Por Jornalistas Livres
¿Y si Brasil decide que, de hecho, el transporte es un derecho de todos? ¿Y si las calles de la democracia decidieran que no habrá tarifa y que el poder público tiene que producir un cambio de matriz económica de este servicio público urbano, para asegurar la gratuidad de su prestación? ¡Esto es lo que el futuro insiste en decir! La lucha contra el aumento de las tarifas y por un transporte público de calidad ya volvió a llenar las calles del país la primer semana de 2016.
El año apenas empezó y las calles muestran su disposición de lucha. El primer round de 2016, como no podía ser de otro modo, vuelve a ser la batalla de los transportes, abierta desde junio de 2013 y todavía latente en el país. Por ahora, las mafias empresarias van venciendo la guerra. La caja negra de las cuentas del sector sigue cerrada y los lucros de los barones del transporte, intocados. La mejoría en la calidad de los servicios no dejó de ser una promesa en la mayor de las capitales y la paciencia ciudadana se agota.
El siglo XXI, para el transporte público brasilero, está definitivamente lejos de comenzar. Merecen resaltarse los esfuerzos de Fernando Haddad en San Pablo y del intendente Washington Quaquá, que implantó la tarifa cero en Maricá, municipio de Río de Janeiro. Pero de modo general, hablando en serio, la letargia de los poderes públicos prevaleció post-junio y poca calidad democrática se agregó a la gestión de estos servicios públicos que permanecen como verdaderos feudos empresariales.
Mientras tanto la democracia es dinámica y nadie puede callar el derecho a la ciudad en Brasil. Animada por el protagonismo femenino que da el tono a las protestas, la calle volvió a luchar para decir que no va a tener tarifa.
¿Alguien creyó por ahí que Brasil desistiría de la lucha por el derecho al transporte? ¿Alguien por ahí creyó que junio no sirvió para nada? No sirve de nada reprimir las protestas, simplemente porque mañana serán mayores. ¡No hay otro camino posible: tienen que sacar el trasporte público de manos de las mafias empresarias y confiar en la propia democracia!
Sólo cabe al poder público radicalizar la transparencia de los presupuestos del sector y habilitar la participación ciudadana, para que una gestión compartida sea capaz de operar una verdadera transición democrática en este sector vital de los servicios urbanos que los torne efectivamente públicos. ¡Ahora es el momento! ¿Quién tiene el coraje de abrir las alas hacia el futuro?
En la ciudad de mañana que la humanidad en transe construirá para sí, el transporte público es gratuito; gratuito y de calidad para todos. ¡Quien viva, lo verá! El futuro es realmente testarudo. Tanto golpea, hasta que agujerea las viejas estructuras. 2016 está apenas comenzando y no tiene vuelta atrás.