Os escribo desde Madrid y lo hago en castellano. Me gustaría escribiros en vuestra lengua pero desgraciadamente no la hablo, aunque me gustaría poderlo hacer.
Os comento también que nací por casualidad en un lugar de lo que llaman España y en una familia, que tampoco elegí, pero que me abrió caminos para asomarme al mundo, a otros modos de vivir, a respetar la diversidad de los distintos pueblos y a solidarizarme con las causas justas… a reconocerme en el oprimido y sentirme ciudadana del mundo, al mismo tiempo.
Así es que comprendo y me uno a vuestra indignación por la permanente humillación histórica y la falta de reconocimiento de vuestra diversidad y de vuestras reivindicaciones.
También puedo reconocerme en el resentimiento que tal vez anide en vuestros corazones por lo anterior porque, por momentos, yo también me resiento por diferentes razones, especialmente cuando me hacen sentir que no existo o no cuento, imponiéndoseme condiciones que producen dolor y sufrimiento en mí y en los míos… pero esto no es bueno para mí ni para quienes me rodean.
También me reconozco en vosotros porque, además de vuestras reivindicaciones concretas como pueblo, sufro las mismas violencias que sufrís la gran mayoría de vosotros.
Vivo cada día, como muchos de vosotros, la violencia económica. A duras penas llego a fin de mes pese a que trabajo cada día en un empleo que me esclaviza pero que me permite comer. Y desde esa posición “privilegiada” por contar con un empleo, trato de comprender a quien no lo tiene, su cerrazón de futuro, su temor permanente, su tensión constante en las vísceras, su contracción en el corazón y su insomnio por no sentirse capaz de mejorar su situación.
Me reconozco en muchos de vosotros cuando no puedo pagar la casa en la que vivo o el recibo de la luz.
Me reconozco en muchos de vosotros cuando he de esperar a mejores tiempos para cambiar los cristales de las gafas porque está primero el comer, o cuando he de esperar a que me hagan una prueba médica vital porque hay una larga lista de espera.
Me reconozco en la gran mayoría de vosotros cuando me veo afectada por los recortes en educación, y necesito el apoyo de los más cercanos para conseguir libros para mis hijos o para que estudien en la universidad.
Me reconozco en la mayoría de vosotros cuando no sé cómo combinar el cuidar a mis padres con el trabajo y todas las tareas que me aguardan a lo largo del día, mientras espero ciertas “ayudas” que nunca llegan.
Vivo cada día, como muchas de vosotras, la violencia por el hecho de ser mujer: cuando mi jornada laboral es de dieciocho horas al día entre el trabajo fuera y dentro de la casa, o cuando me pagan menos que a compañeros hombres por el mismo trabajo, o cuando tengo que demostrar permanentemente mi valía por ser mujer, o cuando se espera de mí que sirva a los demás sin rechistar…
Me reconozco en muchos de vosotros cuando soy degradada por defender mi ideario de paz y no violencia.
Me reconozco en vosotros cuando rechazáis un modelo político que viene de siglos, absolutamente anacrónico. Otra cosa de la que no se habla intencionadamente.
Me reconozco en vosotros cuando os indignáis ante tanta corrupción, ante la mezcla que se hace de ley y democracia –como si fuera lo mismo necesariamente- o ante tanta mentira repetida en los grandes medios de comunicación.
Me reconozco en vosotros cuando no se respetan vuestras decisiones …
Y porque me reconozco en vosotros y me siento uno de vosotros, es por lo que quiero pediros que penséis en eso de levantar más “muros” que nos separen, esos muros que llaman fronteras y que sólo son utilizados por los poderosos para dividirnos a la gran mayoría de la población pero que a ellos no les afectan. Ellos mueven los dineros, que nos roban a todos, de un paraíso fiscal a otro y se trasladan de un país a otro sin dificultad. No necesitan papeles, no necesitan presentación, las leyes han sido redactadas por y para ellos y su carta de presentación es el dinero que detraen, de lo que es lo que es de todos, para su particular beneficio.
Ellos, esos pocos personajes, ladrones de guante blanco y criminales indirectos, servidores del gran capital y responsables de miles de suicidios por desahucios o muertes por falta de atención médica o comida adecuadas…, ellos que pareciera que representan a bandos distintos, pero que tan bien se entienden entre bambalinas por su misma acción depredadora contra la población.
¿Os dais cuenta que nos tienen entretenidos mientras siguen con sus negocios y tratan de salvar sus intereses únicamente?.
¿Creéis que, del desastre que vivís cada día una parte grande de vosotros, no son responsables la mayoría de los que hoy os quieren conducir a separarnos?.
¿No os parece que, en la dinámica en la que estamos, existe también una gran división entre vosotros?.
Os propongo que trabajemos juntos por la reconciliación histórica de nuestros pueblos, para que nuestras heridas sanen.
Os propongo que trabajemos juntos por eliminar la violencia económica, de género, ideológica… ¡Es tanto lo que nos une y tan poco lo que nos separa!.
Exijamos un proceso constituyente, que nos lleve a darnos leyes más justas e igualitarias.
Juntos seremos más fuertes. Trabajemos por mantenernos unidos y buscar lo que nos acerca a todos los pueblos de Europa. Vivimos los mismos desastres de las decisiones inmorales de unos pocos.
Denunciemos y no apoyemos a quienes nos oprimen, nos violentan y nos dividen haciéndonos creer que somos enemigos.
Superemos el resentimiento, vayamos a la reconciliación.
Y recordad, ¡somos el 99%!. No seamos siervos del otro 1%.
Pero… si decidís “independizaros”, lo respetaré profundamente. Eso sí, de todos modos, os estaré esperando con los brazos abiertos para construir un futuro común y mejor para todos.
Hermanos catalanes… (permitidme invitar también a nuestros hermanos franceses, italianos, alemanes, rusos, norteamericanos, sudamericanos, africanos, asiáticos, etc)… abramos las fronteras físicas y sicológicas, eliminémoslas, y trabajemos juntos para ir caminando hacia una Nación Humana Universal.