La sociedad civil rescata a los refugiados de la dejadez institucional en Berlín y evita una crisis humanitaria.
Familias alemanas les acogen y grupos de voluntarios reparten agua o mantas en los asentamientos.
Pancartas en los estadios de fútbol o portadas de periódicos locales piden ayuda para dar una buena «bienvenida» a los refugiados.
Por Carmela Negrete para Desalambre
Un hombre sirio inmortaliza el momento desde el autobús. Graba la agitación de las flores amarillas, el balanceo de los carteles en los que se puede leer «bienvenidos» en diversos idiomas. Se escuchan gritos y aplausos. Decenas de personas se congregan para acoger a los que huyen de la guerra. Ellos lo agradecen y así lo hacen saber. Al fin, están a salvo. Este vídeo choca con la imagen de los ataques de grupos neonazis a varios centros de acogida en distintos puntos del territorio germano. Menos visible pero muy presente, el movimiento a favor de los refugiados se extiende por todo el país.
Es la otra cara de Alemania que se encuentran refugiados como la familia de Sinpan y Rawed. Después de todo lo que han pasado, todavía sonríen. Han conseguido su objetivo. Ya solo les falta cruzar la barrera elevada por el personal de seguridad. Van saliendo a la de uno, dos, tres, cuatro, cinco… stop. Los siguientes de la fila son los hermanos y primos de ambos. Una familia entera kurda que ha dejado atrás todo lo que tenían para huir del horror de la guerra en Siria. Su ciudad, Hasaka, se había convertido en un lugar demasiado peligroso, así que la familia vendió sus pertenencias y se puso en camino hacia Alemania, donde los dos primos llevan ya casi un año viviendo. «Cuando llegaron dijeron: ¿y esto es Alemania?», se ríe Rawed.
El viaje fue horrible, cuentan. Las mafias les cobraron unos 8.000 euros por cabeza y les trajeron escondidos en un camión. Un transporte similar al que estos días ocupaba las portadas de los diarios con decenas de refugiados que habían fallecido en su interior asfixiados. Un viaje peligroso a merced de las mafias ante la inexistencia de rutas legales para ejercer su legítimo derecho al asilo. Llegaron el día anterior y han tenido suerte de que esta misma noche la podrán pasar en un albergue de emergencia. Después de todo el día esperando, por fin pueden abandonar el jardín de la oficina de asuntos sociales.
A este lugar, situado en el barrio berlinés de Moabit, vienen cada día alrededor de medio millar de refugiados a inscribirse como tales para comenzar el largo proceso de la solicitud de asilo ante la burocracia alemana. Desde aquí son enviados a albergues provisionales distribuidos por todo el país. Durante todo agosto se han visto escenas delante de esta oficina más propias de países no industrializados y empobrecidos: familias enteras, niños, bebés, personas mayores y enfermos durmiendo al raso. Sin comida ni agua siquiera.
Sin agua en pleno agosto. Familias enteras haciendo cola toda la noche y todo el día, durmiendo incluso en la cola. Pero alguien puso el grito en el cielo en Twitter y de la noche a la mañana se organizó el reparto de agua que tanto necesitaban los refugiados. Voluntarios cocinaban para ellos lo que ciudadanos de Berlín traían para donar de forma altruista. Durante unas dos semanas la organización Moabit hilft (Moabit ayuda) fue prácticamente la organización que coordinó el trabajo de los cientos de voluntarios que han pasado para regalar tiempo y fuerzas a los recién llegados.
A raíz de la presión de dichas organizaciones, la oficina de asuntos sociales instaló un grifo para que los refugiados puedan beber pero que en realidad, está sirviendo también para asearse. Además reparten vasos y botellas de agua. La comida sigue llegando de los voluntarios aunque ahora han prometido que a partir de esta semana será una empresa quien se encargue de prepararla con cargo al erario público.
Solidaridad autoorganizada en la capital de la burocracia
Todo el mundo sabe que la burocracia alemana es una de las más complejas del planeta. Para todo hay formularios, cada ámbito de la vida está legislado de manera minuciosa. Y sin embargo, estos días, Berlín parece haberse olvidado de los protocolos tradicionales más básicos. Las personas se organizan a través de Facebook, Twitter, crean documentos de Google compartidos en los que van escribiendo las necesidades de cada lugar.
De esa forma es como Leticia y Jacob, de Valencia y Alicante, pero residentes en Berlin, se enteraron de lo que estaba pasando y decidieron presentarse voluntarios. Unas veces reparten agua y comida. Ropa, mantas. Hacen de payasos para los críos. Ante la inacción de las autoridades, los berlineses se han puesto a ayudar a destajo.
Sin embargo, la carencia de asistencia a los refugiados conlleva no pocos riesgos para su salud y para la salud pública. El presidente del colegio de médicos alemán, Ulrich Montgomery, ha advertido en declaraciones al diario Hamburger Blatt que en las instalaciones de emergencia reina la confusión, que el servicio público de salud no cuenta con los recursos sanitarios suficientes para momentos de crisis como este y que cada refugiado debería ser examinado por un médico dentro de los primeros tres días que esté en Alemania. «Es inaceptable que un país rico como Alemania esperemos tres meses para una revisión médica para aclarar casos de tuberculosis, una enfermedad muy peligrosa y de alto contagio».
Así que los médicos se han autoorganizado también. Su colegio envió una misiva a la que han respondido mas de un centenar de facultativos que, de forma voluntaria, se van turnando para atender a los refugiados. Ya han conseguido que al menos un médico sea remunerado para casos de emergencia. «Algo completamente absurdo», asegura el personal médico. A partir del lunes, sin embargo, después de varias reuniones con el Ayuntamiento y el Estado, han prometido crear un punto de atención sanitaria para que los médicos puedan atender de forma adecuada las emergencias, recibiendo para ello alguna de las salas que Cáritas tiene en el edificio.
Otras personas se han acercado también a mostrar su solidaridad, como Imsa Höppner, que se acercó un día a llevar agua y quedó tan impresionada que mandó a sus amigos y conocidos una petición por Facebook para que donasen a los refugiados. Fue así como comenzó una aventura a raíz de la cual ella y las personas que se han ido sumando han repartido ya unos 300 paquetes de bienvenida: una manta, artículos de aseo y frutos secos. Entretanto, Imsa siente que el proyecto se ha vuelto algo demasiado grande que no le deja tiempo para respirar, por lo que también ella opina que todo esto que están haciendo es una tarea del Estado.
Por todo Berlín los grupos de apoyo a los refugiados recogen todo tipo de material que puedan necesitar, desde artículos de necesidad básica e higiene hasta otros más singulares como laca de uñas o tinte para el pelo. Los mensajes de solidaridad se repiten a lo largo del país. Hasta los estadios de fútbol han dado la bienvenida a los refugiados a través de pancartas desplegadas en las gradas. Los clubes invitan a grupos de jóvenes sirios a los partidos y los hinchas reivindican ayuda para ellos.
Banners at football stadiums in Germany over the weekend via @markito0171 pic.twitter.com/F6AkUVQlNx
— Lily Lynch (@lilyslynch) 29 Août 2015
El periódico sensacionalista Bild se ha unido a las muestras de apoyo y a las exigencias de dar respuesta a la crisis humanitaria que ha llegado al interior de Alemania. Su portada del 29 de agosto fue un llamamiento en favor de los refugiados.
Es kommt nicht oft vor, dass ich mich über @BILD freue. Heute aber sehr pic.twitter.com/bIJqdxzlr2
— Bernd Ulrich (@berndulrich) 29 Août 2015
Objetivo: ningún refugiado al raso
Una de las acciones más llamativas de solidaridad con los refugiados está siendo la acogida de los mismos en casas particulares. Hay proyectos como la web Refugiados bienvenidos en los que las familias o pisos compartidos interesados pueden inscribirse. La organización les pone en contacto entonces a los refugiados, con tanto éxito que se encuentran colapsados por peticiones. Incluso un diputado del partido de Merkel, la Unión Cristianodemócrata (CDU), ha recogido a dos refugiados de Eritrea en su casa.
Pero para un periodo mas corto de tiempo tampoco faltan voluntarios. Bern Pickert, que trabaja en la sección de internacional del diario Tageszeitung ha acogido en su casa a cinco refugiados para que no pasen el fin de semana al raso. «No será la ultima noche que haga esto», asegura. El lunes se levantarán muy temprano para estar en la cola antes de que abran las puertas. «Se ha formado una red de personas que se divide el trabajo. Por ejemplo, yo los acogí pero los trajo otra persona que presta servicios de transporte voluntario». Pickert cree, al igual que la totalidad de los voluntarios con los que ha podido hablar eldiario.es, que el Estado «está interviniendo de una forma insuficiente a la situación que estamos viviendo». Además asegura que éste es el momento en que Alemania realmente «debe demostrar qué clase de sociedad y de país quiere ser».
Moteah viene de Siria, Mohamed de Iraq, Nourdin de Egipto, Zied y Anis de Túnez. Tienen un largo viaje a sus espaldas y han aprovechado la oportunidad sin reparos: «Ayer durmieron hasta el mediodía, estaban muy cansados». La cena de bienvenida es una barbacoa «halal», es decir, sin carne de cerdo, en el jardín. Tienen suerte y lo saben, por eso a pesar de sus traumas y de las dificultades vividas, además de que no hablan alemán ni Pickert habla árabe, sonríen y tratan de ser amables.