Por Manuel Cuéllar para El asombrario & Co
El famoso fotógrafo estadounidense Steve McCurry, en plantilla de Magnum desde hace 30 años y autor de imágenes icónicas de la historia reciente como la de la niña afgana de enormes ojos verdes que fue portada de ‘National Geographic’, nos recibe en Venecia para hablar del trabajo que ha realizado en torno al mundo del café, por encargo de la empresa familiar italiana Lavazza. Aprovechamos el encuentro con alguien de tanto prestigio para hablar de las imágenes que no pasan, de las modas y las nuevas tecnologías, de Photoshop, de Instagram.
A primera vista es un hombre pequeño, retraído e incluso un poco arisco. Trata de esconder uno de sus brazos, el derecho, en el que sufre una dolencia a todas luces congénita, pero que también trata de disimular con una historia probablemente inventada: “Me caí jugando cuando era un crío. Jugaba muy fuerte cuando tenía cinco años”, responde cuando se le pregunta, al tiempo que clava sus ojos azul celeste para dejar claro que la curiosidad no siempre es bienvenida.
Menudo y esquivo, se llama Steve McCurry y posee ahora la seguridad que proporcionan 65 años vividos intensamente, además de ser uno de los fotógrafos más famosos del planeta. Él es el autor de la mítica fotografía de la niña afgana de enormes ojos verdes que fue portada de National Geographic en junio de 1985 y se convirtió en icono del drama de los refugiados que provocó la invasión soviética. Fue una imagen de una intensidad tal que más tarde fue utilizada en campañas de Amnistía Internacional y otras causas humanitarias a favor de los refugiados del mundo entero.
El fotógrafo es consciente de que muchos en la profesión podrían verlo como un one hit wonder, haciendo un paralelismo con la música. Como el autor de un único éxito en las listas de ventas. Pero su carrera en la agencia Magnum desde 1986 disipa de un plumazo cualquier duda. Aun así tenemos que preguntarle.
Honestamente, ¿usted cuánto cree que hubo de suerte y cuánto de inspiración en el caso de la fotografía de la niña afgana?
Una vez alguien me dijo: si los ojos de la muchacha hubieran sido marrones en lugar de verdes, habrían tenido el mismo impacto… En la vida tienes la opción de hacerte muchas preguntas que empiecen por ‘¿y si?’, pero al final lo que ocurrió, ocurrió. Si no puedes hacer nada por cambiar lo hecho, ese tipo de pregunta se basa en la neurosis. En el caso de esta foto, al final ahí está el momento. Y, sinceramente, no creo que todo se deba a una cuestión de suerte. ¿Podemos decir que la foto del Ché Guevara de Korda fue solo producto de la suerte? No creo. Korda fue un fotógrafo muy talentoso. Más que de suerte creo que hay que hablar de oportunidad. La oportunidad de estar en el lugar correcto, en el momento preciso y mezclar esos elementos con tu talento. Korda sólo tuvo dos fotogramas, pero fue capaz de reconocer la oportunidad.
¿Y no le fastidia ser siempre presentado como el autor de aquella foto?
¡Qué va! Estoy muy contento. Pero hemos construido una sociedad en la que es muy fácil y tentador ver la botella medio vacía. Lamentarse por no tener suficiente dinero u oportunidades. Siempre puedes ser desgraciado con las cosas que te pasan si tienes esta forma de enfrentarte a tu vida. Pero si ves el vaso medio lleno…
Claro, pero eso es más difícil…
No sé si será difícil, pero desde luego es un lugar mucho mejor para vivir que en el pesimismo.
Superada esta pregunta obligada, nos centramos en lo que realmente trae al fotógrafo de Pensilvania hasta la ciudad italiana de Venecia, donde le estamos entrevistando. El 23 de septiembre se inauguró la exposición titulada From These hands: A Journey Along de Coffee Trail (De estas manos: Un viaje a través del sendero del café), organizada por la empresa familiar Lavazza, una de las más potentes del sector cafetero en Italia. Han invitado a un reducido número de periodistas de toda Europa a recorrer la muestra en el Arsenale Nord, Tesa 113, y a charlar, más tarde, con el autor de las 62 fotografías que se han tomado, durante 13 años de trabajo, en más de 12 países como Brasil, Etiopía, Honduras, India, Indonesia, Perú, Tanzania, Vietnam o Yemen.
Rodeados como estamos de alusiones al café, creo que es necesario preguntarle cómo le gusta a usted tomarlo.
Me ha gustado toda mi vida. Esta sí que es una buena pregunta. Desde luego una pregunta inquietante. Es difícil. Un problema. (Piensa durante unos segundos). Pues mira, esta mañana me he levantado y para el desayuno he pedido un capuchino, después de comer he tomado un expreso sin azúcar. Otras veces tomo café con leche con un poco de azúcar y otras cortado. Todo depende de mi estado de ánimo, probablemente.
¿Al acometer este trabajo sobre el café no pensó en los derechos de los trabajadores en el mundo y en tantos y tantos países que permiten la explotación?
Hay una significativa y gran mayoría de personas que salen en estas fotografías que son propietarias de sus tierras y cultivan su propio café. Es cierto que existen unas reglas mundiales que nadie es capaz de explicar por las que una semana el café es más rentable que otra. Pero en este trabajo no hay explotación, simplemente son granjeros que tratan de tener la mejor cosecha que puedan. Obviamente esto de lo que habla de los derechos de los trabajadores por su puesto está ahí y es algo que hay que denunciar. Pero mi labor en este caso no era ésa. Mi labor era retratar a una gente que perfectamente podría vender sus tierras e irse a la ciudad a probar suerte y hacerse millonarios y comprarse un Rolls Royce, pero no, prefieren quedarse cuidando de sus tierras y de sus plantaciones. Seguro que esa actitud también tiene mucho que decir.
¿Cuál fue la primera fotografía que le contó al oído que usted terminaría siendo fotógrafo? ¿Cuándo y cómo lo supo?
Creo que fue una fotografía que tomé en la ciudad de México. Fue la primera vez que pensé que aquella era una gran foto. Tendría unos 22 años. La imagen era simplemente alguien durmiendo en la calle. Creo que haber recogido aquella imagen, haber sido capaz de captar ese momento único y ver un resultado emocionante me hizo pensar que quería continuar haciendo aquello. Con esa maravillosa sensación que se siente cuando presientes que tienes la foto.
¿Ya estaba estudiando fotografía?
En ese momento estudiaba fotografía sí, pero la foto la tomé como turista.
Primero empezó con el cine y luego se pasó a la imagen congelada. ¿Cómo fue ese proceso?
Estudié cine, pero nunca ejercí como profesional. Era imposible encontrar trabajo. Y creo que nunca fui lo suficientemente agresivo como para sobrevivir en el mundo del cine.
Entonces es cuando se pasa al periodismo. Al principio, en un pequeño periódico local. ¿Cómo fue aquella experiencia?
Era interesante en el sentido de la rapidez. Tenías que llegar a un lugar y trabajar muy deprisa. Pero la mentalidad de los fotógrafos de prensa es limitada. Y lo digo porque estuve ahí en ese negocio y lo conozco. Desde el tiempo que tienes para tomar la instantánea, hasta el tiempo que tienes para editarla, el espacio cambiante en el que irá dispuesta en la página…. Todo es muy rígido y muy limitado.
¿Cuándo comenzó a sentirse libre con la fotografía?
Cuando empecé a trabajar por mi cuenta, sin ningún tipo de encargo de por medio.
¿Y cómo se convierte en un fotoperiodista de conflictos bélicos?
A la primera guerra fui por accidente. Estaba simplemente viajando y conocí a unas personas que me invitaron a ir con ellas y así lo hice. Y de pronto me encontré metido en un conflicto bélico. Así fue como empecé a sacar fotos en Afganistán. Luego he estado muchas otras veces.
No sé si habrá visto el documental de Wim Wenders sobre la obra de Sebastiao Salgado ‘La sal de la Tierra’. Hay un momento terrible en ese documental en el que uno se da cuenta de que todo está perdido por este camino. ¿Le ocurrió a usted lo mismo tras esos viajes a conflictos?
Con el ser humano y la marcha de la humanidad es casi siempre difícil ser optimistas; aun así, tratamos de serlo casi por una cuestión de instinto de supervivencia. El mundo es muchas veces muy, muy cruel, así que indudablemente tiene que afectarte.
¿Cuáles son los ingredientes fundamentales que debe reunir un fotógrafo para ser bueno?
Es imprescindible tener un buen sentido de la psicología humana. Ser paciente y curioso y persistente.
¿Y qué pasa con la poesía?
Eso es instintivo. No creo que sea algo que se pueda racionalizar. Ni siquiera algo que puedas ir a buscar a tu corazón. Que encuentres buceando en él. Es algo que tiene que ver más con el instinto. Con la química que logras tener con la otra persona a la que estás fotografiando. O con lo que está sucediendo. Es una conexión extraña.
Usted tuvo el honor de utilizar la última película Kodakcrome que se fabricó en el mundo. ¿Qué le parece la era digital, el photoshop y todas esas herramientas?
Me encanta todo lo digital. No edito mucho con el Photoshop, pero es una buena herramienta que está ahí. No me parece ni bueno ni malo. Todo depende de cada fotógrafo y del uso que le dé. Suele montarse mucho revuelo cuando el que utiliza la herramienta es un torpe. Pero muchas veces, la mayoría, el retoque es tan simple como un pequeño aclarado que lleve instintivamente al ojo humano a una parte determinada de la fotografía. No hay que escandalizarse por esto que ya hacíamos en el cuarto oscuro mucho antes de que existieran ordenadores y Photoshop.
¿Qué cámaras usa?
Uso unas cuantas. Creo que todas las cámaras son básicamente lo de menos. Son todas muy, muy parecidas. Lo que marca la diferencia en este momento no es el tipo de cámara con la que tiras la foto, sino el olfato, el ojo que tengas para verlas. De hecho, en este momento se puede llegar a conseguir fotos muy brillantes con un teléfono móvil.
¿Qué le parecen redes sociales como Instagram? Muchos de sus compañeros de profesión reniegan de esta red social que ha logrado democratizar mucho el mundo de la fotografía.
Creo que es maravilloso. Me parece una forma más de comunicación y eso siempre me parece estupendo. Ahora mismo, en la red hay muchas herramientas con las que puedes narrar tú solito una historia sin necesidad de ningún intermediario. Puedes subir reportajes enteros y contar una historia. Me parece que es el futuro. Negar esto es como aquellos que se negaron a pasar de la máquina de escribir al ordenador personal. Mire, hay gente a la que no le gusta el color, o el blanco y negro, o el paisaje o el retrato, como hay gente a la que no le gusta Instagram. Pero no creo que exista mucha discusión al respecto. Nadie te obliga a que lo uses. Si no te gusta, simplemente no lo hagas.
La exposición From These hands: A Journey Along de Coffee Trail se podrá visitar en Arsenale Nord, Tesa 113 de Venecia hasta el 8 de noviembre. La editorial Phaidon ha editado el catálogo de la exposición que puede adquirirse aquí.