Por Patricio Guevara
“Quien muere antes de morir no morirá jamás”-Silo
El día viernes 15 de enero de 2016, en el MIC (Museo Interactivo de Ciencia), Quito-Ecuador, se realizó la charla-taller “La espiritualidad de la muerte”. Esta charla hizo parte de una serie de actividades desarrolladas por Espacio No Violento, el espacio de convergencia de los organismos e iniciativas humanistas en Quito.
La programación se llevó adelante gracias a una alianza con el MIC, en el marco de la iniciativa “Espiritualidades en Quito”. La charla-taller estuvo a cargo de Rosa Ergas Benmayor, humanista, psicóloga de la Universidad de Chile, directora de la Fundación Laura Rodríguez.
Es común que las personas definamos a la muerte con calificativos como “fin”, “terminación de una vida”, “conclusión”, “fin de todo”, “lamentación” y más, afirmó Rosita Ergas, es así como nos han educado, y esa es la forma como visualizamos a este término tan conocido, pero tan poco abordado.
¿Quién no le tiene miedo a la muerte? Es una premisa que no se separa de la realidad, pues la muerte es análoga a la oscuridad, es algo que tenemos presente pero que a muchos les causa temor. Con esta pregunta podemos evidenciar algo alarmante, ¿Cuántos de nosotros hemos hablado sobre la muerte? Lo cierto es que, si bien es cierto la muerte es un tópico del que somos conscientes, paradójicamente es un tema del que no queremos debatir o mencionar por temor, por temor a la finitud. Específicamente, encontramos en la muerte un temor por desconocer totalmente, que viene después o que no viene después. Esa cierta incertidumbre nos deja a la deriva con un tema que sabemos que tarde o temprano llegara.
Y es que el sistema actual al que nos regimos le interesa que tengamos esta percepción de la muerte, que ignoremos un tema tan real como la vida.
Cuando la muerte ronda los papeles sociales más cercanos como el de la familia, esa sensación que tenemos cuando perdemos un ser querido es tan solo la sensación de que, al igual que aquel ser querido pasaremos a ese estado inmóvil, donde el cuerpo físico como tal deja de funcionar, y es entonces encontrar la interrogante común ¿Acaso algo sobrevive a esta muerte física?
Otro punto clave a reflexionar sobre un tema tan complejo como la muerte es ¿Qué es lo que más recordamos sobre los muertos? Posiblemente sus acciones, lo que hicieron, lo que los trasciende, el aprendizaje que rescato de lo que fue aquella vida. Pero seguramente lo que rescatamos de aquella persona que fallece, son las lecciones de vida, lo que hizo y lo que no, los actos bondadosos pero también los actos que perjudican a otras personas. ¿Queremos ser recordados así?
Reflexionar sobre la muerte no debe ser solo un ejercicio en el final de nuestros días, debe ser una reflexión sobre nuestro propio ser y sobre cómo orientamos nuestra vida y nuestro accionar. Reflexionar sobre la conclusión de la vida puede generar un plus en la manera en que la miramos, en la forma en que direccionamos nuestros ejes de accionar en el día a día.
La muerte puede llegar a nosotros por medio de las personas que nos rodean y en el caso de aquellas personas que saben que están al borde de fallecer, nuestra participación activa resultara clave, manteniendo una comunicación sincera, dando libertad a esa persona a que no se guarde nada. Muchas veces no estamos listos para asimilar una noticia de tal magnitud como la muerte. Y es que al final de todo, la muerte debería ser eso que nos mueva todos los días. Eso que no nos permita guardarnos nada.
Cuando fallece un ser querido nos exponemos a experiencias como la dependencia, el miedo al dolor y el remordimiento. Debemos aprender a perdonar y ser perdonados, a no dejar nada pendiente, y en el caso de los seres humanos como dice Rosita “No pueden no tener esperanza”, porque la esperanza en los momentos de muerte nuestro o de un ser querido es clave, su ausencia puede acelerar la muerte. Hay esperanzas como el de morir bien, ver a nuestro ser queridos juntos, despedirnos, no podemos ignorar a la esperanza.
¿Cómo uno se prepara para morir? Las creencias sobre un tema tan controversial como la muerte son diversas, hay pensamientos teológicos, éticos y hasta morales sobre el cómo prepararnos para morir. En el caso de la fe católica es tal vez la confesión un paso antes del umbral. Otros, fuera de esta religión se prepararan dejando todos sus asuntos resueltos y otro aún más audaces dijeron que nos preparamos desde el momento exacto en que nacemos. Pero es tal vez una idea clave la que entra en conflicto con la “preparación pre-muerte”.
¿Cómo nos preparamos para algo que no sabemos cuándo sucederá? Cuando proyectamos lo que queremos hacer a futuro, podemos tenerlo claro. Pero desconocemos lugar y fecha de nuestra muerte. Por ello, la muerte, como la vida , merece una preparación constante. Si a diario trabajamos duro para la vida, podríamos atender y prepararnos para nuestra muerte, y como proponen muchas religiones y espiritualidades, tendría que ser tarea de todos los días: mantener nuestra conciencia limpia, velar por nuestras acciones y las consecuencias de las mismas. Desconocemos el día de nuestra muerte, pero sabemos que sucederá. Entonces, ¿por qué no estar listos?
El taller resultó una experiencia reflexiva muy grata. Necesitaremos de años para poder entender y descifrar a la muerte, y aun así jamás ponernos de acuerdo. Y como dijo un día Silo “Quien muere antes de morir no morirá jamás”.