Entrevista al profesor de la Universidad de Illinois (EEUU) y experto en medios de comunicación e Internet, Robert McChesney.
La humanidad, dice, enfrenta un cambio de paradigma que evidencia cómo «el capitalismo tiene una relación ambigua con el fascismo» y que «todo está en poder de las empresas».
«EEUU ha dejado de ser una democracia en muchos aspectos», señala, aunque ve «imposible» que un «narcisista» como Donald Trump «gane las elecciones».
Por Juan Miguel Baquero para Andalucía
«El capitalismo tiene una relación ambigua con el fascismo». «Todo está en poder de las empresas». «EEUU ha dejado de ser una democracia». «Es imposible que Donald Trump gane las elecciones». «El poder lucha hasta la muerte para evitar los cambios». Una charla de Robert W. McChesney significa enfrentarse a frases así. Duras, incisivas, como un golpe en el estómago.
El profesor de la Universidad de Illinois, Estados Unidos (EEUU), es uno de los pensadores más influyentes de la sociedad norteamericana y experto en periodismo e Internet. Una suerte de gurú de las tecnologías de la información con un discurso apoyado en Karl Marx, Noam Chomsky o John Maynard Keynes para explicar cómo el capitalismo usa las nuevas tecnologías contra la democracia.
McChesney participa en el III Seminario Internacional ‘Derecho e Internet: Un enfoque tecnopolítico’. La sala de grados del edificio 7 de la sevillana Universidad Pablo de Olavide (UPO) es el escenario. Ahí es la entrevista para eldiario.es Andalucía. «¿Queréis vivir?», pregunta antes al auditorio. «Durante milenios la respuesta ha sido sí. Espero que vuestra respuesta también». Quiere dejar claro que «la lucha definirá el destino de nuestras vidas».
La cuarta revolución tecnológica (la digitalización de la información, tras el habla, la escritura y la imprenta), «podría redefinir nuestra especie». Esperanza o «desastre». Un cambio de paradigma que sufre una contienda bipolar: «lucha contra el fascismo y fortalecimiento de la democracia». Y dependerá de quién controla las redes de comunicación. «Tenemos recursos para crear un mundo inimaginable, pero no tenemos el sistema político para crearlo».
Dice que el capitalismo olvida el camino que usó para acabar con el fascismo y así deja abonado el resurgir de aquellos planteamientos extremos.
El capitalismo tiene una relación ambigua con el fascismo. Uno de los caminos para acabar con el problema del desempleo severo es al modo fascista: militarizar fuertemente la sociedad y que la gente trabajara ahí. De paso potenciaba la inversión privada y suspendía todas las libertades e instituciones democráticas. Y ésa fue la respuesta del capitalismo. Que también quiere reproducir el new deal –política intervencionista del presidente Franklin D. Roosevelt entre 1933 y 1938– para construir infraestructuras democráticas.
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La «siguiente generación», señala el profesor en la conferencia, enfrentará un «gran problema político»: la pérdida «masiva» de puestos de trabajo. Personas sustituidas «por máquinas». Tras la experiencia del siglo pasado, ahora «las grandes infraestructuras democráticas han sido demolidas con el auge del neoliberalismo, vamos hacia atrás». Con «gobiernos que trabajan para las grandes compañías» y sistemas cada vez más débiles y con menos cobertura social.
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En este bucle, ¿para qué sirve el periodismo?
Hay muy poco dinero y acabado el periodismo comercial lo que queda es intentar sobrevivir. Pero ninguna democracia puede sobrevivir sin medios de comunicación fuertes e independientes. Son la base. Los medios tradicionales han adquirido el esquema del mundo individual. La gente piensa ‘no hay razón para dar ni un céntimo a una página web’. Y no podemos permitir que el periodismo sea voluntario. Es un problema de políticas públicas.
Y las redes sociales, ¿para qué sirven?
Las redes sociales son muy importantes. Cruciales. Si las visualizamos como una especie de grupo de jazz tienes un bajo y una batería, un piano… improvisan y tocan una melodía. Pero necesitan una sección de ritmo: el periodismo. O estarán propagando la voluntad del poder. Es mejor que nada, pero si tus denominadores son ‘0’, obtienes números irracionales.
Facebook, Twitter… son un puro espejismo.
Sí, estoy de acuerdo. Son especialmente eficaces si estás organizado. Al mismo tiempo las redes sociales son todas monopolios bajo grandes corporaciones mediáticas que controlan los contenidos. Y ése es el problema. No me vale. Es demasiado poder en muy pocas manos.
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En la charla en la UPO, Robert W. McChesney deja una frase lapidaria: «Internet es la mejor herramienta para crear monopolios que nunca ha existido». Es «imprescindible», sostiene, voltear una situación en la que «todo está en poder de las empresas». Habla de Bernie Sanders, candidato del Partido Demócrata que «gana terreno» a Hillary Rodham Clinton en la carrera presidencial. «¿Cómo puede ser que un autoproclamado socialista esté compitiendo?», cuestiona. Por su «masa» de voluntarios y por representar «el cambio en la mentalidad de EEUU».
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Ha hablado de Sanders pero, ¿cómo define a Donald Trump?
Es increíblemente narcisista. Su atractivo político es diferenciarse de los tradicionales, ese ‘soy el tío más fuerte de aquí, el más duro y, si lo dudas, ponme a prueba y te enseñaré quién es el jefe’. Eso atrae a cierta gente. Toma posturas radicales, sabe que gusta a gente con mucha rabia y odio hacia determinados asuntos. Como cuando dijo que Barack Obama no debía ser presidente de EEUU porque nació en El Congo. No tenía ninguna prueba. Es irresponsable. Y ahora su movimiento es tan popular por decir básicamente que los inmigrantes sin papeles son la causa de la enorme ola de crimen, que agotan los recursos… Hay repetidos incidentes como éste y sus índices de popularidad suben. Pero no creo que vaya a ser presidente. Y si lo hace no estaré viviendo muy lejos de aquí, probablemente en Noruega.
Con las dificultades que dibuja, ¿cree que la humanidad cambiará el escenario?
Soy muy optimista, por naturaleza. A pesar de todos los factores deprimentes que nos rodean. Verás, yo estaría sorprendido si en EEUU todo el mundo dijera: ‘¡Dios, me muero de ganas de ir a votar a tal candidato! ¡La sociedad nunca había sido mejor, esto es fantástico!’. Realmente me asustaría. Pero esto no funciona así, es justamente al contrario. Y hay todo tipo de señales para creer en un cambio.
¿Aunque gane Trump?
(Ríe) No creo que pueda ganar. Hay una razón empírica: en las elecciones americanas vota muy poca gente. La gente joven no vota, sólo el 20%, la gente pobre tampoco… Así que en año presidencial habrá mucha gente que tema a Donald Trump. Es demográficamente imposible que gane las elecciones.