Por Fabián Villegas
Vivir bajo regímenes de miedo nos ha enseñado a naturalizar todo tipo de abusos, vejaciones, tropelías y violaciones de derechos humanos. El terror lo hemos epidermizado, se ha vuelto un patrimonio ideológico del Estado, que en la medida que lo hemos visto como una fase histórica insuperable, lo hemos esencializado, y en la medida que lo hemos esencializado lo vemos como una fase histórica monumentalmente insuperable.
El cuerpo abandonado sobre la carretera en Tehuacán Puebla, con claras señas de abuso y tortura de Anabel Flores periodista del Sol de Orizaba, interpela con una pregunta moral y política; ¿Hasta cuándo vamos a seguir naturalizando y permitiendo tanto silenciamiento, encarcelamiento y muerte?
En contextos de “Necropolitica” defender la vida se ha vuelto imperativo social, una relación contractual de ciudadanía.
En escasos 4 días de esta semana, pasamos de observadores del cuerpo de Anabel Flores, a observadores de las sistemáticas inconsistencias periciales, complicidades criminales sobre la desaparición de los 5 jóvenes en tierra blanca Veracruz, ultima vez vistos en un retén de la policía estatal. A observadores del delirante cinismo, impunidad, deshumanización del sistema de justicia sobre el que se ha montado el Estado para legitimar su presunta “verdad histórica”, sobre el crimen de Estado de los 43 jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa.
A finalmente observadores del segundo intento de homicidio del periodista del diario Tabasco Pedro Sala García, quien responsabiliza al igual que el primer atentado al gobierno del Estado.
4 días y contando, 16 periodistas asesinados en Veracruz tan solo en lo que va de esta administración y contando.
La semana no ha terminado. ¿La pregunta es, hasta cuándo?