El 17 de diciembre pasado, un numeroso grupo de indígenas de distintos pueblos y comunidades consiguió algo que quería: el Presidente de la Nación los recibió y dialogó con ellos.
La reunión había sido inicialmente solicitada a fines de 2010 por un grupo mucho más reducido: miembros de una comunidad qom de la provincia de Formosa llegaron para pedir ayuda al Ejecutivo nacional ante la violencia reiterada e impune del gobierno provincial, que acababa de cobrar dos vidas en la represión de una protesta. Querían un contacto directo con la máxima instancia del país para asegurarse de que los escuchaba sin intermediarios, de que se enteraba indudablemente del trato que reciben en sus territorios, para que los defendiera de la permanente violación de sus derechos. El pedido se reiteró sin éxito durante 5 años.
Finalmente el encuentro se produjo con el nuevo funcionario a cargo del Ejecutivo, despertando esperanzas en sus protagonistas y duras críticas en otros.
Félix Díaz es qarashe¹ de la comunidad qom² que inició el pedido de audiencia y uno de los líderes que encabezó el encuentro. En esta entrevista explica su mirada y su sentir sobre este proceso.
¿Por qué consideraron que el encuentro con el gobierno fue «un hecho histórico»?
Porque es la primera vez que entramos al lugar donde se gobierna en la Argentina y entramos como indígenas, no como aliados políticos, como miembros de un partido o apadrinados por ningún sector.
Yo estoy muy agradecido a la lucha de los pueblos indígenas que hizo posible llegar a la Casa Rosada, la Corte Suprema, el Senado, la Cámara de Diputados, que son los poderes que controlan la administración del Estado. Es importante porque queremos que el problema indígena sea resuelto a través de los mecanismos que corresponden, porque los gobiernos tienen la responsabilidad de recepcionar el planteo indígena y solucionarlo.
Esa búsqueda de diálogo para nosotros es fundamental para que el Estado escuche nuestro planteo, para que se haga cargo de la aplicación del derecho indígena. Nosotros somos los mejores interlocutores con el Estado porque somos los mejores conocedores de la realidad que vivimos día a día de no tener qué comer, de no tener trabajo, agua, salud, educación. Nosotros sabemos perfectamente cómo es nuestro mundo porque ahí nacimos, crecemos y morimos. Entonces no podemos dejar que otros vengan y nos enseñen cómo tenemos que vivir, cómo tenemos que organizar, que gobernar. La mejor manera para nosotros es pararnos como indígenas y generar ese acercamiento hacia un Estado que no comparte nuestra forma de ver las cosas pero tiene la obligación de escuchar nuestra voz, de respetar nuestras decisiones y aplicar el derecho que tenemos, de ser garante del respeto a nuestra identidad cultural.
Ha pasado casi un mes desde el encuentro con Macri. ¿Hubo otros encuentros, se avanzó en algo?
El diálogo se va dilatando pero yo creo, aún tengo la esperanza de que esto se tiene que dar porque hay un compromiso público. Si las cosas no se dan, nosotros nos hacemos cargo del error que cometemos, pero no queremos adelantar que fue un error. No queremos tomar decisiones apresuradas. Nosotros no medimos una semana, un mes, dos meses… Estamos dialogando entre los líderes indígenas buscando una estrategia para exigir al Estado que cumpla su compromiso con nosotros.
Queremos que se adecúe la ley 23.302 que dice “el Poder Ejecutivo designará al presidente del INAI»³. Esa ley está desfasada porque fue creada en el año 89 y la reforma constitucional fue en el 94. Dentro del INAI el presidente, el vicepresidente, el director de tierras son funciones que están cubiertas por gente no indígena. Nosotros estamos tratando de recuperar esos espacios para administrar nosotros, para que seamos los responsables de poner en marcha la aplicación del derecho indígena en el territorio, con respaldo del gobierno nacional.
El INAI pasó del área de Desarrollo Social a la Secretaría de Derechos Humanos. ¿Qué te pareció este cambio?
Nosotros venimos planteando la necesidad de que el gobierno nacional deje de mirarnos como “pobrecitos indios”… que les falta esto, que hay que regalarles esto… Queremos que los derechos humanos de los pueblos indígenas sean tratados como los de todos, queremos garantía de salud, educación, trabajo. Tomamos con agrado el traspaso del INAI a la Secretaría de Derechos Humanos porque consideramos que también somos parte de la política de defensa de los derechos humanos y salimos de que solamente hagan asistencialismo.
Algunos hermanos han manifestado críticas a este diálogo con el gobierno…
Yo creo que ese es un tema muy delicado. Yo siendo indígena que siempre fui discriminado, no puedo hacer lo mismo y discriminar a los que no están de acuerdo conmigo. Estoy convencido de que la única manera de resolver esto es a través de la participación y el diálogo. Pero si los pueblos indígenas no dialogamos ¿cómo queremos dialogar con el Estado? Es imposible.
A mí este proceso me ha servido mucho para ir equilibrando la conducta, que es muy difícil porque no es fácil no responder. Para mí un aliado muy importante es el silencio, porque si yo respondo, esa agresión no va a terminar nunca. Entonces lo que yo trato de demostrar es paciencia y el deseo de llegar a un diálogo, una charla entre nosotros, entre indígenas.
En el año 2010 fui funcionario del INADI (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) y lo que yo ganaba no era para mí ni para mi familia. Colaboraba con mis hermanos para comprar medicamentos, mercadería, lo que fuera. Ya tuve la experiencia y nadie me puede decir “si te metés ahí, te metés en la boca del lobo”. Ese miedo no lo tengo. Si el gobierno no me responde me retiro fácilmente porque no voy a estar atado por una función pública, por el interés de un sueldo. Si no hay respuesta a favor de las comunidades indígenas, el diálogo se termina.
Desde el primer acampe del 2010 hasta ahora han pasado muchas cosas. ¿Qué rescatás de este proceso?
Lo que rescato es que hemos podido adquirir muchísima experiencia, conocer a la gente y que el tema se ha hecho visible y está muy instalado a nivel social. Creo que eso ha sido positivo para nosotros más allá de los resultados negativos y gracias al gobierno anterior que nos hizo más visibles al no escuchar nuestro reclamo.
Yo que soy campesino trato de comparar esto que nos pasa con el tema de las plantas. Si quiero sembrar algo primero tengo que preparar el suelo, que no haya troncos, que no haya pozos; después tengo que arar, tumbar la tierra, pasar el disco, hacer los surcos. Después buscar la semilla y no sabés si es buena o mala. Y después las plantas no crecen solas: hay que estar atento a los pájaros, las hormigas, el clima, el agua, o sea que el proceso es riesgoso. Y una vez que las plantas florecen y dan sus frutos, muchas veces viene un temporal y se lo lleva todo y uno no se imagina cómo puede seguir y pasar al otro día.
Yo comparo eso con nuestra vida. A veces nos tocan momentos buenos, a veces nos tocan momentos desagradables, pero uno no tiene que desesperar. Estamos haciendo como una siembra. Quizás yo no voy a cosechar nunca el fruto, pero están mis hijos, mis nietos, mis vecinos. Si ellos cuidan la siembra, serán los beneficiarios y si no la cuidan no será mi culpa. Yo hago todo el esfuerzo para dejar una herencia a otra generación que tiene que prepararse para mantener ese espacio que logramos.
Vos ponés como central el diálogo…
A mí me interesa siempre el diálogo porque es la manera de poder llegar al otro. Si no hay diálogo ¿cómo puedo entender al otro, lo que piensa, lo que quiere? ¿Cómo entiende el otro lo que yo quiero?
Acá hay dos culturas, el mundo blanco y el mundo indígena y hubo un desencuentro. Hubo guerras, muertes, pasaron muchísimas cosas. Entonces, para poder reencontrarnos como seres humanos debemos dejar esa historia pasada de enfrentamiento, de muerte, porque no tiene sentido sostenerla. Y la única manera de salir de ahí es dialogando, hablar del tema, que te escuchen, que te pregunten y tener también la posibilidad de preguntar.
A veces el otro no te escucha porque es un profesional, un científico, un intelectual, sin embargo están dejando un mundo sin esperanza. La solución es dialogar sobre cómo podemos salir de este problema para que te beneficie y me beneficie, para que las nuevas generaciones se unan en defensa de la vida, del territorio, del ambiente, de un mundo sin mal.
¿No has querido abandonar la lucha alguna vez?
Hay muchos mecanismos que a uno le hacen decir “bueno…, no puedo hacer nada”. Muchas veces decimos y yo escucho en el mundo indígena “yo no soy nada”, y escucho en la sociedad “yo quiero aportar algo pero no soy nada”. Pero ¿cómo puede ser que uno no es nada si está caminando, si está respirando?
Yo siempre digo una tontería: nosotros somos como pequeños dioses en el mundo. ¡Somos tan inteligentes! Tenemos ojos, oídos, olfato, boca, brazos, somos seres dotados de la posibilidad de darnos cuenta de las cosas buenas, de las cosas malas. ¡No podemos desprestigiarnos por no tener una formación, por no tener dinero, por no tener una buena casa! Todos somos seres humanos que tenemos la misma capacidad, pero como la tenemos dormida, los gobernantes aprovechan que no reaccionamos y ese silencio es el que posibilita el empobrecimiento de muchísima gente.
No es fácil la lucha porque nos encontramos con problemas internos de nuestra comunidad, nuestras cuestiones personales… Muchas veces me debilito por las agresiones que sufre mi familia, mis hermanos, por las muertes evitables, pero después si pasa el día, esa noche descanso y la lucha continúa. La única manera de dejar de luchar es dejar de existir.
Finalmente ¿qué te gustaría transmitirle a la gente en general? ¿Qué le pedirías?
Mi deseo es que primero tenemos que trabajar desde nosotros mismos, cambiar nuestras conductas, preguntarnos por lo que hacemos. Porque si yo solamente te critico y no hago nada, de nada sirve, eso no cambia el mundo. Me tiene que interesar lo que le pasa a ella, lo que te pasa a vos, que podamos compartir las necesidades o el sufrimiento de las personas. Eso nos posibilita darnos cuenta de lo útil que somos, de la potencialidad que tenemos como personas.
Acá no tenemos que meternos en cuestiones políticas, partidarias, religiosas o de cualquier forma de agrupación porque no es el partido el que te salva, o las religiones. Lo que salva al ser humano es él mismo que tiene que sentir el corazón, se tiene que interesar por los problemas que tienen los demás. Si estoy preocupado por lo que les pasa a mis hijos y estoy dejando morir a otros porque no son mi familia o mi comunidad, o porque no son de mi cultura, esa mirada no sirve.
La mirada tiene que ser centrada en el ser humano, como dice claramente la Declaración Universal: el ser humano no tiene fronteras, no tiene color, ideología, religión. El ser humano supera todas las barreras sociales, pero si no le damos importancia creo que la lucha no tiene sentido.
1 Qarashe: en lengua qom, líder junto a su pueblo.
2 Comunidad Potae Napocna Navogoh, también conocida como La Primavera
3 INAI: Instituto Nacional de Asuntos Indígena