (fotógrafo)
Transcripción y traducciones: Pressenza IPA
Entrevista transcrita
Mahmud Traoré es uno de los 163 inmigrantes, que el 29 de septiembre de 2005 consiguió entrar en la ciudad de Ceuta (España). Junto a él, lo intentaron otros 500 compañeros, 6 perdieron la vida en el intento de buscar una vida mejor.
Hoy Ceuta Actualidad tiene el honor de poder charlar con uno de los protagonistas de aquel 29 de septiembre de 2005, una de las entradas más masivas que se recuerdan en la ciudad y, como decía, tenemos a Mahmud Traoré. Bienvenido de nuevo a Ceuta,
Gracias
La primera pregunta es obligada. Consigues pasar la valla en 2005, pero ¿Cuándo sales de tu país, Senegal, y por qué decides abandonarlo?
Es muy buena pregunta porque se habla de la inmigración sin saber por qué la gente sale. Yo salí en 2002 de la capital, Dakar, donde estaba aprendiendo carpintería y llegué en septiembre de 2005. Tres años y medio de viaje. Entré el 29 de septiembre de 2005.
Los motivos de salir en mi caso, en primer lugar, es que considero que tengo derecho de migrar. Y hay circunstancias, además, personales. Hablo personalmente porque cada uno tiene sus circunstancias. Yo siempre digo que no puedo hablar por todos los africanos porque hay muchos, África es grande y somos muchos, que nos encontramos por el camino y que compartimos la aventura del camino hasta llegar aquí, a Europa.
El motivo de salir es que, yo nací en el sur de Senegal, casi pegado a Guinea Conakry, y nuestras familias son ganaderos y agricultores; trabajamos cuatro meses al año y con ello hemos de sobrevivir todo el año.
Llegó un momento en el que, con el cultivo de algodón, no nos podíamos mantener. Mis abuelos, por ejemplo, sí podían. Pero ya en nuestra generación, no. Entró el comercio y comenzó lo que llamamos en francés la”maracher” y empezamos a tener problemas de comida. Las grandes compañías comenzaron a invertir allí porque es una zona muy rica, y la gente casi se olvidó de cultivar lo que es la base de la alimentación de nuestro país.
¿Qué ocurre? Que allí, si te falla un año la cosecha, significa que tienes que pedir una hipoteca porque te dan la semilla y los materiales a crédito; si un invierno no te va bien, las mismas hipotecas con las que tenemos problemas en España y que producen la crisis, las mismas las teníamos los niños.
Y la base de la familia allí son los niños, es distinto a aquí, donde tener muchos niños se considera exagerado, te dicen por qué tener tantos niños si no tenemos posibilidades de mantenerlos. Allí, cuantos más niños tienes, más fortuna tienes, porque más trabajadores tienes en tu casa. En la familia, el trabajo se reparte entre todos. Y yo veía, cuando murió mi padre, que a mi madre le costaba cada vez más pagar mis estudios, tenía que ir a la ciudad y eso ya era una ruina. De hecho, dejé los estudios sin pensármelo y entré en un taller de carpintería; algo que decepcionó mucho a mi madre. Para ella, no era normal que yo dejara los estudios cuando estaba haciendo todo para apoyarme, pero el problema es que yo no veía futuro porque era una inversión para ser funcionario en Senegal, y en África en general, y yo no veía porque veía hermanos mucho más inteligentes que yo, que llegando a la universidad de Dakar terminaban en el supermercado, cargando cosas, trabajando como esclavos. Y yo, viendo esto me dije, me pongo a trabajar, aprendo una profesión, y con una profesión puedo llegar a ganar dinero. Es verdad que funcionó un tiempo en la carpintería, teníamos propinas, pero los pescadores a quienes vendíamos, que eran los clientes de Dakar, que son una clase social un poquito más elevada económicamente, a esa gente la industria europea y japonesa empezaron a arruinarla. Salían con el cayuco a pescar y volvían sin peces. Y ya no compraban nuestros muebles, y si no había trabajo, no cobraba… y fue cuando empecé a pensar en salir de mi país para ir a la aventura a Costa de Marfil. Todavía no había pensado en Europa.
Sí, tú me comentabas que tu opción no era venir a Europa. Tú tenías ahí tu familia, tu madre y, en un principio, pensabas en buscarte la vida pero cerca de casa, como están pasando ahora a muchos españoles, que se van a trabajar a Alemania, Inglaterra… Tu objetivo no era Europa, pero ¿Cómo terminas aquí?
La aventura entre países de África sur-sur es mayor de la que se produce hacia el norte de Europa. Parece que estamos invadiendo Europa y es algo que siempre he negado, porque la mayoría emigra más al sur pero, claro, las circunstancias de los países influyen. En aquel momento algunos países, sobre todo en África del oeste, tenían conflictos.
Íbamos a Costa de Marfil y cuando llegamos a Mali, a Bamako, allí te empiezan a orientar. Allí hay muchos caminos, y ahí encontramos a la gente que ya comenzó a orientarnos. En Bamako hay mucha gente que está sobreviviendo, antiguos inmigrantes de diferentes países que han viajado a muchas partes de África, que han intentado ir a Europa, y vuelven fracasados, y antes de volver a sus países prefieren quedarse ahí, en la estación. Y se dedican a vender su experiencia, comienza el regateo, y tú compras según las posibilidades que tienes.
Entonces, era cuando Costa de Marfil estaba en guerra. Entonces nos dijeron, “olvidaros de Costa de Marfil porque hay una guerra pero hay otras opciones. Aquí hay autobuses que a Lagos, en Nigeria, a Gabón, a Guinea Ecuatorial y a Libia”.
Cada vez más lejos de casa…
Sí, algo que no habíamos imaginado. Te van presentando opciones y, en función de la persona que te lo dice, tu vas eligiendo. Entonces fue cuando nos dijeron de que en Libia había más trabajo.
¿Fuiste y trabajaste o cuál fue tu aventura allí?
En Libia, es cierto, que es donde más trabajo hay; hay más trabajo que en Europa, donde vivo. Pero en Libia, la vida de un subsahariano es arriesgada porque la época que estuve en Libia, en 2003, Irak estaba en guerra y recuerdo perfectamente cuando detuvieron a Sadam Hussein, nosotros estábamos en el guetho, y al día siguiente mi jefe que era iraní estaba supercontento, pero en las calles todos los negros teníamos sensación de ataque; era como si estuviéramos felices de que capturaran a un árabe cuando realmente nosotros no teníamos nada que ver; porque si os fijáis, acusan a cualquier subsahariano porque no hay justicia para nosotros, hay un racismo tremendo, por eso tomé la decisión de huir de Libia. Es un sitio donde no se puede vivir pero sí hay trabajo.
Pero fueron tres años. ¿Cuál es el siguiente paso, que cuentas en tu aventura?. Ya nos vamos acercando cada vez más al norte de África, ¿Cuál fue tu siguiente parada?
La siguiente fue la frontera entre Argelia y Marruecos, especialmente en Argelia, donde estuve varios meses. Allí había posibilidades de trabajo pero, como me sobraba dinero en este momento…
¿Te sobraba dinero?
Sí, por haber trabajado en Libia, hablo de dinero que me pertenecía a mí solo. Pero, como te decía, hay una solidaridad tremenda en ese camino, y ese dinero que tenía, tenía que aportarlo para ayudar a otros compañeros.
Al final, sois una gran familia, todos estáis fuera de casa, solos, tenéis un objetivo común que es “buscaros la vida”, y os ayudáis entre unos y otros…
Es lo que te digo, que el camino no puede hacerlo una persona sola, tienes que hacerlo con otros compañeros. Y yo veía que otros no tenían dinero, y dije yo pongo el dinero, compramos un billete y vamos hacia este destino, porque cuando salimos de Libia, ya teníamos información de las vallas de Ceuta y Melilla. Y, como somos todos jóvenes y confiamos en nuestro físico, decidimos venir a la valla y saltarla. Atravesamos Argelia y esto nos salía más barato porque no teníamos dinero. Lo hicimos por Oujda y Belliunes (Marruecos). He saltado, me han devuelto a la frontera y volvía andando.
La polémica que está ahora, de las “devoluciones en caliente», a ti te pasó dos veces. Dos veces cruzaste y dos veces te devolvieron
Me devolvían. Parece una cosa nueva pero no lo es porque yo lo he vivido. Y eso ya hace casi 10 años y, antes, ya había compañeros que lo habían vivido también.
Y ¿cómo vive uno cuando salta la valla y pone los pies en suelo español?, Tal vez piensas, “bueno mi viaje ya ha llegado a su fin”… pero te devuelven y vuelves al punto de partida, ¿Qué siente uno en ese momento?
Son decepciones y te surgen imágenes negativas, te planteas “a lo mejor no estoy destinado a entrar”, pero como te dije, está la fortuna de la solidaridad y la comunión entre nosotros; entonces te explican que eso puede pasar y te hacen creer que la próxima vez vas a pasar. De hecho, muchas veces nos gastamos bromas porque no hay otra manera, no podemos llorar, no hay nadie que nos apoye cuando lloramos, entonces, lo convertimos en una broma y decimos que “fulanito” ha ido a la Meca. Entonces, como cuando has ido a la Meca, tu has ido y vuelves con fuerza y con suerte. Nos decimos esto y damos la vuelta a la situación. En lugar de decir “qué mala suerte”, decimos “tú has ido, ahora verás como tendrás suerte”.
Es intentar sonreír a una vida que no siempre te muestra esa sonrisa. Buscar el lado positivo…
Buscar el lado positivo, para animar a las personas. A mí me ha pasado igual, que cuando me repatriaron y volví al poco tiempo, murió mi madre y entonces mis compañeros estaban todo el rato cerca de mí, entonces yo iba a Belliunes…
Aprovecho para agradecer a la población pobre marroquí, quienes son muy solidarios con nosotros, a quienes todo el día estamos llamando a la puerta y gracias a ellos podemos sobrevivir. Es verdad que saltamos y, al otro lado, todo el mundo tiene una mirada negativa hacia África del Norte, pero gracias a esa población hoy nosotros estamos sobreviviendo en Europa. Es difícil pero hay que acordarse de eso, es algo maravilloso que hemos vivido. Otra cosa es la presión de las autoridades que tenemos encima.
Sí, se habla mucho de las actuaciones de la policía marroquí
Eso no tiene nada que ver con la población civil marroquí. Eso es lo que digo, en la Alameda de Sevilla, donde vivo ahora, con mis compañeros, mi equipo de fútbol, somos marroquíes, senegaleses, y de un montón de países, pero ya formamos una familia de inmigrantes. Ya somos africanos, ya no somos personas que estamos en Marruecos para poder saltar. Pero quiero insistir en eso, aprovecho para agradecer a esa población, que sepan que no hay nada en contra pero la presión policial hacía que nosotros tuviéramos que saltar la valla.
Explico por qué digo presión. Teníamos puestos militares en tres puntos, que son las salidas para buscar comida. Teníamos que salir clandestinamente para pedir a esa buena gente que compartía su comida pero, llegó un momento, en que ya no podíamos ir a buscar comida porque teníamos controles militares de un lado a otro. Ellos están haciendo su servicio pero para nosotros la montaña se convirtió en una cárcel, y la única opción que teníamos era decir “vamos a saltar la valla porque no hemos venido para estar aquí; la otra opción es que si no nos quieren, que nos repatríen, porque lo que nos produce miedo es cruzar el desierto de nuevo”.
Se habla mucho de los 15 muertos de Tarajal pero, según mi opinión, hay muchos más cadáveres cruzando el desierto que en esa valla (Playa de Tarajal – Ceuta) . Entonces, a una persona que ha escapado, cruzando ese desierto, no se le ocurre pensar en volver a cruzarlo.
Volvemos al 29 de septiembre de 2005, las tres de la madrugada, ¿Cómo fue esa noche? Estabais esa familia que, al final, creáis y ¿en qué momento de ese día decidís que a las tres de la mañana os organizáis y, entre 500 y 600 de los compañeros que estáis en el monte decidís saltar. ¿Cómo es ese momento, quién os organiza, cómo lo preparáis?
Fue un conflicto muy grande. Han llegado las tres, bueno las dos de la mañana, lo recuerdo bien, y hay un conflicto muy grande, porque no hay organización. Yo digo que es la sensación de gente decidida… pero había gente que está en contra, ¿cuál es la gente que está en contra? La gente que ha invertido su dinero, que está esperando turnos para ir en comboys que han pagado…
Y enfrente tienen a otros que no tienen esa esperanza, que no tienen a nadie. Y es esa gente quien ha decidido que irá, que saltará. Entonces, han comenzado los conflictos entre unos y otros, hay gente que dice “no os vayáis” y otros “vayámonos”.
Entonces, salimos a las ocho…, empezamos a salir los decididos a las 8 de la mañana, no a las ocho de la tarde, y como no somos suficientes, pasa como en la familia, uno dice, “oye, espera, que yo voy a llamar a mi amigo para que se venga”, y él tiene miedo porque sabe lo que nos espera en la valla. Nos esperan palizas, nos espera cualquier cosa, y sabemos que las cuchillas están ahí. Y todos esos argumentos son porque tú sabes que vas a atacar a tu enemigo, y tú sabes que si alguien ataca a su enemigo, ha de estar bien preparado y, como no estábamos bien preparados, la gente tenía miedo.
Cada uno teníamos grupos, yo recuerdo bien que cuando salimos éramos unas 60 o 100 personas, que estábamos sentados empezando a hablar, “somos cien, estamos aquí y vamos a ir, pero sin miedo, no pasa nada” y cada vez llegaba más gente. Otros decían que “no va a funcionar”, así… fue llegando gente y llegó un momento, en que dijimos, “estamos aquí y, de pronto, nos van a descubrir, nos van a oír… venga, vamos adelante”. Y hemos tirado hacia delante sin saber cuántas personas éramos pero allí había muchas cabezas, pobres y también gente que había puesto su dinero pero que decía “si va todo el mundo, yo también, voy porque venimos para llegar a Europa”, no hay nadie que quiere vivir en el monte.
¿Tú pagaste a alguien para cruzar, para saltar la valla, para que alguien te ayudara?
No tenía ni un euro. El dinero que yo tenía era un dinero regalado por la población civil marroquí, esos pobres que yo he encontrado. No tenía dinero. Si hubiera tenido dinero, tal vez me hubiera ido en una patera antes, no hubiera esta casi un año allí.
Durante este tiempo, has hablado del miedo a saltar, de palizas, no sé si a ti te han pegado…
A mí afortunadamente no, porque cuando salté, tenía cara de bebé. De hecho, me miraban y me preguntaban por la edad, yo decía mi edad, y me miraban como diciendo tú no tienes esa edad, es mentira. Como decía, he tenido suerte en ese sentido.
Ya hemos llegado a la noche del 29 de septiembre, ya saltas, consigues pisar suelo español, ves a la Guardia Civil, ¿qué pasa, alguien te explica algo? ¿Cómo son esas primeras horas con ese sueño medio cumplido?
Es el sueño del paraíso, aunque te parece mentira. Es la primera vez que tú duermes con luz, la primera vez que comienzas a hablar con gente, que comes una comida caliente… eso para nosotros es un paso muy grande. De hecho, al día siguiente, te dicen, “tú estás súper contento, feliz” Sí, claro, porque si tú llevas muchos años en un monte y, de pronto, llegas a un sitio, que te representas como un paraíso ¿Qué vas a decir? .
Después te das cuenta de que te faltan bastantes cosas, pero la mayoría, cuando llega aquí lo primero que siente es alegría, y al día siguiente va a buscar información y aunque esté herido, se mueve, porque es el sueño, y va a llamar a la familia para decirle “al final me he salvado y estoy vivo”
Comentabas que te enteraste del fallecimiento de tu madre estando en el monte, ¿Tenéis contacto con la familia? En tu caso, durante esos tres años, podías hablar con cierta regularidad con tu familia y supongo que cuando les llamaste para decirles “estoy aquí”, supongo que respiraron tranquilos.
Fueron mis paisanos. Como te dije, yo en ese momento no tenía dinero y no podía llamar. Entonces, fueron los paisanos que nos vieron por la televisión y llamaron. Y sobre los que mueren evidentemente, llaman a las familias para avisar. Y también son las mismas familias preocupadas las que llaman a los que están en la península para preguntar, “¿sabes algo de tal persona?” “Sí, sí, la hemos visto, ha entrado”.
Es la gran familia de la que hablabas…
Sí, sí, es la gran familia. Sobre todo, los que son compañeros, aunque no sean de tu país, pero ya están en la península, es la primera cosa que hacen, llaman porque saben que están preocupados y tienen el contacto de tu familia.
De hecho, a mí, al día siguiente de llegar aquí, había llamado a Paula un amigo que era guineano, preguntando que si él podía mandar un poco de dinero, hacer una transferencia a Paula para que yo pudiera comprarme un pantalón … es la gran familia.
Esa noche de esa entrada masiva, cinco de los que lo intentaron perdieron la vida, tenían disparos de bala ¿Cómo se afronta que se quedaran en el camino? Es el peligro del que hablabas, de encontrar a la policía que defiende al final al país, ¿Cómo se afronta que matasen, en este caso, a dos compañeros?
Yo crucé de los primeros, no puedo decir que los tuviera enfrente mío, sino que luego fui encontrando informaciones.
Entonces, cuando vuelves, como yo ahora he vuelto a Senegal, donde te encuentras con tu familia y vas preguntando y te encuentras con familias de víctimas y tú ves con qué tristeza te miran y te dices, “me podía haber tocado a mí”. Es triste ver que alguno que tu conocías… pero bueno, son cosas de la vida y de la aventura.
Han pasado ya diez años prácticamente, ahora vives en Sevilla, trabajas allí, tienes una vida totalmente nueva. Yo no sé si la vida que llevas ahora es la vida que imaginabas cuando saliste en el 2002 de tu casa.
No, realmente no es el paraíso que yo me esperaba, pero yo agradezco mucho mi vida porque es el camino, porque he sufrido mucho, pero también he aprendido mucho y me ha servido bastante. Por eso te digo que yo no puedo decir a alguien que no venga, yo le puedo decir “prepárate porque el camino es difícil”.
¿Te ha merecido la pena todo ese sufrimiento, toda esa aventura?
Es una pregunta muy difícil. Por un lado, sí, y por otra parte, no. Pero yo miro siempre la parte positiva, no solo lo negativo, las dificultades. Pero, en un sentido, no es el paraíso que yo esperaba, es lo que te puedo decir.
Pero ¿mejor que en tu país?
Sí, porque yo he mejorado en mi vida, he mejorado en mis conocimientos. He sacrificado mis estudios pero está bien.
¿Cuánto tiempo hace que no ves a tu familia?
Estamos en mayo… estuve en febrero.
¿Cómo fue el reencuentro? ¿Era la primera vez que volvías a casa?
No, he vuelto varias veces. El reencuentro es estupendo, es emocionante ver a la familia, saber que tienes la libertad de volver. Ése es otro elemento, no saber si puedes volver o no, es el problema típico de los papeleos. Yo creo que si la gente pudiera circular libremente, yendo y sabiendo que puede volver en cualquier momento, yo creo que el problema de la emigración se resolvería más fácilmente, porque la gente cuando no encuentre aquí estabilidad, volvería tranquilamente, pero el hecho de venir aquí y sentir, “todo lo que he sufrido, todo lo que he invertido y me voy y no puedo volver más” esto se convierte en un impedimento.
Toda esta experiencia que has vivido la has reunido en un libro “Partir para volver”, en el que cuentas tu experiencia. Siempre que se escuchan las noticias, y se ve sobre los saltos a la valla, en los casos de Lampedusa, siempre la pregunta es ¿Nadie les dice cómo se vive en Europa ahora mismo, donde la situación de crisis no es precisamente la mejor… La duda es, si alguien os dice cómo se vive aquí y de todos modos os lanzáis, o si alguien os engaña y os dice que esto es el paraíso, que hay trabajo para todos, y que todo el mundo puede tener su espacio?
Realmente, la imagen que se vende en África de Europa es la misma que se vende desde Europa hacia África. Y parece que África está a miles de kilómetros de Europa y, sin embargo, estamos a 20 kilómetros.
Justo, eso es lo quería transmitir en mi libro, demostrar que el paraíso que creemos no es así, no está aquí, pero no hay nadie que lo cree. Porque cuando tú vas para allá, te preguntan “¿por qué tú no has vuelto?”
Porque yo realmente era joven y estoy invirtiendo y viviendo la mitad de mi vida aquí y si vuelvo sin nada, soy un fracasado, y aunque tú le tratas de explicar eso, es difícil. Pero sí puedes actuar, yo digo actuar personalmente y con ejemplo, explicarles que la diferencia entre ellos y nosotros es la moneda…
Es decir, explicarles que no soy yo más rico que ellos, es una forma de irles demostrando, de que vaya entrando esa idea.
De haber sabido todo lo que te esperaba ¿Hubieses venido?
NO, eso seguro. Si yo hubiese sabido cómo es todo ese camino hasta llegar aquí, no, no hubiera salido. Seguro, eso lo tengo claro. Y no sólo yo, mucha gente.
Yo supongo que en esos tres años, te siente solo, te desesperas, supongo que echarás mucho de menos a la familia, tienes hambre, tienes frío… porque finalmente vives en la calle. Tú vivías en una casa normal y, de repente, te conviertes en un “sintecho”, que no tienes casa, es duro…
Eso es la aventura
Que no infierno…
Sí, aventura, que no infierno. Nosotros la llamamos aventura porque es algo que te sirve. Un ejemplo, cuando empezó a notarse más la crisis, yo tengo amigos latinoamericanos, españoles y africanos donde vivo, y yo sentía que los que conservaban todavía esa alegría y tranquilidad, sin estar agobiados por no tener trabajo, por no tener dinero, por compartir y vivir en el mismo cuarto, éramos los africanos, porque el vivir esa experiencia te facilita que después, ante cualquier cosa, tú te conformas, “es lo que tengo y estoy bien”. .. Tal vez, tenemos gustos diferentes pero para nosotros, quizás, un plato de arroz con aceite ya es suficiente.
Quiero decir, es una aventura, la hemos pasado y después es un recuerdo. Muchas veces, nos llamamos por teléfono y recordamos y nos reímos mucho, incluso de momentos que eran muy peligrosos, que nos podía costar la vida, sin embargo, ya se ha convertido en una broma, pero una broma que sirve para decir, “acuérdate y valora lo que tienes”,
No olvidáis lo que vivisteis
No, y eso para mí es un consejo. Le llaman una inmigración de clandestinos pero yo le llamo la aventura, entre nosotros le llamamos la aventura, la aventura que tú has vivido porque, para mí, es una lección hasta llegar a Sevilla,
Una aventura que Mahmud ha resumido en este libro escrito en francés…
Y en español, se titula “Partir para contar”
Y en español, para todos aquellos que quieran conocer el periplo en el viaje de este joven, que salió de Senegal, ahora vive en Sevilla…
Ya soy mayor, ya tengo 32 años,
Muchas gracias, Mahmud por tu testimonio, por habernos acercado a esa realidad que muchas veces se convierte en un número, se dice que han pasado cien inmigrantes, veinte… pero era el momento de poner cara a uno de esos números que saltó la valla. Muchísimas gracias por habernos atendido.
Gracias a vosotros.