“Hoy, mínimamente, y por el solo hecho de haber nacido en un medio social todo ser humano requiere adecuada alimentación, sanidad, vivienda, educación, vestido, servicios… y llegando a cierta edad necesita asegurar su futuro por el tiempo de vida que le quede.”(1)

 

Por Pachi Álvarez

Reflexionando sobre la frase anterior, podemos decir que actualmente en España, con carácter público y universal -para toda la población-, disponemos de una salud, educación y pensiones (en este caso, en un sistema con cobertura diferente por cotización o por no cotización previas) para toda la población.  Estos derechos, por cierto, están siendo sometidos a un ataque y deterioro considerables por los gobiernos neoliberales sucesivos, facilitándose progresivamente la instalación de un modelo privado paralelo a través de las compañías de seguros médicos, escuelas concertadas controladas en su mayoría por la Iglesia católica y planes de pensiones de los bancos. Todos ellos, por supuesto, previo pago.

Quedarían pendientes los derechos también universales (para todos los ciudadanos) del acceso a una vivienda digna, pública y gratuita, así como una renta mínima  (aportación económica) que facilite el acceso a unos adecuados alimentación, vestido y servicios.

No parece que haya habido problema para comprender y asumir los beneficios de la cobertura universal de la salud, educación y pensiones. Pero ¿Qué pasa con la vivienda y una renta básica universal? ¿Qué «toca» directamente, a qué afecta, que no está resuelto y, por consiguiente, no son una conquista social todavía.

Con la vivienda, podemos comprender fácilmente que hasta que no se diferencie claramente en la sociedad qué es vivienda básica necesaria, blindada a toda especulación, y qué son inmuebles susceptibles de especulación, no habrá avance. En el pasado, prácticamente toda la población ha jugado a especular con la vivienda de un familiar que se conseguía en heredad, o que alcanzaban a comprar para venderla revalorizada; mientras, las constructoras y grandes capitales realizaban las grandes transacciones y especulaciones haciendo el auténtico negocio con los denominados “bienes raíces”. Así, todos éramos de algún modo cómplices y responsables de esa vorágine especulativa que se ha venido en llamar «burbuja inmobiliaria».

En lo que respecta a la Renta Básica Universal también la cosa está clara. Se habla del dios dinero(2) . Y aquí es donde nuevamente los humanistas chocamos con lo comúnmente admitido, no aceptándose de manera general el avance histórico que supone el reparto de la riqueza. Entendido en clave de lectura del «mito», el problema se justificaría. Pero, ¿Qué es eso de repartir a dios para todos?. El dios dinero no está para repartirse con equidad a la población; está para que la población compita, luche, traicione y venza para estar cerca de él. Así es como los elegidos pueden destacarse, los demás directamente no son dignos. Ésta es la cuestión a reflexionar ¿Cómo nos emplazamos frente al dinero?

La cuestión de la Renta Básica Universal (RBU) —una herramienta económica— de asumirla como fundamental en las aspiraciones humanistas es debido a que vivimos bajo el imperio del dinero. Si las condiciones fueran otras, entonces se discutiría sobre la herramienta pertinente que impulsara un acercamiento para lograr el ideal expresado arriba y encaminarnos hacia la Nación Humana Universal.

En esa dirección, debemos reivindicar su reconocimiento en una nueva Constitución, junto con las necesidades básicas comentadas al principio, y así peraltar los cinco derechos humanos universales dignos de una sociedad humanista.

1. Silo. Cartas a mis amigos. “Carta I”. León Alado. Madrid, 2013.
2. Ibídem. “Carta VI”.

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Este escrito es síntesis de varios intercambios entre los miembros de Humanistas por la Renta Básica Universal, de cuyo colectivo forma parte Pachi Álvarez.