Deborah Sereno*, especial para Jornalistas Livres

Desde la audiencia del 10 del diciembre de 2015 con representantes de más de 600 entidades y movimientos sociales, cuando el Ministro de Salud Dr. Marcelo Castro anunció el nombramiento de su amigo el psiquiatra Valencius Wurch Duarte Filho para el cargo de Coordinador de Salud Mental, Alcohol y otras Drogas del Ministerio de Salud, esas mismas entidades junto a los trabajadores de salud mental, usuarios y familiares, estudiantes y profesores universitarios de diversas áreas de la salud, gritan de diversas maneras en distintos lugares: “¡FUERA VALENCIUS!”

El nombramiento de Valencius Wurch amenaza (¡y ultraja!) seriamente la Reforma Psiquiátrica Brasilera. Vale repetir su lamentable curriculum: Valencius fue director del mayor manicomio privado de América Latina, la Casa de Salud Dr. Eiras de Paracambi, en la Baixada Fluminense, Río de Janeiro. La institución fue cerrada judicialmente en 2012 por violaciones a los derechos humanos. Entiéndase con eso malos tratos físicos, prácticas recurrentes de electroshock, falta de comida, falta de colchones, falta de ropa, internaciones de larguísima duración (¡décadas!), exceso de medicación. Violaciones cuyos efectos eran (y todavía son) devastadores para los internos, cronificantes, despersonalizantes, de pérdida de la subjetividad, de aniquilación del sujeto. Basta un Google en el nombre de la institución y los relatos e imágenes que se ven son aterradores. Aterradores y aterrorizantes como todo lo que ya sabemos, ya vimos en vivo con nuestros propios ojos en el cine, en los documentales, en la literatura sobre los horrores de los manicomios. Son verdaderos campos de concentración.

Por eso usuarios, familiares, trabajadores de la salud mental, movimientos sociales, estudiantes y profesores universitarios, gritamos en las calles de diversas capitales, en las redes sociales, en la ocupación de la sala de Coordinación de Salud Mental en Brasilia, en la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro, en el Forum Social Mundial en Porto Alegre y seguiremos gritando hasta que se vaya: ¡MANICOMIO NUNCA MÁS! ¡FUERA VALENCIUS!

El Manifiesto de Bauru, primer documento brasilero en pedir la extinción de los manicomios y denunciar la estructura opresiva de esas instituciones y la producción social de la locura, fue elaborado durante el II Congreso Nacional de Trabajadores de Salud Mental, en 1987. Con el slogan ¡Por una sociedad sin manicomios!, se instituyó el 18 de mayo como el Día de la Lucha Antimanicomial, conmemorado todos los años en todo Brasil.

El paso siguiente, la tramitación de la Ley Paulo Delgado (nº 3657/1989), que disponía “sobre la extinción progresiva de los manicomios y su sustitución por otros recursos asistenciales”, tramitó por 12 años en el Legislativo siendo duramente atacada por el lobby formado por psiquiatras, profesores de psiquiatría y directores de hospitales psiquiátricos, entre ellos el Dr. Valencius. En entrevista al Jornal do Brasil en junio de 1995, él criticó “el carácter ideológico y no técnico” de los fundamentos de la reforma, los que estarían basados “en situaciones superadas”.

Como efecto de esa presión, la Ley Nacional de Reforma Psiquiátrica 10.216/2001 que fue aprobada, es una modificación del proyecto original. La Ley 10216 regula la Política Nacional de Salud Mental y “dispone sobre la protección y los derechos de las personas portadoras de trastornos mentales y redirecciona el modelo asistencial en salud mental”. La progresiva extinción de los hospitales psiquiátricos preconizada en la Ley Paulo Delgado, dio lugar a la reorientación del modelo asistencial y mantuvo las estructuras hospitalarias como uno de los recursos integrantes de este modelo. La Ley 10216 garantiza los derechos de los usuarios de salud mental, regula las internaciones involuntarias y compulsivas y tiene como objetivo el tratamiento extra hospitalario en libertad, de base comunitaria, en el territorio, como política pública de salud mental del SUS (Sistema Único de Salud). La red de servicios sustitutivos de pequeña y media complejidad para la atención psicosocial en el territorio, creada desde entonces, tiene reconocimiento internacional por instituciones como la OMS (Organización Mundial de la Salud), la OPAS (Organización Panamericana de la Salud) y sirve de referencia para otros países. La eficiencia de esa red está ratificada por la profusión de trabajos académicos y científicos sobre el tema y mantiene su vigor por la fuerza de la militancia y el esfuerzo de los trabajadores, usuarios y familiares, los que más reconocen sus beneficios.

Son conclusiones basadas en mucho trabajo. Y es importante que se hable de los trabajadores de salud mental: equipos interdisciplinarios compuestos por profesionales de la salud como terapeutas ocupacionales, psicólogos, fonoaudiólogos, psiquiatras, pediatras, fisioterapeutas, educadores físicos, talleristas, enfermeros, asistentes sociales y colaboradores trabajando en pie de igualdad. Son los equipos de los Centros de Atención Psicosocial (CAPS) que, instalados en número todavía insuficiente pero en puntos estratégicos de la ciudad, atienden demandas de salud mental y de uso abusivo de alcohol y otras drogas por niños, jóvenes y adultos. También son los CAPS los que apoyan y articulan la red de cada usuario junto a los equipos de las Unidades Básicas de Salud (UBS) y los Núcleos de Apoyo a la Salud de la Familia (NASF) de la Estrategia Salud de la Familia (ESF), estos últimos en la atención básica. Vale citar el trabajo de los agentes comunitarios de salud, que golpean puerta a puerta todos los meses en todas las casas para ofrecer cuidado en ese territorio que ellos mismo habitan, del que saben en el cuerpo lo que es vivir ahí. También es digno de mención el trabajo de los equipos de acompañantes comunitarios de las residencias terapéuticas, que apoyan y participan de la construcción cotidiana y de las formas de vivir de personas que pasaron décadas en los manicomios. Y, finalmente, los equipos de reductores de daños que no escapan, por ejemplo, a entrar en un caño, literalmente, para atender a una pareja joven que vive allí, usuarios de drogas, ella embarazada. Y no es que el equipo entra ahí para sacarlos por la fuerza y ponerlos en alguna institución donde quedarán encerrados. Entran ahí para saber si precisan algo, si están bien. Vuelven al día siguiente. Y al otro… Eso es cuidado, vínculo, proceso, construcción de redes de referencia, de apoyo, de solidaridad, exactamente en dirección opuesta al confinamiento y el aislamiento promovido por las internaciones en hospitales psiquiátricos.

Trabajar en el territorio es ira a la calle a construir posibilidades de producción de vida para una población extremadamente vulnerable, significa un trabajo colectivo y de corresponsabilidad y presencia. Trabajo artesanal. E intersectorial porque implica la articulación con diferentes áreas como Educación (educación inclusiva), Cultura, Trabajo (economía solidaria), entre otras. Decimos entonces que la Reforma Psiquiátrica es un proceso complejo y la construcciónn de estas redes es la mayor complejidad.

Con esto reconocemos que todavía hay mucho por hacer, desafíos. Hay también una infinidad de tensiones y conflictos de intereses en su campo tales como subfinanciación, falta de inversión en nuevos servicios (es urgente la creación de más CAPS, más Servicios Residenciales Terapéuticos, más camas en hospitales generales); la precarización de los servicios, consecuencia de la subfinanciación; el cuidado con la salud de los trabajadores y los equipos; la gestión por Organizaciones Sociales (OS) y los diferentes modelos de cada OS, muchas veces contradictorios con los objetivos de la Reforma; la vuelta de los manicomios disfrazados de comunidades terapéuticas para el tratamiento de usuarios de alcohol u otras drogas; las amenazas de retroceso promovidas por la asociación brasilera de psiquiatría y directores de hospitales psiquiátricos disconformes con esta política antihospitalocéntrica y antimedicocéntrica. Preferimos mil veces los conflictos, las tensiones y las divergencias de posiciones a la verdad absoluta y el consecuente silenciar de voces. Buscar soluciones a esta pauta enorme (y hay todavía otras como la formación del trabajador de la salud en las universidades, etc.…), dar lugar a esto, es eso lo que precisamos para seguir avanzando todavía más en la consolidación de esta política pública. ¡Es momento de avanzar, no de retroceder! Por eso gritamos: ¡NO HABRÁ RETROCESO! ¡FUERA VALENCIUS!

*Deborah Sereno es Psicoanalista, docente del Curso de Psicología de la FAHCS/PUCSP (Facultad de Ciencias Humanas y Salud/Pontificia Universidad Católica de San Pablo), doctorada del Depto de Psicología Social de la PUCSP; Supervisora del Programa QUALIFICACAPS MS (2014-2015) sereno.deborah@gmail.com

El artículo original se puede leer aquí