Pepa Roma es una importante escritora y periodista española entre cuyos temas de interés están los viajes, la política internacional, el periodismo de investigación, que la ha llevado a los más diversos rincones del planeta, y también los movimientos sociales globales.
Su libro “Jaque a la Globalización” del 2001, nos permitió entender mejor y a profundidad la primera explosión global que cuestionó al sistema capitalista neoliberal desde la caída del muro de Berlín.
Había esperanzas.
Habiendo pasado algunos años con los respectivos cambios, nuevas generaciones y luchas de por medio, queremos tener su visión respecto a varios tópicos que a continuación le consultamos y que con gran amabilidad nos respondió.
– Pepa, ¿cómo caracterizaría ese movimiento global surgido en 1999 en Seattle y cuál es su relevancia particular en comparación con otros movimientos previos y posteriores?
R – Creo que es el primer movimiento internacional, con participación de representantes sociales de diferentes países de todos los continentes que se manifiesta de forma unánime y coordinada contra el modelo de neoliberalismo que se está globalizando desde la caída de la URSS y regímenes comunistas de la Europa del Este. Por ello del encuentro y protesta en Seattle surgen los términos ‘globalización’ -referido a la globalización financiera- y ‘antiglobalización’ al movimiento ciudadano que se crea para oponerse a ella. Un término éste que al principio resulta confuso y muchos no entienden, porque el término ‘globalización’ se había empleado antes casi exclusivamente referido a la globalización de las comunicaciones y medios de información, en referencia al término de ‘aldea global’ de McLuhan. Todos saben que la globalización de las comunicaciones es imposible de detener o revertir, especialmente después de la llegada de internet, un instrumento que, por otra parte, es determinante en la propia organización y red que crean los activistas antes y después de Seattle. Por ello, el movimiento pasa a llamarse a sí mismo, en posteriores encuentros, como ‘alterglobalizador’ en referencia a la defensa de otro tipo de ‘globalización’ que no pase por el neoliberalismo. Por ello, después de Seattle, todas sus grandes concentraciones y protestas se producen ante la sede de los grandes organismos que dictan la política económica mundial, como el Banco Mundial, el FMI o la OCDE y con ocasión de sus cumbres.
Ese movimiento alterglobalizador que sale de Seattle toma prestadas muchas premisas y formas de activismo empleadas antes por los movimientos de los 60, entre ellas la protesta lúdica y pacifista, con concentraciones que se organizan con las técnicas de resistencia pacífica de Mahatma Gandhi. Pero hay grupos radicales, que beben en la tradición libertaria, quienes son partidarios de atraer la atención de los medios de comunicación con acciones de sabotaje contra oficinas bancarias, o provocando enfrentamientos con la policía. Eso dará lugar a una rápida demonización de ese movimiento, impidiéndole enlazar con las masas de clase media de los distintos países que empiezan a estar afectadas por el neoliberalismo imperante. Habrá que esperar a que los jóvenes y las clases medias europeas se descubran víctimas de la crisis y de las mismas políticas de ajuste impuestas por el FMI para que empiecen a surgir movimientos como el del 15-M en España o partidos que tratan de canalizar esa protesta y demanda de cambio social, como lo es Podemos.
Como la protesta de Seattle fue hace ya casi 16 años, los jóvenes del 15-M que irrumpen en la Plaza del Sol de Madrid apenas habían tenido noticia de ella, por ello muchos creen que ese tipo de movimientos ha nacido con los Indignados de Madrid, pero para mí es solo una continuación y se inscribe en la misma línea de reivindicaciones que se articulan por primera vez en las protestas de Seattle.
– ¿Cuáles fueron los orígenes de esta revuelta global ante el sistema? Me refiero a los años previos a Seattle, en que todo parecía muy apático (la generación X, la indiferencia de la música grunge, etc.) ¿Cómo se fue gestando este estallido en EEUU, Europa y el mundo?
R – Tras la caída de la URSS las políticas económicas liberales impulsadas por las grandes corporaciones y EE.UU, se encuentran sin ningún freno ideológico ni geográfico para su expansión planetaria. Los países mejor protegidos por el Estado del Bienestar, como los de Europa, vivimos en un largo limbo o inopia. Los mismos partidos de izquierda o socialistas, cuando gobiernan, adoptan reformas laborales y recortes en aras de la ‘eficacia’ de la cosa pública, dando por sentado que el capitalismo es el único sistema posible, tras el estrepitoso fracaso del comunismo. Así, políticos y prensa, instauran eso que se ha llamado ‘pensamiento único’. Contribuye a ello el que son años en los que hay una propaganda mediática en donde se habla constantemente de altas cifras de crecimiento en los países donde se están aplicando las políticas neoliberales impuestas por el FMI, como los llamados ‘Tigres’ del Sudeste Asiático.
Nadie ve otro modelo económico, social o político alternativo. Por lo que los jóvenes de Occidente se despolitizan, individualizan, y su nuevo modelo es el del yuppie que a los 30 años ya se ha hecho millonario con un ‘pelotazo’ financiero.
Pero no sucede lo mismo en el mundo en desarrollo o bajo dictaduras, que se revelan pronto como países donde tras las cifras macroeconómicas, con altos índices de crecimiento del PIB, se esconde una microeconomía cada vez más devastadora para clases medias, campesinos y trabajadores, con una desigualdad social y pobreza creciente y regímenes de trabajo que rayan en la esclavitud.
Por no hablar de las guerras de expolio de materias primas impulsadas por intereses económicos occidentales en África, que tienen en los dictadores su mano ejecutora. Es en esos países de Asia, también América Latina, África, donde crece desde hace muchos años la conciencia de su expolio por parte de unas multinacionales que operan sin freno con la ayuda de las políticas de liberación económica que el FMI impone a los gobiernos.
Son años de manifestaciones en muchas partes del mundo mientras los jóvenes de Occidente parecen dormidos, y a las que no empezamos a prestar atención hasta las masivas manifestaciones que derrocan a Suharto en mayo de 1998. Por primera vez las pancartas que salen a la calle no son sólo contra el dictador sino contra el FMI, al que consideran detrás de las políticas económicas del mismo Suharto. Creo que éste es el antecedente más directo de Seattle y de lo que ha de venir después.
El otro antecedente visible directo es el Movimiento Zapatista del Comandante Marcos, en México. No en vano entre la red de profesores, estudiantes, sindicalistas y jóvenes de todo el mundo que organizan ‘Seattle’, se encuentran de forma prominente los procedentes de Malasia, Indonesia, y otros países del Sudeste Asiático, que han vivido de primera mano la crisis financiera de 1997 -ésa que primero nos advierte del castillo de naipes tan volátil que es el nuevo capitalismo financiero. También movimientos indígenas de Chiapas y otros países de Latinoamérica, con participantes como Evo Morales y Lula, que aparecen en Seattle como líderes sindicales campesinos.
Es entonces cuando nos damos cuenta de que la juventud europea y norteamericana ha tenido también un protagonismo muy importante como parte de las ONG. Así, en los años previos a Seattle, mientras una parte de la juventud europea vive en un limbo hedonista e individualista, otra parte se lanza al mundo de la mano de Médicos sin Fronteras y otras ONGs. Son estos los que empiezan a traernos las noticias de campesinos de la India y Tailandia que pierden su tierra y con ella sus medios de subsistencia a manos de las multinacionales del agro, la esclavitud de niños en las fábricas de Nike en Indonesia, etc. También es gracias a esas ONGs que las Naciones Unidas elaboran muchos de sus informes sobre la escalada de la pobreza.
Allí donde miremos, la sociedad se está moviendo con marchas de indígenas que ven sus derechos pisoteados, sobre todo en América Latina donde, además de las zapatistas, hay muchas movilizaciones por todas partes a las que no prestamos atención porque las tomamos por fenómenos aislados y heterogéneos.
En Estados Unidos, en cambio, hay un sector de los jóvenes y antiguos profesores de Berkeley, que permanece implicado desde los 60’s en el cuestionamiento de un sistema que conocen muy bien desde dentro. Por ello, no es extraño que la primera gran eclosión de la protesta se dé en su territorio. En Seattle los vemos aparecer desde todas las partes del mundo y juntarse en una reclamación común: No a las políticas neoliberales que solo están trayendo más desigualdad y pobreza a todas partes.
– ¿Cuál es la proyección de ese movimiento hasta el día de hoy, atravesando más de 15 años y más de una generación de jóvenes de por medio?
R – El aparato de pensamiento único que son los grandes medios de comunicación en el mundo -no olvidemos que la crisis ha dejado a la mayoría a la merced de bancos y poderes financieros-, nos los hace ver de forma atomizada o como movimientos y protestas aisladas que nacen y mueren en sí mismas, desde Jakarta a las llamadas Primaveras Árabes, Syriza en Grecia o Podemos en España, pero, en realidad, todas manifiestan planteamientos y aspiraciones comunes. Creo que forman parte de una aspiración universal a la democracia. Una democracia regenerada, real, participativa, al servicio de los votantes y que permita el acceso a un bienestar y reparto mínimo de la riqueza que hoy está secuestrada por una aristocracia financiera mundial al servicio de la cual están los grandes organismos económicos internacionales como el FMI y políticos corruptos. Creo que esta aspiración se ha globalizado totalmente gracias a las comunicaciones e internet, y no tiene vuelta atrás, por muchas guerras y políticas represivas que existan.
Por ello, creo que las protestas crecerán, así como los reiterados intentos para canalizar estas aspiraciones a la política y acceder a los puestos de decisión o de poder.
Uno de los primeros fue Ralph Nader, al presentarse como candidato a las elecciones presidenciales en EE.UU., que siguieron a la revuelta de Seatle -de la que fue uno de sus impulsores- y el último ejemplo lo tenemos hoy con el Podemos en España. Muchos se quedan en meros intentos, que servirán a los que vengan después para aprender de errores y retomar la antorcha.
Pero otros ya llegaron al poder, como Lula o Evo Morales. También de los errores y aciertos en su forma de gobernar, que inicialmente se quiso diferente o alternativa, aprenderán los que vengan después, dispuestos a tomar la antorcha de la re-democratización profunda que está reclamando la sociedad en todas partes.
– ¿Qué relación ve entre el movimiento antiglobalización neoliberal, el antiguerra en Irak de mediados de los 2000 y el de los Indignados de la presente década? ¿O son momentos, causas y generaciones completamente distintas?
R – Creo que hay un hilo conductor directo entre los tres. Basta haber seguido las webs de los movimientos principales que participaron en Seattle, como ‘Public Citizen’ en los años que median entre Seattle y las grandes manifestaciones pacifistas contra la intervención en Irak, para ver como las consignas que ayer iban dirigidas contra los organismos económicos internacionales se vuelven consignas contra la guerra. Creo que el pacifismo de esos años sirve para ampliar la conciencia y protesta contra el estamento económico militar que nos gobierna entre un número cada vez mayor de ciudadanos.
En España fue decisivo para la derrota del premier José María Aznar en las elecciones, tras haber implicado a España en Irak, lo que desata las mayores manifestaciones desde el final del franquismo. Manifestaciones que dieron un vuelco de última hora a las encuestas llevando a la victoria del socialista Rodríguez Zapatero, quien se presentó con la consigna de retirarnos de Irak, y ésta fue la primera medida y la más aplaudida que tomó en su gobierno. Pues bien, gran parte de los que participaron en aquellas protestas pacifistas son hoy los padres de los jóvenes o los mayores que hemos visto en las concentraciones de los Indignados del 15-M.
– En su libro hablaba de la ciudad de Eugene, en el estado de Oregon, EEUU, como uno de los puntos centrales de la contracultura que acompañaba al mov. antiglobalización neoliberal, algo así como el San Francisco del hippismo de los 60s. ¿Qué vio allí y qué sigue pasando en ese lugar? ¿Por qué su relevancia?
R -Tras la masiva y sorprendente protesta de Seattle en diciembre de 1999, todos nos preguntamos qué había sido aquello, ¿de dónde habían salido indios con plumas del Amazonas junto a campesinos franceses o profesores e informáticos de Malasia, ecologistas con sari o trajes africanos de la India o Kenia? Por ello, El País, periódico en el que trabajaba en ese momento, me encargó que fuera a averiguar cómo se había gestado e investigar las características del movimiento.
Vi que una parte muy importante del contingente había salido de San Francisco y de Oregón, dos estados cercanos, y también que entre los convocantes del encuentro estaban sindicalistas dirigidos por la facción más progresista representada por Amy Dean en San Francisco; asociaciones ciudadanas norteamericanas, muchas de ellas relacionadas con la corriente dentro del Partido Demócrata que lleva tiempo reclamando una regeneración profunda de una democracia que consideran ha dejado de estar al servicio de los ciudadanos; ex hippies, ex profesores notables que participaron en las revueltas de Berkeley en los años 60s -entre los que se encuentra Ralph Nader, fundador de Public Citizen-; junto a jóvenes anarquistas, ecologistas y de diverso signo. Pues bien, viajé a Estados Unidos para entrevistarme con representantes de todos estos movimientos. De ello surgió no solo el reportaje: «Eugene, capital mundial de la nueva contracultura», que ocupó varias páginas centrales de El País, sino entrevistas que fueron publicadas aparte en el dominical de ese mismo periódico, como la dedicada a Amy Dean, u otras publicadas y que fui haciendo posteriormente con otros protagonistas de la protesta, como el francés Josė Bové, un ex activista de mayo del 68 en Francia dedicado a la agricultura biológica.
Eugene en Oregón mereció un gran reportaje, no solo porque de ahí salió un fuerte contingente, sino porque era en sí misma una ciudad donde se concentraban todos los elementos que habían hecho posible la protesta de Seattle. Al convertirse San Francisco en los años 80 en la capital de los yuppies, con Silicon Valley y el encarecimiento de la vivienda y la vida, gran parte de los ex hippies o gente de la contracultura que había buscado un tipo de vida alternativa en los pueblos bohemios de ‘la Bahía’ emigra al estado vecino del norte, Oregón, más primitivo, más barato, donde se establecen en comunas agrícolas. Cultivan inicialmente productos ecológicos para la auto subsistencia, pero surgen cooperativas y mercados locales de trueque para los excedentes. La organización de estos neo agricultores ecológicos empieza a funcionar tan bien que pronto Oregón se convierte en el primer productor y exportador de productos biológicos de Estados Unidos.
Esos grupos, al mismo tiempo, se organizan dentro de Eugene creando cafés libres y espacios de encuentro donde solo paga el que puede hacerlo y circulan muchos productos gratis para la comunidad.
Expulsados del paraíso californiano, se encuentran en una tierra donde han hecho realidad muchos de sus antiguos postulados hippies. Otros que han sido expulsados, en realidad purgados, de California son veteranos profesores de Berkeley, que encuentran acomodo en la Universidad de Eugene. Aquí organizan boletines de prensa alternativa, al estilo de la que circulaba en Berkeley en los 60s, y se rodean de nuevos alumnos y discípulos que proceden de todo el mundo y que expanden sus ideas con boletines alternativos en su lengua y para sus países, como es el caso de ‘Helicóptero’ del chileno Jesús Sepúlveda.
Así pues de la Universidad de Eugene, vemos partir no solo otro contingente, sino un modelo de veteranos contraculturales y nuevos movimientos estudiantiles que convergen en Seattle. También en Eugene surge la mayor comunidad de inspiración libertaria alrededor de un pensador y autor de varios libros llamado John Zerzan, partidarios de ir a la confrontación con la policía en las manifestaciones, frente al resto de colectivos que se declaran pacifistas. Esto vuelve a instaurar el viejo debate presente en la contracultura norteamericana desde los 60: activismo político radical frente a pacifismo.
Eugene es también el centro del debate del momento. Todo ello hace de esta ciudad de Oregón un crisol, tubo de ensayo y barómetro de las características y fuerza del movimiento que surge de Seattle.
– ¿Qué relación ve entre los movimientos altermundistas y los gobiernos de izquierdas que surgieron en América Latina al poco andar (Brasil, Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina y otros)?
R – Veo una relación directa, y no porque nazcan de Seattle, sino porque allí toman visibilidad con la participación de muchos y diversos líderes o colectivos indígenas y sindicales, se reconocen en sus puntos en común movimientos que antes llevaban luchas aisladas en sus respectivos países, toman conciencia de que no están solos, crean red entre ellos, y empiezan a empoderarse de su destino, muy especialmente los indígenas que empiezan a encontrar formas de canalización hacia la política.
Evo Morales y Lula son participantes en Seattle, que posteriormente llegan al poder y ejercen una gran influencia sobre otros países donde se daba por imposible hacer un cambio en las élites gobernantes.
En el caso de Venezuela, no creo que el chavismo emerja o tenga que ver con ese movimiento, pero creo que Chávez sí encuentra el terreno abonado para tomar el protagonismo en plantar cara al poder antes incuestionable de EE.UU. y no solo se monta en la ola antiimperialista, sino que la hace crecer y termina convirtiéndose en la cara más visible de este cuestionamiento a las políticas de la gran potencia con sus multinacionales. Esto hace que se atraiga las simpatías de una parte de la izquierda internacional que ve en él al único adalid contra el ‘dictat’ económico que viene del norte. Y creo que esto puede explicar, en parte, las simpatías iniciales de los líderes del Podemos español por el chavismo.
Pero Chávez también divide a esa misma izquierda por su forma de gobernar en la que prima el personalismo y se resienten las libertades, tan diferente a los postulados democratizadores y participativos que salen de Seattle y reuniones posteriores de los alterglobalizadores en Porto Alegre, Brasil.
– ¿Qué relación ve entre estos movimientos altermundistas y proyectos políticos actuales como el de Podemos en España, Syriza en Grecia, el Partido Democrático de los pueblos en Turquía, o figuras como Bernie Sanders y Jeremy Corbyn en EEUU y UK, respectivamente?
R – Con Podemos y Syriza veo una relación directa, también con los movimientos estudiantiles de las llamadas ‘Primaveras Árabes’. El caso de Turquía, Sanders o Corbyn los he seguido menos directamente y no tengo aún una opinión claramente formada. Lo que sí he detectado es que muchos temas introducidos en la agenda política por Podemos o los movimientos ciudadanos, como los relacionados con la transparencia o corrupción, están siendo incorporados por otros partidos y políticos como parte de un lavado de imagen o a veces incluso como mera propaganda. Creo que la naturaleza real de esos movimientos se detecta, además de por sus medidas y lucha anti-corrupción, sobre todo por su modelo de distribución de la riqueza y el cuestionamiento de las políticas de ajuste neoliberal. Miremos su programa económico y sabremos quién es quién. Lo demás son adornos o aditivos mediáticos.
– ¿Ve un hilo conductor entre el movimiento antiglobalización neoliberal y la revuelta global juvenil de los 60s con todas sus contraculturas, luchas anti-guerra y expresiones políticas y generacionales?
R – Sí, como he dicho antes, el movimiento alterglobalizador en los países desarrollados de Occidente está formado desde el principio por la confluencia de veteranos del mayo francés, de las revueltas de Berkeley y otros movimientos de los 60s con diferentes colectivos de jóvenes de hoy, desde hackers a los que han trabajado en ONGs en diferentes partes del mundo. Creo que lo que hoy llamamos ‘anti-neoliberalismo’ es solo una forma adaptada a los nuevos tiempos de lo que en los 60s se llamaba ‘anti-consumismo’ o ‘anti-capitalismo’. Las movilizaciones contra las guerras y contra el sistema que las produce han ido, desde Vietnam, de la mano.
– ¿Ve que las metodologías No-violentas son una característica entre la mayoría de los movimientos críticos al sistema globalizado?
R – En las primeras manifestaciones de los alterglobalizadores contra los organismos económicos internacionales siempre había un pequeño sector de jóvenes partidarios de ir al choque con las fuerzas del orden para adquirir notoriedad mediática. Pero esto sirvió solo para que el movimiento fuera demonizado ante la opinión pública. Hoy toda metodología que entrañe algún tipo de violencia es apartada y rechazada por los movimientos ciudadanos.
Personalmente creo que solo estrategias de resistencia no violentas pueden llevar hoy a cualquier movimiento ciudadano a buen puerto. Especialmente frente a los que o se disponen a utilizar las armas para resolver los problemas. Frente a la fuerza de las armas o el dinero, los ciudadanos solo se tienen a sí mismos y su conciencia. Esta es su fuerza y hay muchas formas de hacerla valer.
– ¿Cómo cree que se puede repotenciar la causa y el movimiento anti o alter globalización corporativa neoliberal? ¿O piensa que se mantiene con buena salud y solo está algo invisibilizado?
R – Creo que básicamente está invisibilizado. Los medios lo hacen de muchas maneras. Una de ellas es presentarlo atomizado, como protestas efímeras que surgen y fracasan o desvanecen, como es el caso de las Primaveras Árabes o el propio 15-M de Madrid. Otra es demonizarlos de múltiples maneras, asociándolos al chavismo, a regímenes ‘terroristas’, presentándolos como ‘antisistema’, ‘desestabilizadores’, etc. Esto contribuye a separar y desanimar al ciudadano medio que estaba acercándose a ellos. Otra fórmula, es sacarlos de la agenda mediática, desviando la atención del debate sobre la economía y lo social -como los introducidos por Podemos y Syriza en Europa- hacia otros problemas graves y acuciantes y más espectaculares, como la guerra Siria y los ataques yihadistas en Europa. Y finalmente, la represión directa.
Luego están los errores propios de esos movimientos y sus partidos, con sus personalismos, divisiones, incapacidad para gestionar la pluralidad interna de posiciones, etc.
Creo que para repotenciarlo hay que ser muy consciente de las armas que existen para borrarlos una y otra vez del mapa político o mediático; hay que tomar conciencia de los que nos preceden, de la parte que ocupamos en esa larga marcha planetaria, y no creerse que son los primeros o el centro del mundo porque el New York Times hable de los que se han concentrado en la Puerta del Sol o Wall Street, como si se tratara de algo nuevo; conectarse -esto es vital- con los que comparten los mismos problemas y planteamientos en todo el planeta; considerarse un eslabón o paso más de un movimiento más universal y cultivar una modestia, que a veces falta en movimientos que nacen como asamblearios, pero donde enseguida se imponen y son diezmados por los personalismos; no dejarse llevar por la euforia mediática del momento; evitar caer en los ‘aparatchik’ que han hecho fracasar a la izquierda tradicional, abrir y abrir posturas y debates. Pero sobre todo una tenacidad sin fin.