Por Ana I. Bernal Triviño para En Abierto
Hay un librito estupendo, fácil de leer y de releer (es aconsejable) que se titula Cómo nos venden la moto, de Noam Chomsky e Ignacio Ramonet. En unas pocas páginas, los autores resumen cómo actúa la propaganda sobre nosotros a través de la concentración de medios dependientes de intereses económicos y políticos.
El libro es de 1995 y veinte años después Chomsky y Ramonet podrían hacer una actualización repleta con nuevos ejemplos porque, lejos de cambiar de estrategia, nuestros gobiernos e instituciones de poder siguen haciendo de la información su mejor arma para vencer y alcanzar sus intereses. Y todo, a través de un pensamiento único donde, si propones algo contrario, te conviertes en un radical absoluto.
Mientras leo la prensa, consulto titulares, escucho la radio o presto atención a la tele, repito todo el día… «cómo nos venden la moto». Porque sí, porque lo hacen delante nuestra, en nuestras narices. Que si sólo Venezuela, que si los brotes verdes, que si la libertad, que si el Estado Islámico… Y una, inocente, piensa que la gente se da cuenta. Y, al final, cuando llega la hora de la verdad, compruebas que sólo se percatan tres o cuatro y el resto sigue manejado como marionetas. Ejemplos hay miles…
Te venden que la Venezuela de Maduro, elegida democráticamente, es mucho peor que la dictadura impuesta de Pinochet, con unas 40000 víctimas entre detenidos, desaparecidos, ejecutados, torturados y presos políticos.
Vinculan a América Latina con gobiernos que asesinan o encarcelan, pero se les pasa citar las sentencias de muerte de Arabia Saudí o la pena de muerte en Estados Unidos.
Hacen creer que sólo en algunos países hay presos políticos, cuando en tu propio país existen procesos penales contra sindicalistas por manifestarse en huelgas generales.
Venden que eres libre y, en verdad, lo que tienes es sólo libertad de mercado.
Crean una campaña de seguridad para protegerte de «presuntos» ataques y, en el fondo, lo que te quitan son libertades.
Nos venden que las guerras son de otros países, cuando también son nuestras. Nos venden que están en contra de esas guerras, mientras invierten en ellas con su armamento.
Se presenta a Occidente como la salvadora que combate la guerra del terror, pero sin embargo se encargan de financiarlo.
Se presentan como adalid de la libertad de expresión e información para cualquier país menos el nuestro, donde nos imponen una ley mordaza y un ministro de Justicia propone multar medios que filtren casos de corrupción.
Presentan, como nuevos, partidos que no son recién nacidos, y cuyos programas son tan viejos como sus referentes.
En titulares publican que liberalizan y flexibilizan el mercado laboral, pero en verdad te esclavizan y te obligan a dividirte entre tres minijobs a la vez.
Por tu bien, sólo por tu bien, indican que se debe profundizar más en las reformas, pero a cambio de profundizar en tus derechos sociales.
Dicen que lo de otros partidos es populismo, mientras ellos incumplen todos los programas electorales.
Avisan que entre los emigrantes y refugiados sirios vienen yihadistas, pero no te alertan de que lo que crece a tu lado es el fascismo.
Venden que el problema es el nacionalismo, y no el derecho a consultar, o que lo verdaderamente importante son los derechos recortados. O te titulan con un boicot a los productos catalanes sólo por una propuesta de consulta, pero apenas se menciona el boicot de productos israelíes que fabrican en territorios arrebatados a familias palestinas y que explotan sus recursos naturales.
Te hacen creer que tomas conciencia de las atrocidades del mundo porque te conmueve la imagen de un niño sirio muerto en la playa o las niñas secuestradas por Boko Haram, pero justo después te plantan el debate de si un gatito sube o baja en la foto… y a otra cosa, mariposa.
Se dan golpes en el pecho defendiendo a víctimas de terrorismo, pero depende de quién sea la víctima y quién el terrorista y… por supuesto, aquí no entra el terrorismo machista.
Venden que abrir las fosas del franquismo es abrir heridas, pero pasan de puntillas que sus verdugos siguen disfrutando de impunidad.
Te presentan a una Europa premio Nobel de la Paz pero cercada de vallas, que asfixia a países europeos que no cumplen sus normas y que negocia un TTIP a puerta cerrada.
Y así, cientos de cosas más. Desde que vas a la última moda y donas un céntimo con tu bolsa a los niños necesitados, mientras con esa compra sostienes la esclavitud del niño que te ha cosido esa ropa por un céntimo en condiciones infrahumanas; pasando por una supuesta justicia imparcial en tribunales donde sus magistrados son nombrados por políticos; o nos venden a una Angela Merkel como alma caritativa que acoge refugiados, cuando lo que ella ve es una forma de rentabilización como mano de obra barata.
Estamos hasta el cuello de pensamiento único en esta lucha entre la justicia social y el neoliberalismo. No hace falta decir quién va perdiendo. A ver cuando dejamos de ser dóciles, sumisos y domesticados y que, cuando toque votar, respondamos con su mismo cinismo y los condenemos al olvido. A ver cuando reaccionamos y, de una vez, seamos nosotros los que les vendamos la moto a ellos.