eldiario.es habla con algunas personas que han puesto sus casas, ropa, comida, atención médica o traducción al servicio de los refugiados en Madrid, principalmente sirios.
En solo tres días 200 personas han alojado o ayudado a 150 refugiados.
Se han organizado en la Red Ciudadana de Acogida, surgida en asamblea hace unas semanas.
“Vienen con mucho miedo a lo institucional. La ciudadanía está cubriendo lo que el sistema de asilo español les niega”, denuncian.
Por Olga Rodríguez para Desalambre
Una estación en Madrid. Una familia siria que llega del sur. Un grupo de gente que va a su encuentro, le ofrece agua. Entre ellos, hay alguien que habla árabe. Empieza a hablar con ellos, les cuenta que son ciudadanos que viven en Madrid, que tienen un banco de ropa y alimentos, que también hay gente dispuesta a darles cobijo en sus casas.
Forman parte de la red ciudadana que en las últimas semanas se ha creado en Madrid, de forma algo espontánea al principio -a través de una primera asamblea celebrada en el barrio de Lavapiés- para analizar de qué modo podían mostrar solidaridad con los refugiados.
Primero convocaron la manifestación del pasado día 12 bajo el lema “Por una política europea responsable, bienvenidos refugiados”. Después se organizaron para hacer guardia diaria en Barajas y en varias estaciones de Madrid, con la idea de ofrecer a quienes llegan cobertura para sus necesidades más básicas.
El pasado jueves 17 se encontraron con varias familias sirias. El viernes, con 40 personas más. El sábado, con 80. Y así, en tan solo cuatro días unas 200 personas que viven en Madrid han puesto sus viviendas, ropa, comida, atención médica o traducción al servicio de los refugiados que vienen, la mayoría sirios, para proseguir su trayecto hacia otros países europeos o fijar su residencia en Madrid. Y siguen haciendo guardia porque saben que en las próximas horas llegarán más.
“Son estas cosas mágicas que tiene la ciudadanía”, cuenta Pablo Sainz, más conocido como «el Pampa», uno de los integrantes de la Red Ciudadana de Acogida, integrada por muchos participantes de esa primera asamblea, también por InterLavapiés, por miembros de la organización Pueblos Unidos y de la parroquia de San Carlos Borromeo.
“Alguien dice: “yo puedo alojar a tantas personas dos noches”. Otra dice “yo tengo una amiga que habla árabe”. Otro más se ofrece como médico. Y como un rayo ha empezado a tejerse una red de contactos que sigue ampliándose”, explica Sainz.
“5.000 euros para cruzar la frontera”
“La ciudadanía está cubriendo y dando la solidaridad que no ofrece este sistema de asilo, muy deficiente, muy precario, sin voluntad real de acoger”, denuncia Nino Trillo, uno de los portavoces de la red, y también una de las personas que ha alojado en su casa por unos días a varios refugiados. “Ha sido una experiencia enriquecedora para todos, también para mis propios hijos”, explica. La mayoría de los recién llegados vienen para continuar su trayecto hacia el norte.
“El hombre que se ha quedado en mi casa nos contó que a su hermano lo reclutó el ejército de Bashar al Assad en Siria, bombardearon su barrio, su cuñada perdió una mano. Ella y sus tres hijos huyeron a Jordania, él y los suyos se fueron a Líbano, de allí a Argelia. Algunos cuentan que tuvieron muchos problemas en Nador [Marruecos], debido al robo de pasaportes en los hoteles o a la salida y que luego les piden dinero para devolvérselos. La familia a la que acogí pagó 5.000 euros en total para que la policía marroquí les dejara cruzar la frontera. Hay otros que pasan sin pagar, entran separando a los niños, de muchas formas”, relata Trillo.
Algunos han necesitado atención médica. Entre ellos, los niños de la familia acogida durante unos días por Pablo Sainz.
“Los niños llegaron con muchas picaduras de mosquitos por dormir a la intemperie, tenían fiebre. Yo no sé árabe pero con gestos la madre me explicaba que presenciaron bombardeos, decía “bum, bum, bum”, y hacía el gesto de dormir para decirnos que parte de su familia había muerto. Ya con un traductor nos contó que después huyeron a Turquía, que la frontera con España fue muy dura porque no solo está militarizada, sino que es difícil llegar a la propia frontera. También habló del centro de estancia temporal de Melilla, del hacinamiento que hay allá”, relata a eldiarioes.
El temor a los dispositivos oficiales de asilo
La red ciudadana de Madrid acoge y ayuda a aquellos refugiados que llegan evitando los dispositivos oficiales de asilo, principalmente por temor. Algunos han pasado días durmiendo en estaciones o en parques, perdidos, sin saber a quién acudir, antes de encontrarse con los voluntarios.
“Vienen con mucho miedo a lo institucional. En su paso por varios países han sido maltratados, mal atendidos y tiene miedo. Algunos no han querido ir a los hospitales, así que hemos llamado a médicos amigos. En mi caso, llamé a una médica amiga y ella a su vez avisó a una paciente suya marroquí que hizo de traductora. Así atendimos a los niños que se quedaron en mi casa”, cuenta Pablo emocionado.
Y prosigue: “En un día pasaron por mi casa siete personas, una trajo alimentos, otra ropa, otras vinieron a arroparles emocionalmente, a conocerles, no tratándolos como si fueran monigotes de circo, sino para acompañarles y para demostrarles que no están solos en su camino. Es algo que hacemos desde el corazón y la conciencia, para cambiar esta locura en la que se ha convertido la crisis migratoria y el asilo, para humanizarlo”, denuncia.
Desde esta red espontánea coinciden en subrayar la crítica a la legislación migratoria y de asilo. “Esta legislación se derrite, no sirve. Y cuando te das un abrazo con un refugiado, cuando estás cara a cara con la gente se destruyen las barreras del miedo que algunos están azuzando”, señala Sainz.
“Esto pone en cuestión el sistema de asilo creado, el funcionamiento de los centros de estancia temporal, de la frontera y la gestión del dinero público. Los gobiernos gastan tanto en proteger la frontera que muchas familias no ven otra salida y caen en manos de las mafias”, añade.
“Hay que fijar unos mínimos de trato humanitario”
A través de mensajes grupales vía teléfono móvil o vía Doodle la red ha creado bases de datos en las que se distribuyen las tareas, se asignan los horarios de guardia y se enumeran las viviendas disponibles. “Actualmente tenemos unas 60 casas a disposición de los refugiados”, señala Trillo. “La solidaridad es tal que a mí me han llamado no menos de 50 personas ofreciendo ayuda, incluso a las 3 de la madrugada”, sonríe Pablo.
Están en contacto con varias organizaciones no gubernamentales y con amigos que viven en otros países europeos a los que posiblemente vayan a llegar los refugiados acogidos en Madrid en días pasados y que ya han retomado su camino.
Además este viernes se reúnen con representantes del Ayuntamiento de Madrid -que ha puesto un dispositivo del Samur y ha ofrecido servicios para personas sin hogar- para abordar y analizar la situación actual.
“Creemos que es fundamental fijar unos mínimos para garantizar un trato humanitario. Yo no me imagino, por ejemplo, a los niños sirios que han estado en mi casa durmiendo en un polideportivo con doscientas personas más, sin el calor de un hogar, sin una cocina, sin una habitación o un rincón propio y cálido. No lo querría para mi y no queremos eso para ellos. Merecen toda la hospitalidad, vienen de cosas muy duras, algunos han caído en manos de las mafias que hay en la frontera, o han pasado por los centros de estancia temporal españoles que son como cárceles a cielo abierto”, denuncia Pablo, «el Pampa».
En tan solo unos días estos vecinos de Madrid han tejido lazos con los refugiados a los que han acogido y ayudado. Han compartido historias, confidencias, lágrimas y risas, se han intercambiado números de teléfono y han inmortalizado en fotografías un encuentro y un afecto que no olvidarán fácilmente.
Ahora se preparan para la llegada de más refugiados, mientras hacen una llamada a la responsabilidad y a la solidaridad por parte de todos. La que ellos están demostrando es sin duda ejemplar.