El equipo de Pressenza en Ecuador inicia hoy una serie de entrevistas a la que ha denominado Vidas Dedicadas. El objetivo de este esfuerzo es recuperar y difundir la experiencia de 12 personas que, en nuestro país, han dedicado su vida a una lucha, una iniciativa, un quehacer que aporta a la construcción de un Ecuador no violento. Doce testimonios, doce ejemplos, doce señales de que el futuro está entre nosotros. Publicaremos estas entrevistas a lo largo del año y esperamos, a inicios del 2017, recopilarlas en una publicación.
Entrevista realizada por Evelyn Jaramillo y Patricio Guevara
Celia Varea se describe a sí misma como una mujer como cualquier otra. En la tercera edad, mamá y abuela, ha dedicado la mayor parte de su vida al trabajo. Desde niña la inquietaron siempre las desigualdades sociales y se preguntaba hasta qué punto la caridad resolvería esas desigualdades o no. Tras 27 años de trabajo en el Banco Central del Ecuador, Celia cambió el rumbo de su vida y en esta entrevista comparte con nosotros su dedicación a la economía popular y a las mujeres de la provincia de Esmeraldas, en la costa norte ecuatoriana.
¿Cómo llegaste a trabajar en el Banco Central del Ecuador?
Un señor del Banco Central me ofreció un empleo, el único que tuve en toda mi vida. Trabajé 27 años. Entré al Banco a los 18 años como secretaria de lo que se llamaba el Departamento de Investigaciones Económicas; esa era una época donde había entrado el auge de la planificación económica que antes no existía.
Si tú quieres planificar la economía tienes que tener información de lo que está pasando en la economía. Allí se hacían todas las estadísticas, tanto en la parte monetaria del país como de la parte real que es la producción y todo eso. Yo tipeaba los informes y me encantaba leer los estudios que hacían los economistas de la realidad del país, especialmente los de la economía real, a mi lo de la economía monetaria no me gustaba tanto. A los doce años de trabajar, ya me harté de ser secretaria, y dije “yo también quiero hacer informes económicos”. Me propuse tener otra profesión y estudié Sociología. Decidí renunciar al banco. Tenía apenas 45 años, bueno, ahora digo apenas. En ese tiempo me sentía ya jubilada porque había trabajado 27 años.
¿Y de qué modo te interesaste en la economía popular?
A mis 45 años ya estaba jubilada y tenía una renta para vivir. Era joven y tenía dos profesiones. No podía quedarme sin hacer nada así que, me ofrecí de voluntaria y una organización me aceptó. Es organización entregaba un capital donado a la gente de escasos recursos para que iniciara un negocio. Fue un fracaso total porque todo era impuesto y generaba una relación de dependencia de la gente con la ONG, querían que siempre les siguiera ayudando. Alguien de la organización planteó que la solución era prestarles el dinero, no donárselos. Sin embargo, ese concepto inicial de microcrédito se distorsionó. En ese momento me pregunté ¿qué hago para ayudarle a esta gente? Y decidí comenzar a buscar. Encontré enseguida al Banco Grameen y me apasioné con esa propuesta.
¿Qué fue lo que te apasionó de la propuesta del Banco Grameen?
Que es una combinación de banca comunitaria y banca convencional. Es crédito comunitario, no individual. Además, la propuesta Grameen promueve un nivel de organización poderosísimo, porque reemplaza a las garantías convencionales por el proceso organizativo. La gente se organiza grupos que son como los banquitos comunales, denominados “centros” y eso le da garantía solidaria y dentro de esta micro-organización funciona lo que se llama el “control social”, o sea se cuidan entre ellos ¿Por qué? Porque saben que si uno no paga tienen que pagar los otros.
Además de ser un mecanismo muy eficiente, se constituye en un espacio para reflexionar sobre el fenómeno de la pobreza y de la comprensión del crédito como un medio y no como el fin ni la solución total: es imposible que un crédito saque a una persona de la pobreza, pues la pobreza es un hecho muy complejo, en el que se cruzan múltiples factores que, evidentemente, no se pueden resolver con un crédito.
Entonces, la gente se reúne y comienza a pensar en soluciones apropiadas e integrales para su situación y necesarias para apoyar al crédito. La gente comienza a ir más allá.
¿Cómo adaptó el sistema Grammeen al Ecuador?
No se puede agarrar un modelo creado en un país muy diferente al nuestro e insertarlo como molde, se tiene que observar las circunstancias de la comunidad donde va a trabajar y acomodar el modelo. Comenzamos a trabajar más con mujeres porque ellas sí aceptan créditos más pequeños, están dispuestas a iniciar actividades chicas. Comenzamos a involucrar varones ya cuando pudimos dar un poquito más. Por eso comenzamos a trabajar solo con mujeres al principio, pero ahora tenemos un montón de hombres. Nuestro programa, FUDECE, es una cooperativa y es parte de todo el andamiaje que se creó con la Ley de Economía Popular y Solidaria. Comenzamos con mucho entusiasmo, pusimos dinero de nuestro bolsillo y dimos los primeros préstamos en el barrio San Patricio de Puegasí, en Quito.
¿Cómo fue la primera experiencia de FUDECE dentro de la economía popular y solidaria?
Este proceso es bien interesante porque el dinero que invertimos no era regalado, es una inversión, es como depositar ahorro. El proceso va generando más ahorro porque inmediatamente que se entrega el préstamo a las señoras empiezan a ahorrar. Antes no, porque es población bajo la línea de pobreza pero después sí, empieza a ahorrar y con cada cuota que paga ahorra un poquito, entonces el capital con el que se trabaja comienza a aumentarse solo por el efecto del pago de intereses.
En ese tiempo los costos operativos eran cero porque yo hacía todo, era promotora de crédito, hacía las cuentas, entonces no había costos operativos, y el dinero comenzó a aumentar de a poco y además yo comencé a conseguir pequeños proyectos de fortalecimiento institucional. Sin embargo, comencé a observar que la gente de Quito no pagaba y me di cuenta que era por la enorme oferta de crédito en la capital, el efecto de la bancarización de las micro-finanzas. Entonces, comencé a mirar hacia otra parte.
¿Cómo llegó el programa Grameen a Río Verde en la provincia de Esmeraldas?
En la metodología Grameen, uno de los principios más importantes dice hay que buscar áreas donde los niveles de pobreza son muy altos y no existan servicios financieros. Justo cuando en Quito las cosas ya no estaban marchando, vinieron una señoras de Esmeraldas a proponernos trabajar allá y decidí lanzarme a la aventura.
En el cantón Río Verde creamos una red que ahora es una de las instituciones más lindas que hay en Esmeraldas, la Red de Mujeres por los Derechos Económicos Sociales y Culturales. Ellas se encargan de la capacitación en salud, violencia y género que se ofrece en los centros de crédito, llegando hasta los puntos más lejanos a capacitar a las mujeres en el tema de parto, embarazo, relaciones de género, violencia y ahora van a entrar en el tema nutrición. Es el mejor mérito de Grameen.
Comenzamos con $4.000 $4.000 en el 2003 y ahora tenemos $600.000 de la cartera de crédito. Claro que seguimos siendo una cooperativa diminuta.
¿Cómo valoras la situación de la economía popular y solidaria en el país?
Creo que es un tema nuevo. La CONAFIPS (Corporación Nacional de Finanzas Populares y Solidarias) está bien orientada pero me da la impresión que a nivel general no se ha hecho una reflexión seria de qué es la economía popular. Ni siquiera hay una definición clara, hay muchas propuestas, en la Ley de Economía Popular y Solidaria está en términos generales y después, nada.
¿Cuál es el objetivo final de la Ley? Es el Sumak Kawsay, pero para eso hay que poner en segundo plano la competencia económica para vivir armoniosamente entre nosotros y con la Pacha Mama ¿Ustedes creen que en el gobierno entienden eso? Si no entienden, cómo van a enfocar el tema de Economía Popular y Solidaria. Lo que está sucediendo es lo que pasó con las micro finanzas que lo que ha logrado es que los bancos le presten a la gente pobre, es un avance pero falta mucho por hacer.
Trabajar con la población que está bajo la línea de pobreza es “hacer el trabajo sucio”. Darle U$200 a gente en situación de pobreza para que saque adelante un negocio, es una tarea demasiado difícil. Lo que han hecho, a mi modo de ver, es demostrar que los pobres si pagan y mostrarles a los bancos que están perdiendo negocio y ahora los bancos tienen más negocio que antes.
Las microfinanzas son una herramienta para enfrentar la pobreza pero el sistema capitalista es un sistema que genera pobres, es una lucha perdida de antemano. Sin embargo estos paliativos tratan de darle a la gente alguna oportunidad que no tiene. Y en cuanto a la economía popular y solidaria, no podrá ser posible en el seno de una economía donde la solidaridad no existe.
Para terminar, ¿cómo crees que tu compromiso y trabajo con la economía popular contribuye a la construcción de un Ecuador no violento?
Creo que dar oportunidades de generación de ingreso a través de actividades lícitas, contribuye a disminuir la violencia social.
Por otra parte, las motivaciones de las mujeres para iniciar un negocio están vinculadas con garantizar el estudio para sus hijos y la independencia económica para ellas y creo que tanto educación como autonomía son dos aportes importantes a la construcción de una sociedad menos violenta.
La educación por razones obvias y la independencia económica de las mujeres por ser crucial, especialmente para las mujeres pertenecientes a una población donde las relaciones de pareja se caracterizan por la inestabilidad de la presencia masculina y porque el duelo por el abandono es muy breve, las mujeres rápidamente tienen otra pareja pero esa pareja no está dispuesta a sostener económicamente a los hijos e hijas que no son suyos. Esto plantea una doble dependencia de parte de la mujer que no tiene ingresos propios y, por tanto, una doble probabilidad de ser víctima de violencia, no solamente ella sino también los hijos de «compromisos» anteriores. He llegado a escuchar que, por mantener a la pareja, hay mujeres que ofrecen sus hijas a la pareja de turno. Al adquirir independencia económica, es indudable que la mujer tiene mayor poder para enfrentar esta situación y evitar la violencia intrafamiliar.
Si a todo esto usted añade el tema de la Agenda Social propia de la metodología Grameen de la que les hablé ampliamente, gracias a la cual los integrantes de los centros han recibido capacitación sobre violencia intrafamiliar y equidad de género, la contribución es aún más efectiva.