Catalunya después de las elecciones del 27S
Por Javier Alegría
Con un porcentaje de participación que solo puede compararse con los de las grandes ocasiones, nadie podrá decir que en las pasadas elecciones, los ciudadanos de Catalunya no han hablado alto. Otra cosa es que hayan hablado claro. Porque los resultados del escrutinio están dando para muchas interpretaciones.
Por un lado tenemos a Artur Mas, con un perfil político cambiante que siempre ha adaptado su discurso a un interés personal, recordemos sus procedimientos neoliberales, sus recortes y su relación con los casos de corrupción que afectan gravemente a su partido. Ahora, con los resultados electorales en la mano, Artur Mas, que en sus primeros años al frente de CiU se manifestó en contra de la independencia y que en alguna ocasión llegó a afirmar que un proceso secesionista debería contar con al menos dos tercios de la cámara, aparece ahora como uno de los centros principales de la polémica post-electoral y como un escollo para la elección de President.
Pero para comprender el panorama político post-electoral conviene que nos remontemos algo más atrás. Porque si Artur Mas es un problema, Mariano Rajoy también lo es. El inmovilismo del Gobierno central respecto a Catalunya y sus agresivas políticas centralistas y de recortes han propiciado el avance del sentimiento independentista. No cabe duda. Pero además, su utilización del Tribunal Constitucional como arma para resolver conflictos evitando la celebración de un referendum condujo a un 27S en el que los ciudadanos fueron convocados a una confusa mezcla de elecciones y plebiscito cuyo resultado no podía ser otro que un complicado mapa representativo en el Parlament de Catalunya.
Los ciudadanos de Catalunya no pudieron antes expresarse en un referendum con garantías y una pregunta clara respecto a la independencia. Y ahora no han podido, como se debe hacer en unas elecciones autonómicas, expresar su aprobación o rechazo a las políticas del gobierno saliente ni manifestar el tipo de politicas que quiere en el Govern de Catalunya. Son dos debates cruciales, dos debates que la sociedad catalana necesita y que, con esta forma de hacer las cosas, no se han podido producir. Si se analiza la cuestión, podemos decir que el primer debate, el de la independencia previo a un referendum no se ha podido hacer porque no le ha interesado a Mariano Rajoy y su gobierno del PP, y el segundo, el del modelo de gobierno, el de las políticas de recortes, el de la corrupción y la regeneración democrática, tampoco se ha podido hacer porque no le convenía a Artur Mas y su govern. De nuevo, en el orígen del problema, dos líderes neoliberales salpicados por la corrupción y amenazados con perder su poder, poniendo dificultades al natural desarrollo democrático.
¿Y cual hubiera sido el natural desarrollo democrático de la situación que vive la sociedad catalana?. Pues muy sencillo: Respecto a la cuestión de la independencia un referendum claro en el que se pudieran contar votos a favor y en contra de un proceso secesionista; Respecto al modelo de gobierno unas elecciones catalanas en las que se debatieran las políticas llevadas a cabo por el gobierno anterior y se debatieran las distintas opciones de gobierno futuro. Así de fácil y claro.
Ahora tenemos realidades que harán complicado el avance social y político. Tenemos un grupo de 62 diputados, el mayoritario, que han sido elegidos con una propuesta claramente independentista y dicen sentirse legitimados para emprender un proceso secesionista pese a contar con menos del 50% de los votos. Tenemos un grupo de 10 diputados que han sido elegidos con esa misma propuesta pero que han manifestado claramente que no apoyarán la investidura de Mas, ni cerrarán los ojos a las políticas de recortes, las privatizaciones y la corrupción. Y tenemos, en el otro lado de la cuestión independentista, un diverso grupo de partidos de varios colores políticos, con distintas estrategias a nivel catalán y estatal, que no pueden ni apoyarse entre ellos ni apoyar a los secesionistas. Y todo esto a solo dos meses de unas elecciones generales que podrían cambiar no solo el gobierno central sino también las políticas hacia Catalunya y los anhelos independentistas de una parte, más o menos importante, de la ciudadanía catalana que hoy quiere salir de España.
Las próximas semanas serán complicadas y la riqueza de matices de esta sociedad, expresada en las urnas, será fundamental. Veremos si los políticos están a la altura.