Del 25 al 27 de Septiembre se desarrollará en Nueva York la Cumbre de las Naciones Unidas sobre el Desarrollo Sostenible 2015. El organismo abordará allí la nueva agenda que reemplaza a los 8 Objetivos de Desarrollo del Milenio – diseñados para ser alcanzados en 2015. El documento a ser aprobado lleva como título “Transformar nuestro mundo: la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible” y consiste en 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible con 169 metas conexas.
La imagen de futuro que se anticipa en su preámbulo, da lugar a la esperanza: “Contemplamos un mundo sin pobreza, hambre, enfermedades ni privaciones, donde todas las formas de vida puedan prosperar; un mundo sin temor ni violencia; un mundo en el que la alfabetización sea universal, con acceso equitativo y universal a una educación de calidad en todos los niveles, a la atención sanitaria y la protección social, y donde esté garantizado el bienestar físico, mental y social”
Y el enunciado de los objetivos contiene ciertamente propuestas que bien pueden ser leídas como un programa revolucionario a nivel planetario y escala humana tales como la erradicación de la pobreza y el hambre, promoviendo la seguridad alimentaria y la agricultura sostenible; garantizar educación de calidad sin distinción alguna; igualdad de género, poniendo el énfasis en el empoderamiento de mujeres y niñas; asegurar el acceso a fuentes de agua y energía y promover el pleno empleo para todos.
El entusiasmo se amplía aún más al continuar estudiando los lineamientos proyectados: reducir las desigualdades en y entre los países, lograr que los asentamientos humanos sean resilientes y sostenibles, adoptar medidas urgentes para combatir el cambio climático y sus efectos, dando paso a modalidades de consumo y producción sostenibles; tomar medidas para la conservación de los océanos y los recursos marítimos, la protección de los biosistemas, la lucha contra la desertificación, contrarrestando la degradación de tierras y poniendo freno a la pérdida de diversidad biológica.
Como corolario de estos alentadores principios, se menciona la necesidad de generar sociedades pacíficas, inclusivas, con instituciones eficaces y la posibilidad de justicia para todos.
Sin embargo, al transitar las más de cuarenta páginas del documento, y a pesar de que la paz es señalada como condición para el desarrollo, uno no puede menos que asombrarse al comprobar que no hay mención específica alguna a la necesidad de un inmediato y decidido desarme.
En ninguno de los ciento sesenta y nueve postulados programáticos se enuncia la imperiosa y esencial significación de lograr la prohibición de armamento nuclear. Tampoco figura alusión alguna en dirección a avanzar firmemente hacia el desarme convencional y la progresiva eliminación del armamentismo, todavía estable en sus desmedidas y abultadas cifras.
Aún cuando de manera general se señala en el documento que “la escalada de los conflictos, el extremismo violento, el terrorismo y las consiguientes crisis humanitarias y desplazamientos forzados de la población amenazan con anular muchos de los avances en materia de desarrollo logrados durante los últimos decenios.”, no se extrae de ello una conclusión ineludible: la obligación de reducir hasta eliminar todo armamento a nivel mundial.
De manera casi imperceptible, en el apartado 16.4. de la página 30, se postula apenas la pretensión, para el año 2030, de “reducir de manera significativa las corrientes financieras y de armas ilícitas”. De tal manera, el comercio “lícito” de armamento, la gigantesca y letal compra-venta armamentista por canales legales queda soslayada y hasta justificada.
No será entonces exagerado adelantar el previsible fracaso parcial de este plan que ahora se anuncia. Como seguramente puede también encontrarse – en conexión con esta omisión grotesca – una explicación idéntica para el incumplimiento parcial de aquellos objetivos que signaran el proyecto de quince años que ahora está siendo evaluado.
¿Cómo es posible que algo tan elementalmente opuesto al desarrollo humano y social como el incremento y la proliferación de armas no figure como primer enemigo en la consecución de los elevados objetivos de una agenda multilateral de estas características? ¿Cortedad de miras, ceguera, falsas premisas? ¿O simplemente censura o autocensura? ¿O todo ello en conjunto?
Quien siembra armas, cosecha muertes, destrucción, refugiados… y deuda.
En el transcurso de los quince años en los que las Naciones Unidas sostuvieron e impulsaron una agenda basada en los Objetivos de Desarrollo del Milenio, en el planeta se dilapidaron 28.559.702 millones de u$ en concepto de gasto militar. 1
Lo absurdo de tal cifra en relación a los esfuerzos realizados durante el mismo quincenio para mejorar la calidad de vida de las poblaciones queda en evidencia, si se considera el flujo total destinado a la asistencia internacional para el desarrollo entre 2001 y 20132 : tan sólo 1.402.369 millones, lo que representa apenas una vigésima parte de lo derrochado en expensas militares.
Tomando solamente el gasto militar mundial de 2014, calculado por el SIPRI en 1.746.522 millones, podemos hacernos una idea de la desproporción – ingenuidad y hasta impudicia de proclamar metas de desarrollo sin abordar la reducción armamentista – al relacionar ese dato con algunos presupuestos públicos anuales de países que precisamente han quedado relegados en la consecución de los objetivos de desarrollo puntualizados anteriormente.
El monto gastado en armas en el mundo representa por ejemplo 296 veces el presupuesto anual de la República Democrática de Congo, 101 el de Bangladesh, 181 el de Jordania, 671 el de Armenia y 1810 veces el de Haití.
Estos son sólo un par de ejemplos de lugares en los que hablar de equidad en las posibilidades de desarrollo humano es mencionar una lacerante realidad actual o seguramente una sentida aspiración futura.
Pero el dramatismo es aún mayor si se piensa que una importante parte de los presupuestos públicos en cada uno de los países con grandes necesidades en el campo de la alimentación, la infraestructura, la salud y la educación, está dedicado al pago de deudas externas contraídas con organismos financieros multilaterales o privados.
Además debe consignarse que no se trata aquí de la compra de un material cualquiera. El armamento mata y tiene como meta final la destrucción (y no la declamada protección de bienes), lo cual destroza familias, desplaza asentamientos, elimina todo avance de infraestructura que pudiera significar un esfuerzo de desarrollo.
El círculo nefasto se cierra al evaluar la proporción de gasto militar en el presupuesto de algunos países eufemísticamente llamados “en vías de desarrollo”, gasto que suele además engrosar el déficit fiscal que, a su vez, será cubierto en gran medida con nuevo endeudamiento.
Angola, por ejemplo, país donde aún 167.4 niños por cada mil mueren anualmente antes de alcanzar los cinco años3, aparece entre los primeros en gasto armamentista en África, invirtiendo nada menos que 12.5% de su presupuesto estatal.
El mencionado Congo, azotado por guerras de poder sangrientas, no le ha ido en zaga, llevándose las armas un 12.3% del erario público y el 5.6% de todo su producto bruto interno. En ese país, el 33% de la población vive con menos de 1.25 dólares diarios.
Así podríamos recorrer otras relaciones entre (in)cumplimiento de objetivos de desarrollo, gasto público, gasto militar y deuda externa, que claramente ponen en entredicho toda declaración de buena voluntad que no ponga a la necesidad de desarme como prioridad global número uno.
Sin embargo, hasta aquí hemos hablado de lo secundario, los importes, las cifras, por lo que tenemos que volver atrás para recomenzar mostrando la desgracia humana que representa la insanidad de un poder global que no muestra deseos de retroceder en su afán destructivo.
En 2013 ciento ochenta mil personas perecieron a causa de los más de cuarenta conflictos armados en curso4, 53.000 muertes más que en el año anterior. Esa fría estadística no muestra los rostros y la desgracia que conlleva la violencia armada. Sin embargo, los guarismos se hacen necesarios para un análisis de situación y nos indican que esta cifra es tres veces superior a la registrada en 2008 (56000 muertos) en un número mayor de conflictos (63). Al parecer, la letalidad de los conflictos ha aumentado y, lejos de haberse construido la paz a partir de los objetivos de desarrollo pautados, lo que ha aumentado es la tragedia.
Al mismo tiempo – según la estadística del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) – cerca de 60 millones de personas han sido desplazadas de sus lugares por los conflictos bélicos (8,3 millones de personas más que en el año anterior). “Durante 2014, los conflictos y la persecución obligaron a una media diaria de 42.500 personas” – continúa el ACNUR en su reporte – “a abandonar sus casas y buscar protección en otro lugar, dentro de las fronteras de su país o en otros países.”
¿Dónde buscar la explicación para tamaño retroceso global? No hay duda que necesitaremos describir en detalle el mapa armamentista del nuevo des-orden global y los intereses que de éste se desprenden, asunto que abordaremos en otra columna de análisis posterior. Sin duda que allí encontraremos también los motivos del silencio que guarda el documento de Naciones Unidas que pretende promover objetivos de desarrollo en los próximos quince años, acerca de las guerras y su directa relación con el armamentismo.
Sin embargo, no podemos concluir ésta sin reafirmar lo dicho al principio: En tanto no se considere el desarme nuclear y convencional como prioridad esencial mundial, no habrá avance ni desarrollo posibles, no habrá un nivel mínimo de bienestar sobre el cual asentar la posibilidad de un salto cualitativo en las posibilidades que la vida humana representa. Si los gobiernos o los funcionarios se resisten a verlo, que sean los pueblos entonces los que asuman esta elemental decisión.
1 Tabla de gastos militares del Stockholm International Peace Research Institute (SIPRI), recuperada septiembre 2015, http://www.sipri.org/research/armaments/milex/milex_database
2 Organisation for Economic Cooperation and Development http://stats.oecd.org/
3 Portada oficial de las Naciones Unidas de los indicadores de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, http://mdgs.un.org/unsd/mdg/Data.aspx
4 Datos del International Institute of Strategic Studies (IISS) http://acd.iiss.org/