Por Luis Ramos para cinencuentro
Raquiel Palomino Ochoa es una joven ayacuchana de 21 años, creció en San Juan de Chito, Vilcashuamán, una comunidad con menos de 600 habitantes dedicados a la pequeña agricultura de autoconsumo. Hoy Raquiel puede exhibir con orgullo un logro excepcional. Su cortometraje “Lo que quiero decirte” ha obtenido el “Premio Ellen Monague por mejor obra de la juventud” en el festival ImagineNATIVE 2015 desarrollado en Canadá. Este festival es un importante punto de encuentro para lo mejor de la creación audiovisual indígena. ¿Pero cómo así una joven peruana de San Juan de Chito pudo obtener este premio?
Todo comenzó a iniciativa del Centro de Culturas Indígenas Chirapaq, que entre 2012 y 2013 desarrolló un intenso trabajo de capacitación y producción audiovisual en cinco comunidades campesinas de Vilcashuamán. Para ello contaron con el apoyo de Oxfam y Wapikoni Mobile (proyecto canadiense que apoya la creación audiovisual indígena en varias partes del mundo).
Así, Raquiel Palomino, que en ese entonces contaba con 18 años, realizó el cortometraje Lo que quiero decirte, que es el mensaje de una hija a su padre alcohólico y una sentida reflexión sobre el tiempo pasado y la memoria. Vean a continuación el trabajo de Raquiel:
Este cortometraje y otros creados en Vilcashuamán han sido presentados en varios festivales en el mundo, en conjunto, reflejan el pulso vivo de una comunidad que expresa sus ideas y emociones, con jóvenes creadores que manejan con habilidad la cámara y el micrófono. Ellos y ellas han construido un valioso testimonio del universo quechua e indígena tan poco representado en nuestro universo cinematográfico peruano. Vale la pena mirar el total de esta producción. Destaco los cortos Mama Julia, El olvido, e Hilo que abriga. De hecho “Mama Julia”, realizado por Juan Pablo Quichua Baldeón, obtuvo un premio en la octava edición del Festival de Cortometrajes Filmocorto.
Hay varios puntos a resaltar en los cortometrajes. Existe un notorio deseo por contar las vivencias en primera persona, en la forma de testimonio documental. No son cuadros idílicos de la sierra, más bien reflejan problemas irresueltos y ángulos complejos, recordemos que no hace mucho esta tierra ayacuchana vivió el horror de los años más crudos de la violencia política. Por ello es tan necesario conocer estos puntos de vista, que nos dan noticias de una tierra lejana, no solo geográfica sino simbólicamente.
Hay que decir que este esfuerzo contó con el valioso soporte de gente con experiencia como Soledad Carrasco y François Laurent, también hay que resaltar el apoyo de las autoridades de las comunidades de Chanen, San Martín de Hercomarca, San Juan de Chito, San José de Churia y Santa Cruz de Pucaraccay.
Si nos detenemos a mirar la producción audiovisual peruana veremos una excesiva concentración de producciones hechas en Lima (y mirando a Lima). Esto responde obviamente a una lógica económica y de recursos de producción, pero experiencias como las de Chirapaq nos demuestran que es posible ir más allá de esas limitaciones. ¿Cuántos cineastas en potencia perdemos, cuántas historias se dejan de contar por falta de apuestas que miren más allá de Lima y sus alrededores? Ejemplos positivos existen, ahí están la Caravana Documental, La Escuela de Cine Amazónico, El grupo Chaski y su Red de Microcines, por citar solo tres ejemplos que marcan la diferencia. Pero infelizmente son la excepción. Hagamos lo que sea necesario para que dejen de ser excepción, para que otros como Raquiel Palominopuedan expresar su voz a través del audiovisual.