- El gobierno saudita ha ejecutado este sábado al clérigo chiíta disidente Nimr Baqr al Nimr junto a otros 46 presos, según el Ministerio del Interior por actos terroristas.
- Las manifestaciones de protestas de chiítas se han sucedido a lo largo de todo el día en diferentes países.
- En Occidente, tanto gobiernos como poblaciones mantienen un silencio cómplice.
Con cierta sorpresa ya que se esperaba que el gobierno conmutara la pena, ayer el gobierno saudita anunciaba la ejecución del clérigo chiíta el sheij Nimr Baqer al-Nimr y otro 46 detenidos, justificando dicha decisión por motivos terroristas.
Es conocido que Al-Nimr, si bien había manifestado públicamente su desacuerdo con el gobierno, nunca había participado o alentado acciones violentas. Lo mismo podría haber ocurrido con el resto de los ejecutados.
El clérigo Nimr al-Nimr había sufrido diversas detenciones en los últimos diez años, la última en 2012, por mostrar su desacuerdo con el régimen y haber apoyado las manifestaciones que tuvieron lugar entonces en la Provincia Oriental, la más grande y rica en petróleo del país, en sintonía con la primavera árabe. Denunciaba abiertamente a los Al Saud, la familia real saudita; la discriminación a la que son sometidos los chiítas en un país de mayoría y gobernado por sunitas, y exigía la liberación de los presos chiítas, al tiempo que era muy seguido especialmente por los jóvenes.
Estas ejecuciones vuelven a poner en entredicho el sistema judicial saudita, un sistema que no cuenta con un código penal; que se apoya en la particular interpretación que el gobierno hace de la sharia para imponer el terror; que no permite que los detenidos cuenten con abogado; que no informa a las familias de los ejecutados donde han sido enterrados, etc. En síntesis, un sistema que responde a las órdenes del rey Salman, cuyo acceso al poder ha supuesto un incremento considerable de condenados a muerte.
Amnistía Internacional, entre otras organizaciones defensoras de derechos humanos, llevan décadas denunciando la situación de los presos y la falta de derechos humanos en general en el país.
Estas ejecuciones han levantado la ira de los chiítas de otros países, con Irán a la cabeza. Allí el líder supremo, el ayatolá Alí Jamenei ha advertido a Arabia Saudita que enfrentará «la venganza divina» por la ejecución del clérigo Nimr al-Nimr, pese a que ciertas fuentes gubernamentales llaman a no dar respuestas violentas. Como respuesta, el gobierno saudita acaba de anunciar la ruptura de relaciones diplomáticas con Irán.
En tanto, en las calles de diferentes países de la región, se suceden las manifestaciones de protesta. Ayer ya fue incendiada la embajada saudita en Teherán. Estas ejecuciones han encendido aún más los ánimos y Oriente Medio es una bomba de relojería.
Mientras, los gobiernos occidentales junto a la ONU piden suavemente al “amigo saudita” que revise los métodos para castigar a los terroristas… cuando no mantienen un silencio cómplice, el mismo silencio que guardan las poblaciones de la mayoría de los países europeos y americanos, con honrosas excepciones como las concentraciones habidas en Londres.