Hoy, 25 de noviembre, se celebra el Día Internacional por la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. Se suceden las manifestaciones, los actos y las declaraciones de instituciones oficiales, asociaciones de mujeres, etc. El gran reto está en la prevención.
En el caso de Madrid, esta tarde está teniendo una manifestación en pleno centro de la capital. Recordamos que el pasado 7 de noviembre tuvo lugar una manifestación a nivel estatal, en la que cientos de miles de personas –incluidas Ada Colau y Manuela Carmena, alcaldesas de Barcelona y Madrid respectivamente- recorrieron las calles de Madrid para reclamar que la violencia de género se convirtiera en un tema de Estado.
En el estado español, el número de muertes de mujeres a manos de sus parejas es de 48 hasta el momento. Y el número de llamadas al 016 (teléfono de emergencias para estas situaciones) ya ha llegado a las 60.000 llamadas. Estos son datos oficiales, no reales, ya que buena parte de las mujeres todavía no denuncian y no piden ayuda.
Pero si elevamos la mirada, los datos a nivel planetario son todavía peores.
A nivel mundial, la violencia contra las mujeres y las niñas sigue siendo una de las formas de violencia más grave -y la más tolerada, según Naciones Unidas- en todo el planeta.
Los datos son alarmantes, según las mismas fuentes.
· Una de cada tres mujeres ha sufrido violencia física y/o sexual a lo largo de su vida, llegando este porcentaje hasta el 70% de las mujeres en algunos países.
· En la mitad de los casos de mujeres asesinadas en 2012, el autor de la agresión fue un familiar o un compañero sentimental.
· Las mujeres que han sufrido maltrato físico o sexual por parte de su compañero tienen el doble de posibilidades de tener un aborto, “casi el doble de posibilidades de sufrir depresión y, en algunas regiones, 1,5 veces más posibilidades de contraer el VIH, en comparación con las mujeres que no han sufrido violencia por parte de su compañero sentimental”.
· A escala mundial, más de 700 millones de mujeres que viven actualmente se casaron siendo niñas (con menos de 18 años de edad). De estas mujeres, más de 1 de cada 3 —o bien unas 250 millones— se casaron antes de cumplir los 15 años. Las niñas casadas no suelen tener la posibilidad de negociar efectivamente unas relaciones sexuales seguras, lo que las hace vulnerables ante el embarazo precoz así como ante las infecciones de transmisión sexual, incluido el VIH.
· Unos 120 millones de niñas de todo el mundo (algo más de 1 de cada 10) han sufrido el coito forzado u otro tipo de relaciones sexuales forzadas en algún momento de sus vidas. Con diferencia, los agresores más habituales de la violencia sexual contra niñas y muchachas son sus maridos o ex maridos, compañeros o novios.
· Se estima que 133 millones de niñas y mujeres han sufrido algún tipo de mutilación/ablación genital femenina en los 29 países de África y Oriente Medio donde esta práctica nociva es más habitual, suponiendo un alto riesgo de padecer hemorragias prolongadas, infecciones (incluido el VIH), complicaciones durante el parto, esterilidad y muerte.
Tanto desde Naciones Unidas como desde ciertos gobiernos y, por supuesto, desde organizaciones de mujeres se pone el acento en la prevención.
Dentro de estas actividades para tratar de evitar que se produzcan actos de violencia contra la mujer, está la Campaña de la ONU “Pinta el mundo de naranja”, que se desarrollará desde hoy y durante dieciséis días para llamar la atención contra esta lacra que pone en riesgo a más de la mitad de la población del planeta y que la sufre más de la tercera parte de ella.
En muchos países, distintas instituciones y organizaciones están trabajando para que la violencia contra la mujer vaya eliminándose hasta desaparecer. Pero los esfuerzos no son suficientes. Es necesario, como se reclamaba en Madrid el 7 de noviembre pasado que se convierta en una prioridad de Estado.
Y de lo que estamos seguras es que la desaparición de esta forma de violencia estára unida a que vaya eliminándose la violencia en cualquiera de sus formas, como correlato de la eliminación de la violencia interna. Y ello no podrá ser de otro modo, que trabajando por una cultura de paz y no violencia, en la que la vida, la dignidad y la libertad del ser humano -sea del sexo que sea o tenga la orientación sexual que tenga- sean el valor más importante.