La pobreza no solo ha crecido desde que se inició la crisis, sino que en los últimos años constituye un problema que supera con creces la capacidad de acción del sistema público de protección social y comienza a presentar un grado de cronificación verdaderamente alarmante.
Análisis de Carlos Delclós, Sergio Porcel y Sebastià Sarasa – Universitat Pompeu Fabra e Institut d’Estudis Regionals i Metropolitans de Barcelona para Catalunyaplural.cat
Después de más de 7 años de crisis económica, la pobreza continúa aumentando en Cataluña. Según los últimos datos publicados por el Idescat, en 2014 el 26,0% de la población catalana se encontraba en riesgo de pobreza o exclusión, un 1,7% más que en 2013 (24,3%). Además, la pobreza se agudiza especialmente en las grandes aglomeraciones urbanas, donde las desigualdades sociales son más elevadas.
En el caso del área metropolitana de Barcelona, la pobreza no solo ha crecido desde que se inició la crisis, sino que en los últimos años constituye un problema que supera con creces la capacidad de acción del sistema público de protección social y comienza a presentar un grado de cronificación verdaderamente alarmante.
En este contexto, el desmantelamiento del derecho subjetivo a las prestaciones de PIRMI, que el gobierno de CiU hizo en 2011, ha desbordado el papel de ‘última red de seguridad’ que nuestro sistema de servicios sociales asigna a Cáritas y que, antes de la crisis, atendía sobre todo a población inmigrante y a familias monoparentales.
Desde que comenzó la crisis, los autóctonos han ganado presencia entre los usuarios de la entidad caritativa, al mismo tiempo que la atención a la infancia se ha incrementado considerablemente. Entre 2005 y 2008, los menores de edad suponían un 12,7% de las personas atendidas, mientras que entre 2008 y 2014 éstos llegan a constituir casi el 30% de los casos.
Pero quizás el dato más preocupante que se desprende de los registros de Cáritas tiene que ver con el aumento de la pobreza crónica, es decir, de las personas que no consiguen salir de la pobreza durante mucho tiempo. Antes de la crisis, menos de la mitad (45%) de los casos atendidos por Cáritas estaban en esta situación. Hoy, son tres de cada cuatro.
En la misma línea, los datos confirman que con la crisis, la pobreza en Barcelona dura cada vez más entre los usuarios de Cáritas. Antes del 2008, la duración media entre el momento en que la persona se da de alta con la organización y la última activación de su expediente era de 1,6 años. Para el periodo 2008-2014, la duración media es de 3,3 años.
Por otro lado, un aspecto ineludible para comprender mejor el alcance de la pobreza urbana es su dimensión territorial. Habitualmente en las metrópolis, la desigualdad social y la desigualdad territorial se retroalimentan intensificando sus efectos. Precisamente, el malogrado urbanista Bernardo Secchi señala en su última obra La ciudad de los ricos y la ciudad de los pobres la relevancia de esta cuestión en el escenario urbano contemporáneo, situándola como la nueva cuestión urbana.
El análisis territorial del impacto de la crisis en el área metropolitana de Barcelona realizado en el marco del proyecto La segregación espacial de la pobreza en Cataluña: estructura y dinámica de la desigualdad social financiado por el programa Recercaixa, revela que, en términos generales, se ha producido una dispersión espacial de las situaciones de pobreza, aunque continúen prevaleciendo zonas más afectadas que otras.
Si se atiende a la evolución de la incidencia territorial de los usuarios de Cáritas (mapas 1 y 2), se puede observar que antes del 2008 solo algunas zonas de Nou Barris (Vallbona, Ciutat Meridiana, Torre Baró), de Ciutat Vella y de los alrededores del barrio de Sant Roc en Badalona superaban el 2% de residentes que eran usuarios de Cáritas. En cambio, después del estallido de la crisis, este tipo de zonas se multiplican, extendiéndose particularmente a lo largo de los dos márgenes del río Besòs, llegando también a los barrios periféricos de Badalona, por la zona norte del distrito de Horta-Guinardó (el Carmel, la Teixonera, la Clota, la Vall d’Hebrón), por Ciutat Vella abarcando también Poble Sec, por Sants, Badal y el barrio de la Florida en l’Hospitalet de Llobregat, así como por algunos barrios de Sant Joan Despí y Cornellà de Llobregat.
MAPA 1. Tasa de usuarios de Cáritas según área de acción de parroquias. Área metropolitana de Barcelona, 2005-2007
MAPA 2. Tasa de usuarios de Cáritas según área de acción de parroquias. Área metropolitana de Barcelona, 2008-2014
Esta dinámica de expansión/dispersión territorial de la pobreza resulta consistente con la evolución que ha seguido la distribución de la población con rentas bajas en el área metropolitana de Barcelona durante la última década. Los mapas 3 y 4 presentan información estimada a partir de los datos del Censo de Población y Vivienda y de la Encuesta de Condiciones de Vida y Hábitos de la Población.
En 2011, exceptuando las áreas más asociadas con enclaves residenciales de clases medias-altas (la zona alta de Barcelona, la derecha de l’Eixample, la Vila Olímpica, Esplugues de Llobregat, Sant Just Desvern, Sant Cugat del Vallès, Castelldefells o Tiana), en casi todas las demás secciones censales, más del 10% de los residentes perciben rentas bajas. En bastantes zonas esta proporción incluso supera el 15%. Se trata de una situación muy diferente a la que había en 2001, cuando la población con rentas bajas aparece vinculada con lugares muy concretos.
MAPA 3. Población con rentas bajas según sección censal. Área metropolitana de Barcelona, 2001
MAPA 4. Población con rentas bajas según sección censal. Área metropolitana de Barcelona, 2011
Los resultados de esta investigación confirman que, aunque en la estructura urbana de la metrópolis de Barcelona existen claramente zonas más empobrecidas que otras, la población con rentas bajas se ha dispersado significativamente, distribuyéndose más uniformemente en términos territoriales y apareciendo en zonas hasta ahora insólitas.
El siguiente gráfico resume la relación entre el grado de segregación residencial y la desigualdad social en la conurbación barcelonesa. Por una parte, el índice de disimilitud mide el grado de segregación residencial socioeconómica en un territorio. Por otra, el coeficiente de Gini capta la desigualdad de ingresos. En ambos casos, el 0 representa la ausencia de segregación o desigualdad mientras que el 1 representa un máximo. Según el gráfico, el grado de segregación se ha reducido a pesar del aumento de la desigualdad social.
GRÁFICO 5. Indicadores de desigualdad social y de segregación urbana. Área metropolitana de Barcelona, 2011
Estos resultados contradicen las conclusiones aportadas por otras investigaciones similares publicadas recientemente para la región metropolitana de Barcelona o para el área metropolitana de Madrid, realizadas a partir de otros métodos e informaciones.
Con esta disminución de la segregación de la pobreza, el territorio metropolitano refleja un impacto de la crisis transversal, similar al que también se ha diagnosticado en términos de estructura social. Los riesgos de vulnerabilidad social han tendido a “democratizarse” entre las clases sociales que no son la clase dominante de grandes capitalistas y de gestores prominentes de las corporaciones públicas y privadas. Lo que queda por saber es si se trata de un fenómeno coyuntural que se reparará cuando se reconfigure el escenario post-crisis o si, con el paso de los años, se consolidará esta nueva estructura territorial de las desigualdades.