Por Juan Solá
Soy de esos pibes de los 90 que descubrió que Papá Noel no existe por culpa de Menem. Una siesta de verano Menem le dijo a mamá que ese año no habría regalos. Pero al fin y al cabo, ¿de qué sirven los regalos si las manos que ponen las cajas debajo del árbol tiemblan de miedo?
Vi gente por la tele que lloraba porque esa Navidad tampoco habría comida y otra gente que se animó a romper las vallas del Coto y llevársela sin permiso porque tenía hambre. No querían dólares, no querían iPhones, querían comer.
Vi abuelas haciendo pastafrola para cambiarla por ropa. Vos también las viste.
Escuché a papá decir que no habría básquet porque la cuota del club era carísima (unos veinte pesos). Nunca sabré si pude haber sido bueno en básquet.
Escuché a mi maestra de primaria decirme que no podía faltar más porque me iba a hacer echar de la escuela. A mí me gusta la escuela, señorita, pero mi papá no tiene plata para la nafta.
Yo sé que allá afuera hay otros juanes chiquititos que quieren saber si serán buenos en básquet y que quieren creer que Papá Noel existe y que quieren ir a la escuela. A la escuela pública.
Sos testigo de todo lo que le hicieron a los pibes de los 90 y sin embargo no te asusta que vuelva a ocurrir. No te asusta que se vayan los científicos ni que cierren las industrias. No te asusta ver llorar a una abuela en la puerta de una AFJP.
Despotricás contra Halloween porque nos roba la identidad cultural pero no te asusta que a tu país lo maneje un banco extranjero que dicte cuán vacía tendrá que estar tu mesa para que el mundo crea que somos «una nación confiable». ¿Qué importa lo que crea el mundo si sus sacos y corbatas no entienden de hojas de impresora recicladas y convertidas en cuadernos para poder ir a la escuela?
No te asusta que se cierren los teatros, los hospitales ni los programas de atención a víctimas de la violencia y los delitos sexuales. No te asustan los balazos en un hospital neuropsiquiátrico. No te asusta la educación ni la salud privadas mientras la deuda siga siendo pública. No te asusta ser gay y que tu candidato piense que estás enfermo.
Sé que trabajaste para estar cada vez mejor y sé que nadie te regaló nada, pero si vos estás mejor hoy es porque yo (que estoy un poquito más abajo que vos) también estoy mejor y puedo sentarme a comer en tu restaurante, puedo comprarme una remera en tu pilchería o alquilarte la casa para pasar el fin de semana largo. ¿No sabés que si se debilitan las columnas los arcos se desmoronan? Si no te animás a votar por el otro, al menos votá por vos.
Votá para seguir estando cada vez mejor, que las fotos de platos vacíos no ganan corazones en Instagram por más filtros que le pongas.
Juan Solá es escritor y editor de Árbol Gordo Editores