La obra común es la acción conjunta, compartida, donde cada uno hace su aporte, pone lo mejor de sí para esta construcción. Es donde coloco mi ladrillo y juntos, aunque estemos distantes, erigimos este “edificio mental”.
Es la obra en la que, sin detenernos, ponemos en pie los cimientos de esa próxima Nación Humana Universal. Vamos hilando esa red, ese tejido conectado punto por punto, enlazado y entrelazado, sintonizando a este “pueblo síquico”.
La obra común es el intento, es saltar por encima de las dificultades, debilidades y pequeñeces; es aprender del otro, del que coincido y del que no coincido, del parecido y del muy distinto. Es aprender a construir en la diversidad, encontrar el punto en común para avanzar, montados en las alas del “pájaro del intento”.
La obra común es la acción que trasciende y trascenderá los tiempos, que encontrará al ser humano del futuro libre de dolor y sufrimiento, portador del espíritu inmortal.
Es esa acción que no espera el resultado del hoy sino la continuidad por siempre en el mañana.
Es el hacer en libertad, es pensar bien, es potenciarse y potenciarnos. Es percibir que lo que hace el otro, mi amigo, mi amiga, aunque mínimo sea por la obra común, vale.
Es proponer un punto de vista, una idea lúcida, una mano amiga, una compañía
desinteresada.
Es poner lo mejor de mi, eso que no se bien por qué, pero me sale bien, me gusta hacerlo en sí mismo, construyendo hacia adelante. Es ir a hacia lo luminoso livianamente.
La obra común es acción válida, unitiva, me pone “los pies en la tierra y la cabeza en los cielos”.
Me levanta, me sintoniza con el Plan Mayor, me conecta con lo mejor de mí y del amigo.
Me lanza sobre los “pies ligeros de la alegría” hacia el futuro horizonte, futura realidad querida, amada.