«En Bahréin hay un movimiento por los derechos civiles, aunque se presente como una lucha entre suníes y chiíes», dice Reem Khalifa, periodista de Bahréin y cofundadora de Al-Wasat, único medio independiente del país.
«Las penurias que sufren los árabes no están lejos de las que sufren las poblaciones de España y el sur del Mediterráneo».
Por Leila Nachawati para Desalambre
Reem Khalifa, cofundadora de Al-Wasat, considerado el único medio independiente de Bahréin, se inquieta cuando la presentan como activista. Insiste, durante la presentación del libro ¿Qué queda de las revueltas árabes?, y también durante la entrevista en un bar cercano a Casa Árabe, en que es periodista. Una labor, dice, peligrosa y muy importante en el contexto cada vez más polarizado de su país y en el resto de la región.
El periódico del que es cofundadora, Al-Wasat, ha sufrido constantes ataques desde 2011, por su cobertura de las movilizaciones populares en Bahréin. ¿Cómo trabaja una periodista en un entorno tan hostil?
Es muy duro, pero no sólo en Bahréin, sino en toda la región. Siria, sin ir más lejos, se describe como «un cementerio de periodistas». Todo está controlado por las instituciones, los monopolios políticos y económicos, y el riesgo de dar una información rigurosa, sin una agenda partidista detrás, es muy alto. Al mismo tiempo ocurren tantas cosas que es cada vez más importante contar lo que ocurre en esta zona del mundo.
Otra de las dificultades, aparte de la censura, son los tabúes tan extendidos en nuestras sociedades. Tabúes religiosos, políticos… No estamos acostumbrados a expresarnos libremente, hay mucha desconfianza, mucha paranoia, y eso incluye a los periodistas. Décadas de autoritarismos, de falta de libertad de expresión y de prensa, nos han acostumbrado a que las cosas son blancas o negras, y es mejor no desarrollar un pensamiento matizado y crítico, no salirse de ese guión.
¿Cómo ha cambiado Bahréin desde 2011? ¿Qué queda de las revueltas?
El año 2011 supuso un antes y un después. Entramos en una nueva fase, se empezó a hablar de derechos civiles, que siempre han estado ahí pero no de un modo tan explícito, toda esa resistencia sigue ahí. En Bahréin hay desde hace décadas un movimiento izquierdista muy arraigado, mucha conciencia de resistencia social, con unos sindicatos muy fuertes. Los sindicatos han sido clave, junto con la movilización de los jóvenes y de las mujeres.
De hecho, Bahréin tiene el sindicato más antiguo del Golfo, y Túnez el más antiguo de toda la región. Y fíjate, Túnez fue el primer país en alzarse para reclamar sus derechos en 2011, luego Egipto, y el tercero fue Bahréin, aunque a muchos se les olvide. Bahréin es el gran olvidado, y cuando se cubre se suele hacer en términos sectarios.
Suele plantearse como un enfrentamiento entre suníes y chiíes.
Sí, es terrible que se plantee así, cuando en Bahréin, igual que en el resto de países de la región, uno de los lemas que más se repetía era “Todos somos humanos”. Se trata de movimientos por los derechos civiles. La libertad, la justicia, la igualdad de derechos, estaban en el centro de las reivindicaciones ciudadanas en 2011, y lo siguen estando, aunque las grandes potencias utilicen a nuestras sociedades para librar sus luchas geoestratégicas.
En esa resistencia, los jóvenes han sido clave, porque son ellos quienes sueñan con un futuro diferente y salieron a reclamarlo. También las mujeres, que trabajan mano a mano con los hombres por los derechos de todos. Algo muy característico de Bahréin es el alto porcentaje de mujeres con una educación superior, mi país está a la cabeza en este ámbito desde 1928.
Las tensiones en Bahréin no vienen dadas porque no sepamos convivir entre suníes y chiíes, vienen dadas por la discriminación institucionalizada por parte de un grupo de población en el poder contra otros, llegando incluso a quitarles la nacionalidad, a dejarlos apátridas. De hecho, mi país es el país del Golfo con la mayor diversidad religiosa y la convivencia siempre ha sido ejemplar.
Bahréin es una isla acostumbrada a la llegada continua de gente, iraníes, indios… comerciantes y visitantes de todo el mundo. En Bahréin hay también población judía, bahaí, hindú… y todos esos grupos participan en las tradiciones y celebraciones bahreiníes. Yo creo en el pluralismo, en que todos tengamos los mismos derechos y se respeten todas las voces por encima de las diferencias.
¿Qué mensaje enviaría a los españoles interesados por su libro?
Les diría que las penurias que sufren los árabes no está lejos de las que sufren las poblaciones de España, Portugal, los países del sur del Mediterráneo. Compartimos sueños, valores, experiencias de opresión y de resistencia. Que no se limiten a ver las luchas en Oriente Medio como luchas por el petróleo, que comprendan que, igual que los españoles en 2011, los bahreiníes y la ciudadanía de los países vecinos reclaman dignidad, justicia, derechos humanos.
Y que si entre todos no presionamos a Europa para que apoye los procesos democráticos y los derechos humanos dentro y fuera de sus fronteras, seguiremos viendo más sufrimiento, más gente huyendo, más refugiados. Seguiremos viendo el aumento del autoritarismo, de la represión y de la impunidad, y eso nos afecta a todos, en el sur y en el norte.