El fotógrafo argentino Marcelo Brodsky inauguró una muestra en la escuela rural de Ayotzinapa, donde asistían los estudiantes que fueron asesinados. “Es una manera de decir ‘presente’, de acompañarlos para que no se sientan solos”, contó. Las fotos son el resultado de una campaña internacional organizada por él.
Por Waldo Cebrero para Infojus Noticias
Los estudiantes de primer año de la escuela Rural de Ayotzinapa, en México, llevan una marca distintiva: la cabeza rapada. En la escuela y en las Sierras de Guerrero los conocen como “los pelones”. El corte no es una elección. Es parte de un rito iniciático. En cuanto ponen un pie en la escuela sienten el asedio de los estudiantes de cuarto que –tijera en mano– los siguen al grito de “pelo, pelo”. La mayoría de los 43 estudiantes normalistas desaparecidos el 26 de septiembre pasado en Iguala eran “pelones”.
Ayer, “Los Pelones” de la promoción 2015 se tomaron una fotografía colectiva con un cartel que decía: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Detrás del lente, estaba el fotógrafo argentino Marcelo Brodsky. La imagen –impresa en vinilo de 3 metros por 2– quedará colgada cerca del comedor, el lugar en dónde se reúnen desde hace un año los padres de los estudiantes masacrados. “Es una manera de decir ‘presente’. De acompañarlos para que no se sientan solos”, dijo Brodsky desde Ayotzinapa, a Infojus Noticias. Llegó el jueves a la escuela ubicada en el municipio de Tixtla, en plena Sierra de Guerrero, para instalar la muestra fotográfica compuesta por 52 imágenes realizadas por estudiantes y fotógrafos de todo el mundo.
La serie es el resultado de la campaña Acción Visual Ayotzinapa, que comenzó en noviembre del año pasado, con una foto tomada en el Colegio Nacional Buenos Aires. “La campaña solidaria dio la vuelta al mundo. Participaron más de 30 mil personas de 20 países. Esta foto, la de los pelones, cierra esa gran cadena de apoyo”, explicó el fotógrafo, curador y organizador de la campaña.
El jueves, Brodsky se fue a dormir tarde y cansado. Pasó todo el día colgando las fotos que quedaran instaladas en los lugares abiertos de la escuela rural, al aire libre. Sólo se tomó un respiro para hablar con Ezequiel Mora, el padre de Venancio, cuyos restos fueron identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) en el basural de Cocula. Es el único de los 43 que fue reconocido. “La gente de acá habla poco. Son personas de sierras, campesinos humildes, que saben trasmitir su lucha. Esta escuela es una posibilidad de salir de la mala, de estudiar, de comer todos los días y formarse para cambiar un poco la realidad”, dijo Brosky por teléfono. “Los familiares que no viven en el municipio de Tixtla, tiene que hacer una marcha de varias horas caballo por la sierra agreste para llegar hasta la escuela. Por eso muchos de ellos, prácticamente viven acá, en el lugar de reunión de la escuela. Porque este es el lugar que eligen para decirle al mundo que quieren justicia”, agregó.
-Usted está en México hace varios días ¿Cómo vive la sociedad este aniversario tan doloroso?
-Antes de llegar a Ayotzinapa estuve algunos días en DF. Allí pude presenciar la entrega del informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes que fue designado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos. El reporte demuele la hipótesis del gobierno. Asegura que no hay evidencias para sostener que los estudiantes hayan sido incinerados en un basurero. Incluso sostiene que es imposible que un fuego de la magnitud planteada por el gobierno haya existido. Entonces el gobierno va a tener que volver a investigar, a invertir recursos para saber qué fue lo que pasó con esos chicos. Tiene la responsabilidad de administrar justicia, como hizo el Estado argentino de juicios a los responsables del terrorismo estatal. En algún momento esperamos que en México se pueda identificar y juzgar a los responsables de esta masacre. La gente, en México, está esperando eso. Y de alguna manera lo que hacemos nosotros con este homenaje es presionar al gobierno para que tome las medidas necesarias y explique lo que pasó. Lo hacemos acompañados por muchas organizaciones de la sociedad civil del mundo y en especial por Tlachinollan, que apoyan legalmente a los padres de los estudiantes.
-¿Qué puntos de contactos ve con Argentina?
-La desaparición de estos chicos le duele al mundo entero. La campaña fotográfica fue una expresión de esa indignación global. Llegaron fotos de todos lados, apoyos solidarios, diferentes maneras de decir basta. Luego está lo personal. Yo siento a cada estudiante normalista desaparecido como a uno más de nuestros desaparecidos, porque con México tenemos una relación muy estrecha. El exilio, el fútbol, los argenmex, hay toda una historia, un dialogo complejo, sofisticado, de muchos años de gente que va y que viene. Por otro lado México es una presencia magnética para toda Latinoamérica. El gran maestro para los fotógrafos latinos es un mexicano, Juan Manuel Álvarez Bravo. Por lo tanto el arte visual también nos vincula.
-¿Usted decidió intervenir desde la imagen?
-Esto en Argentina ya no pasa, pero bueno, pasa en México. Un lugar lo suficientemente cercano como para que uno tenga que reaccionar y actuar. Lo que hice fue indignarme y darles un apoyo a las víctimas para que no se sientan solas. De alguna manera devolvemos el apoyo que nos dieron. Con las imágenes, estamos junto a los que luchan por la verdad.
-Su historia personal fue atravesada por la desaparición. Eso se ve en su trabajo. ¿Cómo es el proceso creativo cuando lo que se busca representar es la ausencia?
-Tengo un hermano desaparecido. Integro el concejo de gestión del Parque de la Memoria. El tema de la desaparición está de alguna manera asociada a mi obra de manera permanente. Cada vez que voy al Parque de la Memoria por alguna razón, los desaparecidos están presentes todo el tiempo. Los desaparecidos y el Río de la Plata. Como todos los que hemos sido afectados en nuestras familias, la desaparición se la lleva todo el tiempo. Por otro lado, la representación de la ausencia es un tema que tiene que ver con el arte contemporáneo. Muchos artistas hemos trabajado la ausencia en argentina. Gustavo Germano en su libro llamado justamente Ausencias, pero también Lucila Quieto, Graciela Sacco y el mismo Res. Muchos hemos tratado e abordar el tema de la representación de la ausencia. Yo lo hice en mis libros Nexo y Buena Memoria, es un tema central y en consecuencia muy importante para los artistas.
Fernando Brodsky, hermano de Marcelo, fue visto por última vez en 1980 en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Él mismo debió exiliarse en Barcelona, donde comenzó a estudiar fotografía.
En 1967, cuando era alumno del Nacional Buenos Aires, Marcelo y sus 32 compañeros se tomaron un retrato grupal en el aula de Música del colegio. Se los ve sentados en una grada de madera. Él está en segunda fila. Tres de esos chicos forman parte de los 110 alumnos desaparecidos durante la dictadura. Entonces Brodsky tomó esa foto y la intervino con fragmentos de la vida de cada uno. La obra se llama “La Clase”.
La muestra que se estrenó en Ayotzinapa comenzó de alguna manera en el Nacional Buenos Aires. “El año pasado asistí a un acto a la escuela porque habían identificado los restos de Lila Epelbaum, hija de Renée Epelbaum, una de las fundadoras de Madres de Plaza de Mayo”, cuenta Brodsky. Fue un acto lindo, había fotos suyas, los chicos leyeron poemas. Entonces hablé con el rector y me invitó a poner la foto “La clase” de manera permanente. Como estábamos atravesados por el efecto Ayotzinapa, le propuse hacer una foto nueva en el mismo lugar en el que se había hecho la foto de mi división. El rector estuvo de acuerdo, juntamos los chicos, ellos armaron su cartel y tomamos la foto”, recuerda.
Luego, en el evento Parios Photo, Brodsky comentó la idea y se trasformó en campaña internacional. Se sumaron 52 organizaciones de 20 países distintos. La última foto es la de “Los Pelones”.