Televisión Pueblerina es un proyecto de comunicación audiovisual. Arrancó en Agustín Mosconi en 2009 y desde hace más de un año filma en Mar del Plata. Una apuesta de medio desde la autogestión, la construcción de agenda y el trabajo colectivo.
Por Andrés Pérez Calle – Fotos de Federica González para Revista Ajo
La pregunta es: ¿Por qué conformarse con crear una alternativa
si se puede soñar con crear un espacio propio y original?
(Del libro “El fin del periodismo y otras buenas noticias”, Cooperativa Lavaca)
La cámara se mueve y un viejo dice que detesta el “ruido a ciudad” y que a él no le vengan con eso de la computadora porque “acá hay caballos”.
La cámara se mueve y un grupo de gurises se ríe nervioso y tarda en responder: es la primera vez que alguien los filman en la escuela, en el medio del campo.
La cámara se mueve y un psicólogo cuenta por qué volvió al pago de 300 habitantes, cuando en la ciudad que estudió hay más de 600.000 posibles pacientes.
La cámara se mueve y avisa que se muda; arranca de los pueblos y desembarca en Mar del Plata.
La cámara se mueve porque en el movimiento están sus historias. Las obvias, por grandilocuentes y coloridas, y las otras, las historias así, a secas, sólo porque todavía queda alguien ―colectivo o individual― por contar.
Televisión Pueblerina es un proyecto de comunicación audiovisual que nació entre 2009 y 2010 en Agustín Mosconi, una pequeña comunidad rural de la Provincia de Buenos Aires, a 51 kilómetros del Partido de 25 de Mayo y a casi 500 del de General Pueyrredon.
Según la austerísima web del Municipio, Mosconi tiene, además de una capilla, una delegación, una sala de primeros auxilios, un club, una escuela y un jardín de infantes, unos 280 habitantes. Se ubica en el centro norte de la Provincia y comparte territorio y distrito con los pueblos de Valdéz, San Enrique, Gobernador Ugarte, Del Valle, Araujo y Norberto de la Riestra.
Hasta ahí fue a parar, directo del agitado conurbano bonaerense, Guillermo Pastorino, un maestro rural flaquito, barbudo y de voz rota, que dejó de enseñar para filmar.
Decir que la Tele Pue, como también se la presenta y conoce, es producto de una súper craneada idea sería, cuanto menos, faltar a la verdad del mismísimo proyecto. Las cosas, aunque suene medio zen, ocurrieron. La crónica, sin fechas, lo confirma.
Resulta que Guillermo tenía una compañera y con esa compañera, Mariana Castellino, fue que terminó en Mosconi. Él era docente y ella había estudiado comunicación. Entre mates y charlas, surgió la idea de hacer una revista. La revista ―“Buenos Días Mosconi”― se hizo y duró como dos años. Primero tomaban nota y escribían, luego compraron un mp3: desgrababan y guardaban. Así empezaron a tener audios, archivos con la historia del paraje en voz de los propios pobladores.
Con unos ahorros compraron una máquina de fotos. Un aparato modesto, pero con una función que desvió el proyecto para siempre: la de video. “A los seis meses tenía a todo el pueblo mirando a la cámara. La flashé. Había que repensar el proyecto. Había que filmarlo todo. Así empezó lo que hoy es el concepto de Televisión Pueblerina”, cuenta Guillermo, que tras separarse de su compañera, laburó solo y ahora comparte el proyecto, ya instalado en Mar del Plata, con Santiago Roura y Lucía Gorricho.
Las primeras imágenes se vieron en el club del pueblo, que hoy es un centro de jubilados. No faltó nadie. A Guillermo, ese día, la cabeza le hizo el último clic. “Dejé la docencia, me compré una camarita y empecé a pensar en cómo sostener el proyecto económicamente. Sabía que con el material de Mosconi duraba tres meses. Así que empecé a salir por la zona. Hice un piloto con cuatro pueblos, lo subí a un blog y lo mandé a dos canales. A los dos meses entré al aire. Me dieron una hora en 25 de Mayo y una hora en Saladillo. Jamás saqué nada del blog. Todo está publicado. Pero quiero aclarar que esos primeros años fueron de aprendizaje. La verdad es que no cazaba una”, reconoce Guillermo. Y tiene razón…
Sin embargo, los videos siguen ahí, en el mismo blog de siempre, gracias a la hermosa puertita autogestiva que abrió internet. En la Televisión Pueblerina, sin ánimos de despreciar la técnica y la formación, el contenido mata la forma.
De cada pueblo, un video
Dos fulanos con canas cuentan la historia y tradición del fútbol en Valdez, un señor mayor explica las peripecias de los pueblos de la zona para tener una ruta pavimentada y un herrero y un carpintero hablan de sus oficios en Del Valle. Un tipo con boina habla de la cosecha de cebada en 25 de Mayo y otro tipo con otra boina cuenta qué se debe tomar en el bar “Fillol”, una tradición bolichera del lugar. Dos pibes de 16 años cuentan lo que fue votar por primera vez y unas imágenes, con el relato en off de un paisano, muestran las postales de otra inundación. Hay un hombre que explica cómo sobar cuero y una nena que dice por qué le gusta estudiar en la escuela agraria de “Mamaguita”.
La búsqueda es sencilla, sobre todos para los bichos de ciudad. Abrimos youtube, ponemos “televisión pueblerina” y damos enter en canal. Lo que siguen son casi 700 videos de entre 4 y 15 minutos con personas que miran a la cámara y cuentan qué hacen, qué piensan y qué sienten. Así de simple. Así de primitivo.
En la Televisión Pueblerina, si se permite el manoseo al tradicional dicho, no sólo hubo un paisano de cada pueblo, sino que cada pueblo y cada paisano tuvo su video. Por eso era hora de arrancar…
Próxima estación, Mar del Plata
Santiago viene de familia de artistas. Los Roura se conocen, entre otras cosas, por esos murales enormes, repletos de colores y sentidos, que andan desperdigados por la ciudad. Ese día, junto a su papá, pintaban uno en el paredón de la sede de la comunidad boliviana en Mar del Plata, donde los violentos de Carlos Pampillón dejaron una pintada discriminatoria. “Él le hizo una entrevista a mi viejo y hermano. Fue la única cámara que cayó a ver en qué andábamos”, cuenta Santiago de cuando conoció a Guillermo.
Por entonces, él vivía en lo de Lucia, que le prestó un espacio en la casita del barrio San Jacinto. “Vimos un video que había hecho de El Reciclón y nos encantó. Ahí dijimos de decirle de laburar juntos. Pasaron los días y me enteré que vivíamos en el mismo barrio. Así que lo invitamos a tomar unos mates y arrancamos”, recuerda Santiago, ahora sentado sobre el filo de una ventana a medio pintar.
La primera actividad que compartieron como equipo de trabajo fue el festival que Hazme Reír organizó para recaudar fondos para mejorar las instalaciones del asilo municipal de ancianos. A ese laburo le siguieron muchos otros, incluso un documental sobre el proceso de organización y lucha de la asamblea “Verde Mundo”. El video, que hoy se vende a “50pe”, les valió el primer premio en la categorías cine comunitario del Festival Marplatense de Cine.
Pero los logros, a un año y moneditas de laburo colectivo, no quedan ahí: desde el 23 de agosto de 2015, la Televisión Pueblerina se emite por Canal 8. Se ve similar a lo que se hacía en Mosconi, pero en Mar del Plata. Se ve parecido a aquel collage de contenidos, pero ahora es adrede, por estilo.
Acá está, esto es
La imagen tiembla y el que filma pregunta.
Algo no debe andar bien.
La que entrevista usa un grabador de voz y no un micrófono con antipop, esa gomita espuma redonda o cuadrada que se usa para insonorizar el viento o suavizar las consonantes fuertes.
Algo, casi seguro, no anda bien.
La cámara, dependiendo de las ganas, la agarra Guillermo o Santiago, porque Lucía anda preguntando cosas como “qué pensas del aborto”, “qué recomendarías si hay un colapso mundial de telecomunicaciones” y “quiénes radicaron denuncias contra la usurpación privada del espacio público”. Algo, definitivamente, no anda bien. O por lo menos no anda igual.
“Al principio todo era producto del desconocimiento y la intuición. Pero luego sí hubo una decisión estética: cámara en movimiento, cámara en mano, filmar con lo que hay. Nosotros no negamos el entorno ni los recursos que tenemos. Tampoco defenestramos a quienes lo hacen de otro modo. Pero sí vemos que en nuestra manera hay una suerte de provocación a esa forma enmaquetada de hacer tele. Ahí está parte de nuestra búsqueda”, dice Guillermo y Lucía agrega un comentario, que más que un detalle es una definición: “No queremos caer a una actividad o entrevista con dos iluminadores, un micrófono gigante y poco tiempo. No. Nosotros somos tres, que a veces vamos dos o cae uno sólo con la cámara. Tenemos tiempo, sabemos que queremos contar esa historia. Y en esa historia nos metemos. Por eso el saludo no está guionado. En la Pueblerina la gente saluda de verdad”.
El planteo da cuenta que en la forma de elegir contar hay una construcción de identidad que se completa con la decisión de qué contar. En esa definición hay además un punteo de agenda propia. En esa instancia y en la “necesidad de vivir o no del proyecto” surgen los matices dentro de la Pueblerina.
Para Guillermo, “no hay que hacer televisión para los militantes, porque también hay que lograr entretener para interpelar a la vieja chota facha”. “La idea, para mí, es que vea la tele y se cague de la risa y de pasadita consuma un contenido que jamás hubiese mirado si no está prestando atención a la Pueblerina. De ahí que termina siendo importante esto de no saber qué viene en el próximo bloque, esa especie de carnaval de contenidos que proponemos en nuestro programa”, explica y cuenta sobre una producción hecha a propósito de una muestra del Papa Francisco que se montó en el Museo Mar. “Si fuésemos tan duros con la línea, eso no se hubiese podido contar. Y eso es algo que le pasa al pueblo. No lo podemos desconocer y desatender, nos guste o no”.
Lucía lo interrumpe. Para ella hay límites en eso de “contar lo que pasa”, en tanto entiende que esas producciones también editorializan. Sin embargo, comulga con la idea de “no prefijar el público” de la Pueblerina. “Porque si eso ocurriera empezaríamos a hacer el proceso a la inversa: dejaríamos de hacer nuestra apuesta de contenido para hacer lo que supuestamente quiere nuestro público. Lo que nosotros tenemos es ganas de contar y difundir a esas personas y proyectos que hacen revoluciones, grandes o pequeñas”, dice Lucía y el que la complementa esta vez es Santiago.
“Nosotros somos parte de una red y lo que hacemos, básicamente, es visibilizar esa red. Esa es la línea que seguimos desde la Pueblerina. Y por eso estamos más cerca, en términos de producción y contenido, de lo que hace un pibe que filma al amigo en un barrio que de lo que hace la televisión tradicional. Para nosotros es importante confiar en esa forma, porque es la nuestra”.
―¿Y por qué la siguen llamando Televisión Pueblerina en Mar del Plata?
―La Tele se empezó a llamar así porque recorría los pueblos. Pero en Mar del Plata se sigue llamando así porque el que habla es el pueblo.
¿Una alternativa?
Si nos tomáramos el atrevimiento de clasificar sin preguntar, la Televisión Pueblerina iría a parar ―sin duda― a la cajita de los “medios alternativos de comunicación”. No sólo por su modo de organización colectiva, sino por su apuesta a desafiar los estándartes de producción, por su cruzada por disputar con contenidos las agendas hegemónicas y por trabajar de manera horizontal, poniendo en pie de igualdad a la genialidad técnica y la convivencia grupal.
Si bien en Tele Pue no cuestionan esa etiqueta, no la usan para definirse. “No hacemos televisión alternativa; hacemos televisión. Dentro del medio hay mil formatos distintos y en este proyecto elegimos un formato flexible, cómodo, simple y popular. Por ahí lo más alternativo sería que no nos mueven intereses económicos, porque ponemos por delante nuestras convicciones ideológicas que tienen que ver con mostrar al pueblo cómo es o mostrar al pueblo desde nuestra mirada. Pero más allá de eso, hacemos televisión, no televisión alternativa”, explica Lucía.
Despejada esa duda, otra pregunta: ¿Por qué en Mar del Plata se hace poca tele fuera de los canales convencionales? Experiencias gráficas y de radio existen e incluso se sostienen. Pero parecería ser que filmar “lo que pasa” de manera sostenida, en el marco de un proyecto, tiene poco rating. ¿Qué es lo que pasa?
“Se cree que es difícil hacer televisión. Mucha gente sabe editar pero no tiene buenas imágenes. Hay gente que filma pero no sabe seleccionar el material con coherencia. Hay personas que tienen ideas pero no pueden formar un equipo. Para hacer un programa de televisión se necesitan muchos saberes previos que no todas las personas tienen. Creo que la Pueblerina es un ejemplo de que con pocos equipos y con pocos recursos se puede hacer igual un proyecto audiovisual de calidad. Lo que hay que aclarar es que quienes formamos este equipo de trabajo tenemos mucha experiencia en educación popular, en el desarrollo de expresiones artísticas y en la organización comunitaria y de base”.
Suena lógica la respuesta de Lucía y Guillermo: la Pueblerina es la Pueblerina porque hacer tele no se trata sólo de una imagen bonita y una cámara de moda.