Por Likan Millanawel
La CNTC y el despliegue mediático de la derecha chilena
Durante la última semana de agosto, dirigentes de la Confederación de Transportes de Carga (CNTC), colonos y empresarios agrícolas, viajaron a Santiago para entregar una carta a Michelle Bachelet, los gremialistas exigieron al Estado chileno tomar medidas concretas para acabar con la creciente demanda territorial del Pueblo Mapuche.
Para este efecto, desplegaron gran cantidad de recursos, mediáticos y económicos, siendo el símbolo principal una caravana de trece camiones quemados, montados sobre las ramplas de otros de mayor tamaño, en su mayoría asociados al traslado de la producción industrial de las mega forestales del sur.
La caravana conducida por choferes y empleados de las empresas, llegó al paso de Angostura la mañana del jueves 27, donde les fue negada la entrada. En tanto otros llegaron en avión para manifestarse desde temprano frente a La Moneda.
Ante la prohibición de ingreso a Santiago, Sergio Pérez, uno de los rostros visibles de esta movilización declaró en tono amenazante. “¡Los camioneros de Chile le vamos a cambiar la cara a este país! ¡a mí no me van a amedrentar!“.
Cabe señalar que S. Pérez, es presidente de la Confederación de Transportistas (CNTC) empresario millonario y admirador de León Vilarin, el militante de Patria y Libertad, que fue puesto por su partido y la CIA a la cabeza del paro de camiones en 1972, acción que desestabilizó al gobierno de S. Allende y perjudicó a la población civil a través de un desabastecimiento general en productos de primera necesidad.
S. Pérez mantiene vínculos con políticos de derecha e izquierda como Lagos Weber, también con la DC. En tanto su vicepresidente, José Villagrán es militante UDI, apoyado por su partido y la derecha económica de manera explícita.
Durante toda la mañana y la tarde de aquel día, en trasmisión directa por radio Agricultura Evelyn Mathei junto otros invitados UDI trasmitieron en vivo los intertantos de la movilización gremial, justificando el despliegue político de la CNTC.
Sin embargo, intentaron desvincular su participación expresando que la movilización de los empresarios del transporte respondía al reclamo de pequeños camioneros.
Insólitamente, la hija del ex general golpista no se avergonzó al solicitar ayuda económica a los auditores, pidiendo cooperación en dinero y transferencias a una cuenta corriente del banco BCI; el objeto: ayudar a paliar los gastos operativos de la millonaria movilización.
Cabe preguntarse entonces de dónde vino todo ese dinero y cuál es el real objetivo de la CNTC. Quizá la respuesta más clara se dé al ver la estrecha relación comercial entre estos y las grandes empresas forestales.
Lo que no se dijo y lo que no trajeron los camiones
La toma de la CONADI, representada al menos por 32 comunidades, puso en movimiento a la Confederación Gremial de la Araucanía (CGA). Esta organización representada por la derecha económica, tiene diversos vínculos con sectores políticos conservadores y lo integran mega empresas como Forestal Mininco y Celulosa Arauco, la confederación de transportistas de carga CNTC y gran cantidad de empresarios agrícolas cuyos terrenos colindan con las comunidades mapuche en demanda territorial.
Antes de la destitución del intendente Huenchumilla, se venían dando conversaciones para la devolución de tierras. Para tal efecto la CONADI disponía de 78 mil millones destinados a la compra de predios al sector privado, a fin de reparar a las comunidades que en promedio llevan más de 14 años de espera y trámites en esta corporación.
Las comunidades esperaban la visita del Ministro de Desarrollo Social a la zona para dirimir respecto al efecto económico y cultural que tendrían las “entregas” de tierras planteadas desde la cartera de gobierno. Se pedía revisar el problema de la cantidad por familia considerada insuficiente, la ubicación de estas que separaba a las comunidades y la calidad de los terrenos, talados o con plantaciones forestales inservibles para la agricultura.
Este proceso fue intervenido drásticamente. La CGA reaccionó de manera súbita impulsando una campaña mediática referida al terrorismo mapuche, se insistió nuevamente en el antiguo montaje de las conexiones con las FARC, surgiendo luego varios atentados incendiarios y quema de camiones, siendo los mismos empresarios agrícolas pertenecientes a la CGA quienes declaraban ser víctimas de dichos ataques.
Ante estas declaraciones las comunidades en demanda territorial dejaron claro que no existía vínculo alguno entre ellos y este tipo de hechos, es más, manifestaron su total rechazo al perjuicio ocasionado por la guerrilla (FARC) y el gobierno colombiano hacia la población indígena de ese país, considerándolos responsables de cerca de 6,5 millones de hectáreas despojadas a campesinos, pueblos originarios y afrocolombianos, hecho que afecto a más de 73.000 indígenas desplazados de sus territorios.
Sin embargo y con gran cobertura mediática, la reacción y la presión de la CGA tuvo su efecto, Burgos el ministro del interior militante DC, partido instrumental del grupo Angelini, (Celulosa Arauco), ordenó la renuncia de Huenchumilla, suspendió la visita del Ministro de Desarrollo Social a la zona y puso como nuevo intendente de la Araucanía a su cercano Andrés Jouannet, uno los políticos más conservadores y doctrinarios del partido.
La CGA logró sorprender al Ministro Burgos, este al igual que gran parte de la ciudadanía, veía en la movilización de camiones a Santiago a los “humildes y esforzados camioneros de derecha” exigiendo mayor control policial por ataques terroristas, tal cual la caricatura que pretendió dar Evelyn Mathei y todos los voceros dispuestos con un discurso estratégico para convencer a la sociedad civil chilena. Burgos cayó en el juego, incluso se atrevió a decirles, paradójicamente, que no había tal terrorismo. En ningún caso midió la inmensa maquinaria y los vínculos de la CGA. Una vez informado, comprendió que él es solo un DC más, sin poder sobre la mafia del capital.
Finalmente los camiones entraron a Santiago, siendo rechazados por cientos de personas mapuches y chilenos que se manifestaron con un banderazo en Plaza Italia, también lo hicieron frente a La Moneda, siendo reprimidos por fuerzas especiales de carabineros por más de 3 horas, en muchos casos se negó el libre tránsito por la acera de la Alameda a todo aquel que llevara vestimenta o algún elemento alusivo a la causa mapuche, hubieron detenidos sólo por intentar caminar como los demás transeúntes en dirección poniente, a pesar de ello, gran cantidad de representantes de organizaciones políticas mapuche y adherentes de la sociedad civil chilena, lograron llegar por distintas vías a La Moneda y sus cercanías, manifestando su total rechazo al montaje mediático de la CGA.
Tras la caravana por la paz, ningún gremialista habló de los brutales allanamientos que en dictadura militar y “democracia” han sido objeto las comunidades mapuche y a pesar de la represión ya existente, exigieron mayor actuar de las policías y fiscales en la región.
Los camiones de la CNTC no trajeron la tierra quemada por los eucaliptus de forestal Mininco, ni el agua contaminada por Celulosa Arauco. Sus voceros tampoco mencionaron la sequía y el permanente daño ecológico que ocasiona la industria forestal en el territorio de las comunidades mapuche y campesinas.
La CGA su visión – misión
La intención manifiesta de la CGA fue generar la inestabilidad que la derecha política necesita para retomar el control administrativo del Estado chileno, con esto pueden mantener el modelo económico que les interesa. El despliegue mediático es capitalizado como adherencia en las próximas elecciones, en desmedro de la demanda social mapuche contraria a su misión.
Está claro que la CGA, asociación que controla y participa de la mayor parte del multimillonario negocio forestal no está dispuesta a que se venda o se compre ni un centímetro de tierra en favor de las comunidades, más aún si se considera la inversión multimillonaria que proyecta este sector industrial de aquí a 20 años según dio a entender Bachelet en su cuenta pública.
El problema de la CGA, es que su prosperidad depende de la expansión comercial de las grandes forestales y a pesar de la sobre-explotación del territorio, a la fecha no hay tierras ni en arriendo ni en venta para seguir plantando, salvo la de pequeños parceleros que ignorantes o no del daño ecológico aceptan que Mininco les siembre en su terreno.
La CGA sabe además que el pueblo mapuche no cederá ante la estrategia de sobre-explotación que proponen ya que las comunidades se han opuesto históricamente a la política económica forestal, desde ahí los distintos discursos de sus dirigentes sosteniendo que la tierra en manos mapuche es un error. Ellos saben que la tierra da autonomía y fortalece el desarrollo de las comunidades, ellos le temen a ese cambio. Le temen a las reformas y a todo lo que atente contra el orden que les es favorable. Está claro que desean continuar y perpetuar su monopolio y el uso comercial de la tierra en el sur.
Paz en la Araucanía y Pacificación de la Araucanía.
La mañana del jueves 27 se instaló frente a la moneda el grupo de empresarios agrícolas que forma parte del movimiento “Paz en la Araucanía”, cuyos miembros pertenecen a la CGA.
Con pendones, folletos impresos y stickers manifestaron su malestar por “las medidas insuficientes” con que el Gobierno de Chile ha enfrentado a las comunidades mapuche.
Su director Juan de Dios Fuentes y su hijo, abogado del mismo nombre, han realizado innumerables declaraciones por medios de comunicación oficiales, refiriéndose a la inseguridad en que se hallan y su deseo de paz en la región.
Señalan que su fundo de 200 hectáreas es propiedad familiar desde los años 1863 y no reconocen el derecho ancestral de los pueblos originarios sobre ningún territorio. Establecen la legislación chilena como único elemento válido y junto a las policías han atacado con arma corta y rifle de asalto a comuneros que han realizado trawun (conversaciones) en terrenos demandados como ancestrales.
Cabe señalar que la fecha en que este director de “Paz en la Araucanía” data su asentamiento familiar en la región, coincide con el primer periodo de la incursión militar chilena en territorio mapuche, incursión que finalizó tiempo después con la llamada “Pacificación de la Araucanía”. Fue esta la que propició el establecimiento definitivo de los colonos.
Tanto en el pasado como en el presente, la denominada “paz” o “pacificación”, se estableció tras la irrupción sangrienta del ejército chileno. Esta forma de pacificar y despojar fue a futuro una constante en la historia del pueblo mapuche, durante los siglos XIX , XX y XXI.
Un recuerdo cercano es la represión, muerte y tortura de comuneros tras el golpe militar de Pinochet, donde las comunidades fueron despojadas de 200.000 hectáreas para ser traspasadas a forestal Mininco del grupo Matte y a colonos de ultra derecha.
La represión y muerte de comuneros durante los 25 años posteriores a la dictadura, en gobiernos autodenominados democráticos, es la forma en que se sustenta ésta contradictoria paz.
Según las comunidades no es coincidencia fonética, Pacificación de la Araucanía con Paz en la Araucanía, en ambos casos se está pidiendo total control militar o policial sin considerar la acción represiva que involucra.
Vale decir: están pidiendo paz y mayor control al estado a pesar de la represión violenta que ya existe.
Lo que piden entonces es paz unilateral, una paz conveniente a sus negocios y su forma de vida.
La paz conveniente
Todos podemos entender la paz que los empresarios agrícolas de la CGA desean, paz económica principalmente, referida a la prosperidad que el trabajo industrializado de la tierra les otorga. Desde ahí se genera la posibilidad que ellos tienen de aumentar su capital, educar tranquilamente a sus familias de acuerdo a su cultura, alimentarse, tener acceso a sus sistemas de salud, trabajar en sus profesiones sin ser discriminados, viajar y disfrutar de la confortabilidad que les da su manera de hacer economía.
Está claro que en sus vidas existe esa forma de “paz” y se entiende completamente el deseo de ellos por mantenerla… pero ¿qué ocurre con la paz de nuestros hermanos mapuche?, paz que no han tenido desde la usurpación sangrienta de sus territorios. Paz que les fue arrebatada mediante el despojo y la discriminación. Paz que les fue negada con balas para luego someterlos a un modelo que valida la esclavitud, la moderna esclavitud donde la prosperidad de unos es la miseria de otros.
¿Cómo se entiende la paz construida sobre el abuso?, sobre el no reconocimiento a un pueblo que ha sobrevivido y existido siempre y que requiere autonomía para desarrollar su propia visión y cultura?
La paz de la CGA intenta desviar la mirada crítica que diferentes organizaciones mapuche y chilenas han denunciado: El problema de convivencia territorial lo generan ellos mismos, al desarrollar la sobre-explotación de la tierra, sin ningún respeto ni consulta hacia la población que habita el territorio. El perjuicio no solo es de las comunidades mapuche, sino de todos.
Cabe preguntar, ¿qué pasará cuando la totalidad de las plantaciones sean taladas, que sucederá con estas tierras imposibles de cultivar? Se debe considerar que sólo en la región del sur los monocultivos superan los 3.000.000 de hectáreas, cuyo patrimonio corresponde básicamente a dos familias Matte y Angelini, principales integrantes de la CGA.
¿Qué ocurre hoy con el avance de la industria forestal que tiene tomado todo el sur del territorio y se proyecta a más? ¿no es acaso la tierra parte de la vida de la biodiversidad, de nosotros mismos?
El hombre siempre ha usado la tierra para sembrar y alimentarse, hoy el uso que se le da es principalmente industrial (forestal), con todo el daño ecológico y el problema social que conlleva.
En tiempos de demandas sociales es recurrente exigir “paz”, curiosamente los principales discursos suelen venir sólo del sector privilegiado que disfruta la prosperidad material que el estado de situación les otorga.