Por Cynthia Porter
La idea de la separación es la base del funcionamiento del hombre en el planeta Tierra. Esa idea dice: «Yo soy independiente», «lo que le pasa al otro no llega a mí». Ella dice que «es mío, me pertenece a mí», «yo lo tengo y tú no lo tienes», «no vas a tomar lo que es mío».
Este confinamiento psicológico oculta la auténtica compasión que en realidad está en nosotros.
Para que esa compasión se revele, el «yo» no puede evitar perder color. La compasión no es una experiencia del «yo», es la realidad de lo que somos; a diferencia del «yo», que es la ilusión de lo que somos.
Luchar contra los pensamientos de separación no hace sino alimentarlos aún más. Ver sin ningún tipo de juicio que son falsos, puede revelar que lo verdadero sea la compasión, el amor, la alegría, la paz…
La única manera para que el mundo cambie es trabajar realmente en la raíz del funcionamiento del hombre. Así que la única opción real es la de tener los atributos o la de no tenerlos, lo personal o lo impersonal.
En lugar de ver los desastres y las atrocidades de la guerra como una tragedia entre otros, podemos ver en ellas una invitación a cambiar la perspectiva. Pasar desde un punto de vista egocentrista, personal, a una perspectiva global, impersonal.
La globalidad es nuestra realidad olvidada; este olvido crea dualidad, este olvido crea sufrimiento, este olvido crea la sensación de que hay actores que controlan bien o mal, y de que hay otras poblaciones que sufren…
Todo eso nos hace creer que la experiencia es relativa, que está calificada y tiene un propósito específico. Como de costumbre, nos identificamos con lo relativo.
Decimos: «Nosotros elegimos a los políticos que promueven activamente los conflictos de los que la gente está tratando de huir.»
Para lo absolutos que somos en realidad, lo relativo es ilusorio. Lo absoluto no es calificable y no tiene otro propósito que el de sí mismo.
Las soluciones relativas con las que nos identificamos y en las que creemos firmemente, no nos permitirán jamás resolver los problemas del mundo; estas soluciones son por naturaleza un problema en sí mismas, porque aquello que es relativo no es absoluto.
Bajar las armas, confiar en lo absoluto, en el poder creativo, en la bondad, en el poder de la vida en la que nos encontramos, no es tan complicado cuando te das cuenta de la impotencia del pequeño «yo», que se cree todo poderoso.
Nosotros como individuos separados, nunca podremos crear un mundo mejor. Cuando desaparezca la individualidad, entonces desaparecerán al mismo tiempo la guerra, el sufrimiento, el engaño.
Compruébelo usted mismo…