A primera vista parecería que no hay países más diferentes que la dictadura de tercera generación de Corea del Norte y la democracia de más de 200 años de los Estados Unidos de América.
En lugar de seguir la fortísima propaganda en ambos países, tanto estatal (Corea) como privada (Estados Unidos), vamos a usar una lección del capitalismo y tratar de ver adónde van los recursos. De hecho, dinos en qué pones el dinero y nos mostrarás lo que valoras.
En la primer semana del año, Corea del Norte anunció otra prueba nuclear, la cuarta de la que se tiene noticia. No hay dudas de que fue una explosión nuclear; el resto son detalles, propaganda y contra propaganda. Este que ya es uno de los países más militarizados del mundo, muestra que las decisiones de dónde aplicar sus recursos son movidas por la lógica de la violencia.
Lamentamos mucho que todavía se usen armas nucleares. El mundo necesita librarse de ellas y del terrible peligro que representan. Y no nos vengan con la hipocresía de las naciones occidentales más Rusia, Israel, India o Paquistán, que no tienen moral para criticar a Corea siendo ellas mismas las detentoras de decenas de miles de los cándidamente llamados “artefactos” nucleares. Que den el primer paso para desmontar sus bombas para poder hacer algo más que denuncias vacías.
También en la primer semana del año, el presidente de los Estados Unidos de América, país que gusta llamarse a sí mismo tierra de libertad, afirma públicamente que la nación más poderosa del mundo es rehén. ¿De qué? De las armas, de la misma lógica de la violencia. Mientras llora sinceramente por las víctimas estadounidenses de las armas de fuego, alguna lágrima debe tener también para los miles que sus Fuerzas Armadas mataron alrededor del mundo en el mismo período, víctimas de todo tipo de armas, drones, bombas guiadas por láser, disparadas por toneladas en Siria y otros tantos países.
Mientras gran parte de la población de Corea vive en la miseria, junto con los 32 millones de habitantes de los Estados Unidos que no saben si van a comer al día siguiente, ambos gobiernos están juntos en la misma enfermedad, la respuesta violenta a los conflictos. El sufrimiento de buena parte de sus propios pueblos podría ser superado si una parte de los recursos militares fueran dirigidos a sus necesidades básicas, los derechos humanos de la población.
Que la violencia es una enfermedad, ya lo avisó hace tiempo la propia OMS.
Siendo humanistas sabemos que la violencia genera violencia en una cadena sin fin.
Únicamente la no violencia activa puede salvar a estos enfermos.