La organización humanista Convergencia de las Culturas está celebrando diferentes actos, como el que ha tenido lugar en la céntrica Puerta del Sol de Madrid, con motivo del aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Con motivo de la misma, ha hecho público el siguiente manifiesto:
Hace hoy ya 67 años, las naciones del mundo se reunieron en un acto solemne para formalizar una Carta de Derechos válida para todos los seres humanos y que fuera universalmente reconocida y respetada: La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Dicha Declaración, pese a sus defectos y limitaciones, se constituyó rápidamente en una referencia válida para las aspiraciones de las personas y los pueblos en todas partes del mundo, inspirando desde entonces todo reclamo y toda denuncia que buscara el avance de la justicia y el respeto por la dignidad humana.
Muchos pasos ha ido avanzando la Humanidad desde entonces. Muchos de sus puntos han ido poco a poco incrementando su cumplimiento, pese a las dificultades y resistencias de un Sistema deshumanizante. Muchos otros siguen siendo tan sólo bellas aspiraciones aún en el campo de la “utopía”. Pero hay dos de ellos en especial que siguen siendo considerados meras figuras decorativas dentro de un cuadro de situación decepcionante: el Derecho de Asilo y el Derecho de Libre Circulación y Libre Elección de Residencia.
Todos tenemos aún recientes en nuestra retina las imágenes de los miles de refugiados arribando a suelo europeo y el trato del que han sido objeto por parte de las autoridades de la “civilizada” Europa. Esa vieja Europa que fue impulsora de las Guerras Santas, del Esclavismo y del Colonialismo, pero también de los ideales humanistas de Libertad, de Igualdad y de Democracia, mostró nuevamente sus contradicciones: por un lado miles de ciudadanos solidarios recibían con brazos abiertos a los desplazados, ofreciendo sus casas y llevando ropa y comida a los puertos y estaciones de tren, mientras sus gobiernos entorpecían cualquier intento de concretar una respuesta humanitaria coordinada y colocaban en sus fronteras nuevas vallas y férreos controles para intentar frenar el éxodo que ellos mismos contribuyeron a provocar con sus intervenciones militares expresas o encubiertas.
¿Dónde quedó el derecho a la libre circulación y a la libre elección de residencia? ¿Fue detenido y eliminado por la policía de frontera húngara? ¿Quedó hecho jirones en una concertina en Ceuta o Melilla?
¿Y dónde quedó el derecho de asilo? ¿Quedó acaso enterrado bajo el lodo de los saturados campos de internamiento? ¿Fue borrado de aquella carta fundamental por acción del olvido de la propia historia?
Una vez más, se demuestra cómo los gobiernos actuales van muy por detrás en el proceso de avance de la Humanidad, mientras los pueblos dejan entrever al nuevo Ser Humano solidario y no-violento.
Por todo lo expuesto, hoy hemos de reafirmarnos en lo expuesto por el pensador y fundador del Movimiento Humanista, Silo, en su obra “Humanizar la Tierra” cuando se refiere a los Derechos Humanos:
“Los Derechos Humanos no tienen la vigencia universal que sería deseable, porque no dependen del poder universal del Ser Humano, sino del poder de una parte sobre el todo. Si los más elementales reclamos sobre el gobierno del propio cuerpo son pisoteados en todas las latitudes, sólo podemos hablar de aspiraciones que tendrán que convertirse en derechos.
Los Derechos Humanos no pertenecen al pasado, están allí en el futuro succionando la intencionalidad, alimentando una lucha que se reaviva en cada nueva violación al destino del hombre. Por esto, todo reclamo que se haga a favor de ellos tiene sentido porque muestra a los poderes actuales que no son omnipotentes y que no tienen controlado el futuro.”