Por Facción Ecuador
El Kapac Raymi también conocida como gran fiesta de la nueva vida, se celebra en los Andes cada 21 de Diciembre. En esa fecha se produce el solsticio de verano en el hemisferio sur, momento en el que el sol se encuentra en el punto más lejano de la eclíptica solar, con respecto al Ecuador.
Revalorizando la cultura de nuestros pueblos originarios; rescatando esta festividad, siempre con el fortalecimiento, renovación de nuevas energías de nuestro Tata Inti, agradeciendo a nuestra Pachamama, queriendo siempre la unión en fuerza de todos nuestros hermanos conjuntamente toda nuestra comunidad.
Así el Pueblo de Saraguro junto al Fuego Sagrado de Zhuracpamba, celebraron el Kapac Raymi 2015 en la localidad de Susudel, provincia del Azuay en Ecuador, junto con los personajes míticos de la cosmovisión andina cobran vida en los WIKIS conocidos también como Diablo Uma, los Saumadores, Músicos, Taitas y Mamás que sostienen este rezo por la vida, la continuidad y la hermandad entre pueblos.
Rompiendo el sincretismo religioso que sólo ha pretendido yuxtaponer los valores religiosos traídos de occidente, estas celebraciones vuelven a las raíces de nuestros pueblos andinos.Este ritual es la ecencia misma de la cosmovisión andina que se manifiesta espiritualmente, una búsqueda del mito colectivo atravesado por la memoria de nuestros abuelos y abuelas, memoria antigua guardada y expresada en el cuerpo durante el ritual de la danza, en la universalidad espiral, del “no tiempo”, en el “munay” (amor puro) y la familia universal.
Los danzantes bailan desde la salida del Sol hasta su ocaso, descalzos, sintiendo los latidos de la Pacha en círculos al ritmo del tambor que levanta la medicina sagrada andina, Aguacolla (San Pedro) cactus sagrado, para de esta manera honrar a la tierra con rezos desde su corazón haciéndose tangibles con el contacto de los pies en la tierra.
De esta manera la medicina sagrada entra a nuestro cuerpo como una planta de luz que empieza a sanar nuestras emociones, de adentro hacia afuera. Integrando nuestro cuerpo, corazón y mente en un único proposito el rezar por la vida. Aceptando que somos hijos de la Tierra y que tod@s somos familia. Soltando nuestros egos y miedos para permitirnos fluir y ser uno mismo con el universo vital y abriendo paso al trascender, liberando al guerrero y la guerrera para la ceremonia de la vida misma.