La referente de la comunidad Winkul Newen fue juzgada, y declarada inocente, por el primer jurado intercultural de América Latina: estuvo integrado por seis mapuches y contó con traducción simultánea. Relmu tiene 38 años y nació en Esquel. Como su mamá biológica no pudo criarla, fue adoptada por Héctor y Silvia Soaez. Perfil de una mujer que lucho primero por su identidad y luego por su pueblo.
Relmu Ñamku nació en Esquel hace 38 años. Como su mamá, Marina, no pudo criarla la dio en adopción apenas nació. Relmu fue adoptada por Héctor y Silvia Soaez, una pareja que esta semana se emocionó hasta las lágrimas al escuchar que su hija había sido absuelta por “tentativa de homicidio”, el delito que se le imputaba desde 2013. La referente de la comunidad Winkul Newen fue juzgada por el primer jurado intercultural de América Latina, por un hecho sucedido el 28 de diciembre de 2012, en el paraje Portezuelo Chico, a 30 kilómetros de Zapala, Neuquén.
Ese día, cuando los miembros de la comunidad bloqueaban un establecimiento petrolero, llegó una orden judicial para desalojarlos. Los miembros del LOF –como se llama a la forma de organización mapuche- se defendieron con piedras y una oficial de justicia sufrió la fractura del tabique nasal. Por eso, la acusaron a Ñanku de “tentativa de homicidio” y a Martín Maliqueo y Mauricio Raín por “daños agravados”. El miércoles todos fueron absueltos. El jurado estuvo integrado por seis mapuches y contó con traducción simultánea al mapuzungun, el idioma oficial del pueblo.
La comunidad Winkul Newen desde 2010 mantenía los cruces con el accionar de la empresa petrolera Apache Corporation, que explotaba pozos en territorio mapuche y con el tiempo se hicieron cada vez más recurrentes. La comunidad incluso puso un alambrado para proteger el territorio en 2012 y le cerró el paso a la empresa.
En diciembre de ese año se escucharon los motores de autos y camionetas. Salieron a ver qué pasaba y vieron móviles policiales, grúas y camionetas de la empresa. De allí una mujer se acercó con un papel en su mano y una lapicera. Relmu fue a su encuentro. La mujer era la oficial de Justicia Verónica Pelayes, que traía en su mano una orden de desalojo firmado por la jueza Ivonne San Martin.
Cuando intentó leerles a Relmu y al resto la ordenen, no la dejaron y la sacaron del territorio mapuche. “Rajá”, le dijo la referente en reiteradas ocasiones. Pero la oficial de justicia, de manera intimidante y faltando el respeto, empezó a gritarles:
-Si es una comunidad, traigan los papeles -se le escuchó decir aquella tarde a Pelayes.
-Ustedes no son mapuches -les recriminó.
-Qué sabés vos del tema mapuche -respondió Relmu-. Y agregó:
-No sabés nada, tenés que volver a la primaria.
-Esto es una ruta -les dijo Pelayes.
La comunidad notó que la topadora estaba prendida y que comenzaba a avanzar en territorio mapuche. Allí comenzaron los piedrazos. Fueron sólo cinco minutos. La excusa perfecta para la criminalización. A los pocos días los referentes de la comunidad habían sido detenidos y con la intervención de abogados y organizaciones luego liberados y así se armó la causa judicial que los tuvo en el banquillo hasta que fueron declarados no culpables esta semana.
Resistir y luchar
Durante las cinco primeras audiencias a Relmu la llamaron Carol Soaez, como figura en su DNI con el apellido del hombre que la adoptó. Al sexto día, cuando llegó el turno de dar su testimonio, habló en mapuzungun y tras saludar a las autoridades de su comunidad y al jurado presente dijo:
-Esta es mi historia. Mi nombre es Relmu Ñamku, siempre en todas las audiencias me llaman Carol Soaez. Me siento con la obligación de contarles a todos ustedes; al jurado y al público, a la querella y a los fiscales quien soy, como para poder contextualizar mi comunidad Winkul Newen.
Tras un silencio, agregó que le daba “pena” contar sus intimidades para que puedan entenderla y la fiscalía dejara de acusarla “injustamente”. La fiscal Sandra González Taboada, que la imputó y llevó a juicio por un delito que no cometió, miraba su cuaderno sin sacar la vista de ahí. Meses antes del incidente de Portezuelo, González Taboada había desistido de investigar una denuncia de la comunidad por la agresión de una patota petrolera, que golpeó a una embarazada y una anciana.
En la carpa blanca montada para el juicio, Relmu contó su historia, con el amor que la criaron sus padres adoptivos, a quienes señaló en la audiencia, cómo se hizo fuerte por ellos y cómo también desde el principio supo que ella era mapuche. “Porque mi mamá es mapuche, vengo de un vientre mapuche, soy mapuche”, dijo con orgullo.
Relmu también contó la posibilidad que tuvo de estudiar y viajar a Córdoba, donde hizo una tecnicatura en idiomas y culturas indígenas. “Me recibí de esa tecnicatura pero había en mí una intranquilidad. Si bien sabia esta historia que les cuento, no era natural para mí, si bien sabía que era mapuche no podía resolver mi día a día”, detalló. Volvió al sur y tras mucho desearlo, a los 21, conoció a su mamá biológica. Para mí fue algo muy bueno porque cerré un ciclo y comencé otro. No para recriminar sino conocer de dónde venía”. También supo que tenía ocho hermanos y contó que los fue conociendo de a poco.
En Neuquén el pueblo mapuche resistía y luchaba por sus derechos y por reconstruir su cultura y Relmu pudo ver cómo era su fortaleza. “Empecé a trabajar en un centro cultural mapuche fue un proceso hermoso aprendí telar, alfarería y también aprendí algo de mapudungun porque teníamos esa posibilidad del contacto y relación con comunidades. Esa deuda que tenía conmigo, con mi cultura lo aprendí en ese tiempo”.
Allí también contó que le tocó un “proceso fuerte, un proceso que es conocido aquí como un proceso de reconstrucción del pueblo mapuche y del lado del gobierno un proceso de enfrentamiento con el pueblo mapuche”. Y agregó: “En aquellos años más de 10 comunidades mapuches tomaron su forma organizativa como comunidad, porque no es que nos fuimos del territorio, sino que producto de la colonización, producto de la reducción territorial fuimos perdiendo nuestra cultura, y entre eso perdimos nuestras estructura organizativa como comunidad, como LOF también perdimos el respeto hacia nuestras autoridades”.
Una fiscal endeble
El periodista Darío Aranda realizó la cobertura del juicio para Amnistía Internacional Argentina, que ofició de observadora en el debate, y escribió notas para el diario Página/12 sobre el caso también. La fiscal González Taboada no fue nada sutil al saber quién era el periodista que había escrito una nota sobre el caso. “La fiscal que pide 15 años de cárcel para Relmu Ñamku por un piedrazo que además no está comprobado me encaró al final de la audiencia, me hizo venir a buscar por la policía porque quería hablar conmigo”, contó a radio La Retaguardia el periodista y contó que la fiscal le dijo “que su artículo era mentiroso”.
“Mi respuesta, por ende, fue que me estaba llamando mentiroso a mí, y se dio una suerte de discusión donde ella me quería llevar a su oficina y yo quería mantenerla en un lugar público, aunque estaba rodeado de policías. Si ese es un manejo con un periodista de Buenos Aires de un medio nacional, imaginen con el pueblo mapuche”, dijo Aranda.
El abogado Darío Kosovsky, defensor de Relmu, dijo que la fiscal «menospreció a la ciudadanía» al sostener que el jurado popular, que esta semana declaró inocente a la referente mapuche, lo hizo intimidado o condicionado por «presiones externas». «El pueblo no le tiene miedo al pueblo y los jurados no deciden sobre la misma lógica que los técnicos. Emiten el veredicto sin temer a las consecuencias para sí, no esperan un ascenso por una decisión favorable a los intereses del poder, no especulan con ganar cargos con su fallo», dijo.