El antropólogo del CONICET Carlos Masotta reconstruye la historia de la efeméride y reflexiona sobre su resemantización.
Por Miguel Faigón para CONICET
Carlos Masotta, profesional principal del CONICET en el Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, se ha dedicado a investigar no sólo sobre el proceso de conquista que tuvo lugar hace más de cinco siglos en lo que hoy conocemos como América, sino también el relato de las celebraciones que se instalaron a partir de fines del siglo XIX cuando se terminan de organizar los estados-nación. En este marco fue que el 12 de octubre se convirtió en una efeméride que en los países hispanoamericanos se conoció como Día de la Raza.
En los últimos años en la Argentina, y en otros países de Hispanoamérica, a partir de un proceso de revisión de su historias y su temporalidad, se ha resemantizado la celebración del 12 de octubre colocándole nombres como “Día la Resistencia indígena”, “Día del Respeto a la diversidad cultural”, o “Día de la Interculturalidad”. Estos nuevos relatos, de acuerdo a Masotta, mantienen una beligerancia, pero también continuidad con aquel viejo relato monumentalizado que describía la conquista como un encuentro o choque de culturas.
¿En qué momento se instituye como efeméride el 12 de octubre?
Posiblemente el primer hecho al respecto lo constituyó el monumento que el cónsul francés en Estados Unidos mandó a construir en su propia finca en 1792 como obsequio al país recientemente creado. Este primer caso es elocuente de algo que caracterizará la efeméride hasta la actualidad. Se trata del establecimiento de un tipo de discurso nacional estrechamente vinculado al resorte de las relaciones internacionales en el desarrollo de las políticas de Estado. Algo así como un lenguaje donde los Estados mostraran públicamente sus relaciones y posicionamientos ideológicos y en todo ello, su propio poder. La efeméride del 12 de octubre es ante todo un festejo nacional. Es decir un evento organizado por el dispositivo festivo y ritual de los estados-nación. El suelo nuevo donde creció fue el de la nacionalidad, surgido después de 300 años de colonialismo. Desde este punto de vista, independientemente de lo que allí se evoque lo que siempre estará en juego es la renovación de un discurso de nacionalidad especialmente orientado, ahora sí, por la manipulación de la materia evocada. Por su diseminación en el continente americano, los festejos colombinos dieron importantes réditos a ese discurso. Pero, ¿qué beneficio podrían obtener las naciones americanas al adoptar una figura tan eurocéntrica como Colón y su descubrimiento? Posiblemente uno de los principios que impulsó la colonmanía fue no sólo la de ensalzar al hombre que comandó la hazaña del descubrimiento, sino la de una historia perfecta para el establecimiento de un punto cero en el inicio, un proto americanismo. Lo que los antropólogos solemos llamar un mito de origen. La historia de Colón y su descubrimiento es perfecta en este sentido no por lo que fue en su realización sino por lo que su relato propone en términos programáticos, es decir hacia el futuro. En América Latina los procesos independentistas del siglo XIX retardaron el ingreso de Colón a los panteones oficiales de los nuevos países. En consecuencia, fue el IV centenario de 1892 el que le dio el impulso definitivo. Los innumerables actos, monumentos y textos producidos contaron entonces con los aportes de España e Italia quienes se disputaban a la figura del almirante ya por su empresa, ya por su lugar de nacimiento.
¿Cuándo comienza a celebrarse en la Argentina? ¿Qué significa su nacionalización?
En la Argentina, los festejos de 1892 fueron espectaculares y estuvieron liderados por las numerosas y, en algunos casos, influyentes comunidades de inmigrantes italianos. En efecto, el primer festejo de relevancia fue de carácter itálico. La nacionalidad de Colón -nacido en Génova- era la base sobre la cual se había emergido el genio del almirante. Miles de inmigrantes desfilaron por el centro de Buenos Aires con estandartes y antorchas. El Estado argentino apoyó los festejos pero fue unas décadas después, en 1916, cuando se adoptó la fecha en el calendario oficial. En ese lapso, el proceso inmigratorio español se había incorporado en forma decisiva y ahora los festejos colombinos cambiaban de nacionalidad. Fueron las organizaciones de inmigrantes españoles y los vínculos diplomáticos con España los que hicieron que el carácter italiano de la efeméride se traslade al hispano. El hipanismo fue una pieza clave de nacionalismo cultural de la época. La adopción como efeméride festiva y oficial afianzó definitivamente su carácter nacional haciéndola ingresar en educación escolar. Esto sin duda le dio mayor densidad semántica a la cual se sumó un agregado novedoso que reverbera hasta hoy: la raza. Desde entonces y hasta las recientes intervenciones en su significado, el 12 de octubre se festejará como el día de la raza. La concepción del gran hombre hacedor de la historia que se había popularizado con la difusión de las obras de Carlyle desde el siglo XIX y que sin duda impactaron en la invención de Colón como héroe, ahora adoptaban un principio de inteligibilidad de la historia en clave colectiva. Si los grandes hombres hacían la historia era la raza la que los movía. No se trataba sólo de un principio biológico sino cultural, como una versión naturalista de la nación. El 12 de octubre en manos de los discursos de la nación fue conformándose como un dispositivo de imagen ingenua (la escena de un desembarco feliz) pero por eso mismo especialmente efectivo y poderoso en la difusión e incorporación del ideario conservador, racializador y autoritario.
¿Cuál fue el relato escolar que se instaló en torno a la conquista de América?
Sin duda la escuela fue el gran difusor (aunque no el único) del relato colombino. Repárese en que la figura del gran hombre es dispuesta en función de un acontecimiento llamado “Descubrimiento de América”. Se funden y se citan mutuamente. Como dijimos, resulta en un mito poderoso. Un gran hombre, un gran acontecimiento. Tan potente es, que a pesar de que desde el 2010 un decreto presidencial haya cambiado su significado por el del “día del respeto a la diversidad cultural”, las revistas escolares argentinas siguen dedicando su número de octubre a Colón y su descubrimiento. Yo creo que las efemérides producen un efecto de verdad poderoso y difícil de modificar a pesar de que se cambien las denominaciones mientras se mantengan las fechas. Ese efecto se produce por el establecimiento del lazo entre un acontecimiento y una fecha. Pensemos en nuestros cumpleaños. Sin duda nuestro nacimiento fue un acontecimiento, pero allí no había mucho de los que hoy somos.
En los últimos años en la Argentina y en otros países de Hispanoamérica se ha resemantizado el motivo de los festejos. ¿Qué reflexiones le merecen estas decisiones?
Un cambio importante en los usos del 12 de octubre fue la presencia de la lucha de diversos movimientos sociales en el debate desarrollado en 1992. El V Centenario hizo circular la versión oficial del “encuentro entre culturas”. Explicación edulcorada sin duda, pero al mismo tiempo receptora de un proceso de críticas a la colonización abierto desde la década de los 60. Los discursos oficiales fueron intervenidos por la experiencia del movimiento indigenista y en especial por el de derechos humanos que creció en la denuncia de los crímenes de Estado perpetuados por las dictaduras de la región. Lo nuevo al respecto fue que todo lo que desde entonces se hizo con la efeméride respondió a lo que dichos movimientos lograban más o menos en conflicto con las políticas de Estado locales. Los diversos casos de resemantización de la efeméride deben observarse en esta perspectiva. Asimismo, en todos esos ejercicios puede notarse la dificultad que conlleva la remoción de ese tópico de la antigua memoria oficial. “Día de la Raza” por “Día de la Interculturalidad”; “la Descolonización”; “la Resistencia indígena” y “el Respeto a la diversidad cultural” (Ecuador, Venezuela, Nicaragua, Bolivia y Argentina respectivamente). En verdad, nada de lo sucedido aquel 12 de octubre tuvo mucho que ver con estos principios. Sino más bien todo lo contrario. Entonces, ¿por qué seguir insistiendo con esa fecha? Puede haber una intención pedagógica o de denuncia al respecto, pero sus efectos pueden nuevamente conducir a la banalización del pasado, a la apertura de su uso instrumental y, sobre todo, a la reproducción del relato colonizador incrustado en la cita de esa fecha. La reproducción resemantizada de la fecha parece más un síntoma del trauma histórico que conlleva que una instancia superadora. Sin duda el debate sobre la interculturalidad es necesario, pero desde las ciencias sociales sabemos que la convivencia ecuánime se logra con formas sociales y económicas que las sustenten, y mientras eso no se dé no hay fórmula que lo pueda contener o propiciar.