Ninguna flor, por más pétalos que tenga, va a poder decirme si ella me quiere o no me quiere. Para la gente como ella la naturaleza funciona de otra manera, más allá de la creencia y la superstición. No es una cuestión de fe: podés repetirte una, dos, mil veces que no es tan linda, que no tiene poder sobre vos, que no es perfecta… pero cuando la tenés adelante tu mundo explota, y solo estás ahí para ver su sonrisa que es como una obra de arte. No exagero cuando digo, y creéme que lo digo, que si ella hubiera existido en la época de Da Vinci ahora su imagen estaría colgada no en uno, si no en diez cuadros del Louvre. Sí, ella hubiera hecho de Leonardo un pintor mejor. Pero nació ahora, y esos diez cuadros pasan en cada segundo que la veo. ¡Como me gustaría que mis ojos fueran filmadoras! Siempre imagino que la estoy filmando con la mirada, cada movimiento suyo es una escena y la banda sonora es solo su voz. Yo iría a ver esa película al cine, probablemente más de una vez. Iría solo, y también acompañado para verla de distintas formas. Me gustaría ir a verla con ella, para que entienda cómo es a mis ojos, para que entienda como me pasaría toda mi vida amándola, protegiéndola, haciéndola reír. Y después de ver la película la llevaría a tomar un helado. Ella siempre elige crema del cielo y se le derrite y se mancha los dedos y la cara, pero no me importa limpiarla porque es mi hija y la amo desde el momento en que nació.
Enero 2012