En San Pedro, investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) trabajan en la aplicación combinada de la solarización junto a la biofumigación para eliminar patógenos de la superficie.
Por Sebastián Alonso (Agencia CTyS)
La ciencia le otorga al calor liberado por el Sol otra función clave, una más: contribuir a la sanidad de los suelos a través de la aplicación de la “biosolarización” como método alternativo para reducir el uso cotidiano de químicos altamente contaminantes para el medio ambiente.
El procedimiento mencionado conjuga dos prácticas: por un lado, la solarización, es decir, la aplicación de la energía solar en el suelo para reducir la presencia de patógenos, y por el otro, la biofumigación, que utiliza la materia orgánica y los productos de su descomposición para el mismo fin.
En diálogo con la Agencia CTyS, Mariel Mitidieri, especialista en manejo integrado de enfermedades en cultivos intensivos del INTA San Pedro, explica la necesidad de reemplazar a los plaguicidas: “estamos hablando de productos muy tóxicos para el medio ambiente. El bromuro de metilo, por ejemplo, daña la capa de ozono pero además pone en riesgo la salud de la persona que lo manipula”.
El grupo de investigadores realiza pruebas en parcelas de tierra infectadas con patógenos, desde hace doce años y ha observado resultados satisfactorios al exponerlas al calor del sol. Según Mitidieri, “los propágulos (gérmenes) de los microorganismos se van activando y mueren porque no encuentran al operante en un proceso complejo que se logra después de varios días de repetir el tratamiento y es muy efectivo”.
A su vez, la investigadora explica que la combinación de la solarización con la biofumigación es una práctica “sostenible”, porque con esta última se le devuelve al suelo la materia orgánica que se quema con la solarización, por lo cual el uso de ambas técnicas de manera complementaria asegura la efectividad e inocuidad del método.
No obstante su probada efectividad, la biosolarización no ha sido del todo asimilada por los productores porque exige más planificación. “Por ejemplo, el bromuro, el fumigante del suelo, puede aplicarse en invierno, pero el citado procedimiento solo puede llevarse a cabo en primavera o en verano porque se necesitan utilizar las altas temperaturas”, advierte la experta.
¿Cómo se lleva a cabo la técnica? Primero se distribuyen e incorporan al suelo los materiales orgánicos, que pueden ser residuos de los mismos cultivos; y luego se procede a tapar el suelo con un plástico para elevar su temperatura, lo cual puede realizarse con una máquina o a mano.
Hasta el momento, los investigadores reportan que las mejoras se observan en todos los cultivos y el método puede emplearse en cualquier tipo de sembrado. Por ejemplo, en el cultivo de tomate, afectado por nematodos, gusanos microscópicos que contribuyen a la aparición de enfermedades en las raíces, y a pesar de trasplantarse en el invernáculo generalmente en invierno puede tratarse con biosolarización en primavera, permitiendo después un ciclo “tardío”.
“Hemos trabajado en conjunto con el laboratorio de suelo de la experimental y nematólogos. Analizamos la población de nematodos, de microorganismos del suelo, patógenos y benéficos y cómo cambian todos ellos en función del tratamiento. Después hemos evaluado el rendimiento y la sanidad de las raíces”, afirma Mitidieri y sentencia: “Hay que desprenderse del concepto de que sin plaguicida no se puede producir”.