Este es un análisis de Baher Kamal, periodista de nacionalidad española y origen egipcio, sobre la reciente resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que fija una “hoja de ruta” para Siria.
Los “cinco grandes”, los Estados militares más poderosos de la Tierra – Estados Unidos, China, Francia, Gran Bretaña y Rusia – acordaron que ya es hora de acabar con la tragedia humana que es la guerra civil en Siria, próxima a cumplir los cinco años.
Antes de llegar a esa conclusión esperaron que murieran 300.000 civiles inocentes, se dispararan toneladas de balas, 4,5 millones de personas se refugiaran en otros países o perdieran su hogar, se realizaran centenares de ensayos de modernos drones – aviones no tripulados – y se produjeran bombardeos diarios de Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia.
Con estas estadísticas a mano, el Consejo de Seguridad de laOrganización de las Naciones Unidas (ONU) adoptó el 18 de diciembre la resolución 2254 que fija una “hoja de ruta” para el proceso de paz en Siria y hasta un cronograma de negociaciones, facilitadas por el foro mundial, entre el gobierno de Bashar al Assad y grupos “de la oposición”.
También establecen las líneas generales de un “alto el fuego en todo el país que comenzará tan pronto como las partes interesadas hayan dado los primeros pasos hacia una transición política”. “El pueblo sirio decidirá el futuro de Siria”, declara la resolución.
El Consejo de Seguridad pidió también que el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, convoque a representantes del gobierno y la oposición a participar en las negociaciones formales para un proceso de transición política “con carácter urgente”, con la meta de principios de enero para el inicio de las conversaciones.
Los “cinco grandes” luego expresaron su apoyo a un proceso político dirigido por Siria y facilitado por la ONU que establezca una “gobernanza creíble, inclusiva y no sectaria” en un plazo de seis meses y fije un calendario y procedimiento para la redacción de una nueva constitución.
Además, el Consejo de Seguridad expresó su apoyo a unas “elecciones libres y justas, en virtud de la nueva Constitución, que se celebrarán dentro de los 18 meses y administradas bajo supervisión” de la ONU, según los “más altos estándares internacionales” de transparencia y garantías, con todos los sirios – incluidos miembros de la diáspora – aptos para participar.
El Consejo también solicitó que Ban le informe sobre las “opciones” para la supervisión, verificación y mecanismo de información del alto el fuego. También exigió que “todas las partes cesen de inmediato los ataques contra la población civil”.
De esta forma, la hoja de ruta establece que en un plazo de seis meses el proceso debe establecer un “gobierno creíble, inclusivo y no sectario,” con elecciones “libres y justas” supervisadas por la ONU, que se celebrarán dentro de los 18 meses.
El asunto se trató tan rápidamente que el enviado especial de la ONU a Siria, Staffan di Mestura, ya fijó el 25 de enero como fecha límite para el inicio de las conversaciones entre las partes.
Todo eso está muy bien, pero la resolución no brinda respuestas concretas a una serie de preguntas clave.
Para empezar, la Coalición Nacional de Siria (CNS) rechazó la idea por “poco realista”, informó el servicio de radiodifusión internacional alemán Deutsche Welle. La Coalición se opone a un hecho que la resolución del Consejo de Seguridad “omite” cuidadosamente, el futuro del presidente Assad.
Según Deutsche Welle, la CNS expresó su molestia porque el lenguaje de la ONU se haya referido al terrorismo del grupo extremista Estado Islámico (EI), pero no al “terrorismo” del gobierno de Assad. Rusia solicitó que en la transición se les deje la cuestión de la gobernanza a los sirios, mientras que Francia y en ocasiones Estados Unidos exigieron la expulsión inmediata de Assad como condición para el acuerdo.
Si es así, ¿cuál “oposición” debe sentarse a hablar con el gobierno sirio? Mientras que Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña apoyan los que ellos decidieron considerar como grupos “rebeldes” u “opositores”, Arabia Saudita, Irán, Rusia y Turquía tendrían criterios diferentes.
En este sentido se decidió elaborar un mecanismo para establecer cuáles grupos rebeldes en Siria podrán participar en el proceso de paz. Con ese fin, Jordania, encargada de hacer una lista de organizaciones terroristas en Siria, habría presentado un documento que incluye hasta 160 grupos extremistas.
De todas formas, ¿el presidente Assad podrá postularse a un cargo en los comicios? ¿Cómo supervisará la ONU el alto el fuego y controlará tantos aspectos diferentes que intervienen en los combates armados, incluidos Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña y Rusia?
¿Y si el alto al fuego no prospera? ¿Si más civiles sirios mueren, huyen, emigran? ¿Cómo se controla a EI y tantos grupos terroristas que operan en el territorio? ¿Qué hacer con los millones de refugiados sirios, dispersos en la región, principalmente en Líbano, Jordania, Iraq y Turquía, mientras cientos de miles son “víctimas de tráfico” por bandas del crimen organizado, incluido el propio EI?
Y por último pero no menos importante, ¿cuál Siria existirá tras los 18 meses que se fijaron como meta para celebrar los comicios?
¿Será la Siria actual o una nueva, reformada tras quitarle una parte para fundar un nuevo “Suni-stán”, como recomendó recientemente quien fuera embajador ante la ONU del gobierno de George W. Bush (2001-2009), el republicano neoconservador y neoliberal John Bolton, sobre los territorios que se liberarán de EI en Siria e Iraq?
Demasiadas preguntas esenciales sin respuestas claras. Y demasiadas lagunas para que la hoja de ruta sea creíble.
A menos que la idea sea implementar una solución al estilo libio, en la cual una coalición militar liderada por Occidente, bajo el paraguas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, ataque a Siria, permita que se asesine a Assad y deje a la gente a su propia suerte. Exactamente lo que ocurrió en Libia en 2011.
Traducido por Álvaro Queiruga