Por Federico Palma
Pase lo que pase el domingo, este ballotage es un triunfo de la Democracia argentina. Y para el Campo Popular será un enorme aprendizaje que trascenderá lo electoral, de eso no caben dudas.
La grieta ideológica de la pequeña burguesía es irreversible, la nulidad política de la izquierda tradicional más evidente que nunca, y en definitiva quedará por dirimirse en un nuevo round entre la industrialización protegida y el primarismo terrateniente en un match donde el poder financiero se frota las manos y chupa su cigarro impregnado de scotch.
Para la Derecha Conservadora es una novedad histórica de despliegue democrático, y la reconfirmación de que el rancio populismo que supo cultivar el autonomismo del fin d’siecle decimonónico puede adaptarse perfectamente a las técnicas del neoliberalismo posposposmo. Más allá del resultado, el producto político Cambiemos es una reedición de la Unión Democrática del ’55 y signo de los logros psicosociales del Proceso de Reorganización Nacional. El Cambio como mandato ético falsificado versus el Progreso como compromiso cívico soberano.
Si bien mi mirada es estrecha y puedo pifiarle fulero, en estas semanas siento que finalmente se está gestando una fuerza política con identidad y fuerza propia. Una Centro Izquierda Nacional que atraviesa las categorías de «clase obrera» y «clase media», que no es novedad: se ha llamado antes radicalismo y peronismo, y quién sabe cómo se llamará en el futuro.
Del alfonsinismo y el kirchnerismo inorgánico, que se ha colado por las rendijas de las historias partidarias desdibujadas por las claudicaciones ideológicas e históricas de todas las fuerzas políticas progresistas, ha ido creándose el continente y baluarte de lo que es ya hoy una mayoría política con conciencia de su capacidad transformadora.
Resta esperar el resultado del domingo, independientemente del cual los destinos de la Patria se dirimirán, como siempre, metro a metro en los territorios, en la dinámica de fidelidades y traiciones que peronistas y radicales hagan a sus historias, y en el compromiso real que ese nuevo actor político asuma en vistas del Bicentenario de la Independencia.
«Serás lo que debas ser, o no serás nada.»