Por Vainaimoinen para Zonaereader
En los últimos días, los periódicos nos han informado de que el nivel de los océanos ha subido de media ocho centímetros desde el año 1992. Este aumento ha sido debido a la acción del hombre que está modificando el clima a través de las emisiones de CO2 y la deforestación que acelera el proceso. Las consecuencias del cambio climático han dejado de ser una hipótesis, son ya una realidad en todo el planeta, cada día nos enteramos de un dato más que confirma el aumento de la temperatura en la Tierra. El País ha publicado un curioso artículo hace unos días, en el que describe como comparando los datos de hace doscientos años de Humboldt en el volcán El Chimborazo, se ha comprobado como las plantas se han desplazado hacia arriba más de 500 metros, desde los 4.600 hasta los 5.185 metros reubicándose por el cambio climático, otro dato empírico más del cambio climático. Eso mismo se ha comprobado en la vegetación que va buscando el Norte para encontrar el mismo frío que antes encontraba en regiones más próximas al Ecuador.
Los polos se derriten y cambian la temperatura y densidad del agua con un grave peligro de alterar las corrientes oceánicas y el equilibrio climático que proporcionan estas. Además varias islas del Pacífico desaparecerán bajo el mar lo que significará la pérdida de algunos países del Pacífico y la consiguiente emigración de sus habitantes. En el futuro las migraciones se deberán al cambio climático en gran medida, no a los conflictos armados. De hecho el último éxodo que estamos sufriendo de ciudadanos sirios tiene un alto componente en sus motivaciones por el cambio climático. La irracional tala de bosques con fines comerciales, está acabando con los sumideros de CO2 que fijan el carbono de la atmósfera.
Seguimos perdiendo espacios forestales a un ritmo superior a 5 millones de hectáreas al año, esta pérdida afecta de un modo particularmente grave a los bosques tropicales, y alcanza su máximo exponente en Sudamérica y África. El balance forestal de Norteamérica y Europa indica una situación estable o con tendencia a un ligero crecimiento, mientras que Asia ofrece una situación heterogénea con países como Indonesia que deforestan y países como China que amplían su cubierta forestal.
Esta locura autodestructiva ha llevado a pensar a algunos que el ser humano es una especie de cáncer que puede acabar con la vida en el planeta, proponiendo la extinción voluntaria de raza humana, desde mi punto de vista esto es algo exorbitante y un tanto excéntrico, pero los datos de la realidad, parecen confirmar cada vez con más fuerza esta hipótesis. De lo que no cabe duda, es de que el modelo económico de sociedad y el energético tienen que cambiar, no podemos seguir así caminando hacia la destrucción.
El liberalismo económico parece que ha triunfado finalmente sobre otras opciones “pseudocolectivistas” y hoy el pensamiento único campa a sus anchas a pesar de la crisis que ha ocasionado tanto sufrimiento en la población y que ha vuelto a beneficiar a los más poderosos, a los más grandes con más posibilidades de resistir los momentos difíciles. En el fondo, todo se reduce a un problema de concentración de poder, ya se aglutine éste en manos de las Multinacionales o en el Estado. Ambos modelos han mostrado su ineficacia para repartir la riqueza entre la población de una forma equitativa entre otras cosas, porque los dos parten de la premisa de que los recursos del planeta son infinitos, y por lo tanto el desarrollo ilimitado en el tiempo. Esto sumado a la creencia de que el aumento de producción, el aumento de bienes en el mercado va a proporcionar la felicidad a los ciudadanos, nos ha llevado a un productivismo salvaje en el que lo único que importa es producir más, aunque sea a costa de esquilmar los recursos del planeta, de acabar con la vida en la Tierra. El productivismo ha sido uno de los fundamentos de los países capitalistas, pero también del antiguo bloque socialista, empeñados igualmente en aumentar la producción como medio de aumentar la felicidad entre los habitantes de los países.
Cabría preguntarse si la acumulación de capital es un buen principio para orientar a las mujeres y hombres que pueblan esta naranja mecánica en la que nos desplazamos por el Universo. Algunos estudios han demostrado que a partir de cierta cantidad de ingresos, una familia deja de ser más feliz por mucho que gane más. Si todos los miembros de la familia tienen un automóvil, comprar uno más, no genera ningún confort a esa familia, si ya hay televisiones suficientes en la casa para todos, comprar otra más, no tiene sentido porque no aumenta la felicidad. ¿Entonces por qué ese afán en seguir acumulando capital y bienes aunque no proporcionen una felicidad extra? Esto nos llevaría a un debate demasiado extenso que excede el interés de este artículo. No obstante, cabría preguntarse por la posibilidad de un cambio de modelo económico y energético en donde lo principal no sea el despilfarro, el exceso de producción sino la eficiencia, en un sistema que desperdicia diariamente toneladas de alimentos en los vertederos y millones de bienes de consumo con una obsolescencia programada, sin que merezca la pena repararlos para que sigan funcionando, o bien reciclarlos para que se puedan reutilizar, ahorrando medios y materia prima.
Esta eficiencia tendría que llegar también a la producción energética. Gracias a que no hemos hecho otra cosa que quemar cosas desde la época de las cavernas para obtener energía, hemos llegado hasta aquí. La diferencia es que ahora lo hacemos a escala industrial y las emisiones de la combustión de esos combustibles fósiles está cambiando el clima del mundo poniendo en peligro la supervivencia de la vida en la Tierra.
Descentralizar la producción de bienes y de energía, constituye una revolución que cambiaría el sistema productivista que vivimos desde la revolución francesa y que ha servido para eliminar las hambrunas y la escasez de épocas anteriores, pero ahora hay que descentralizar la producción, permitir que cada casa, cada edificio consuma la energía que consume con fuentes renovables y que venda la sobrante, potenciar el desarrollo del cooperativismo y de los productores individuales a través de internet en definitiva arrebatarle el poder a las grandes multinacionales que cada vez concentran más medios de producción en sus manos y variar la producción de energía hacia fuentes renovables. El agua, el sol y el viento son inagotables, gratuitos y no contaminan.
Bueno, los lectores habituales del blog a estas alturas se estarán preguntando: ¿Pero esta no es una página de ereaders y de literatura? Pues si, lo es y esta extensa introducción viene a dar el marco general de algo que llevamos diciendo mucho tiempo: “Comprar un ereader va mucho más allá del hecho consumista”
La vieja polémica de si un ereader es más ecológico que un libro en papel, parece haberse abandonado y ya todo el mundo tiene claro que así es, aunque con este matiz.
El balance ecológico favorable a un lector de libros digitales comienza a partir de alrededor de 20 libros leídos en el dispositivo. La no impresión de 20 libros de papel leídos en un ereader compensa la contaminación generada en su fabricación.
Si compras un ereader y no lees habitualmente (una media de 12 a 15 libros al año aproximadamente) es mejor que recurras a otros medios para contribuir a mitigar el cambio climático. Antes de dejar abandonado el lector que has comprado en algún cajón escondido por ahí, es mejor no comprárselo y pedir prestados libros en una biblioteca por ejemplo, o solicitárselos a los amigos, o si lees esporádicamente directamente comprar un libro impreso.
Lo que es realmente más ecológico si no eres un lector habitual, sería desplazarse a la biblioteca más próxima andando, en bicicleta o transporte público y solicitar un préstamo de la novela que queramos leer.
Si por el contrario, eres un lector habitual, sin duda que la mejor opción es el ereader. En la fabricación de papel se emplean elementos químicos bastante contaminantes que terminan en las aguas fluviales, luego hay que tener en cuenta de la contaminación del transporte del papel a las imprentas, la contaminación química de las tintas y colas que se emplean en la impresión, y luego las emisiones que nuevamente se producen en el transporte a las distribuidoras y de estas a los puntos de venta. Por último y no menos importante, no hay que olvidar que con el consumo de libros digitales, estarás contribuyendo a parar la tala de bosques tan importantes en estos momentos para frenar el cambio climático.
El argumento de que las compañías madereras replantan todo lo que talan, ha decaído desde el momento en que se ha comprobado que los árboles que plantan (pinos o eucaliptos) son depredadoras del terreno, lo acidifican impidiendo que crezcan otras especies y son especies altamente consumidoras de recursos hídricos que terminan alterando el medio inmediato.
Por otro lado el papel se recicla, pero no eternamente, tiene un ciclo de reutilización que se agota.
Leamos pues si nos gusta, y dejemos libres los anaqueles de nuestra casa para otros elementos estéticos, mientras nuestra biblioteca la podemos llevar a todas partes en nuestro ereader.