Por Robert Kibet
Sipian Lesan se inclina para atender los nísperos africanos que plantó hace casi dos años en la aldea de Lekuru, en el norte de Kenia. Tiene mucho cuidado de no dañar los brotes aterciopelados, con forma de bellota, de esta planta resistente a la sequía.
“Por aquí todo es seco”, dice Lesan, un pastor seminómada de 51 años.
Lekuru está situada en las tierras bajas de la cordillera de Samburu, una zona salpicada de granjas conocidas como “manyattas”, 358 kilómetros al norte de Nairobi. Aquí los pueblos son áridos, con predominio de acacias espinosas y parches de tierra roja que revelan el exceso de pastoreo.
El condado de Samburu es una de las regiones de Kenia afectadas por las sequías recurrentes, y la mayor parte de la población vive por debajo del umbral de la pobreza.
El cambio climático hizo que el pastoreo sea una opción de vida cada vez más insostenible en la zona, y muchos hogares no tienen acceso ni a una comida diaria, ni que hablar de una dieta equilibrada.
“Los animales mueren y seguirán muriendo debido a la gravedad de la sequía”, aseguró Joshua Leparashau, un dirigente local.
“La comunidad todavía quiere aferrarse a la idea de que tener muchas cabezas de ganado es una fuente de orgullo. Eso debe cambiar. Si nosotros como comunidad no adoptamos una actitud activa en la reducción de la amenaza, entonces debemos prepararnos para que la naturaleza nos destruya sin piedad”, advirtió.
Mientras atiende a sus plantas de níspero africano ((Vangueria infausta), Sipian le cuenta a IPS que, hace algunas décadas, antes de que hombres “codiciosos” comenzaran a talar los árboles para satisfacer la creciente demanda de productos forestales autóctonos, su pueblo se alimentaba de los abundantes frutos silvestres en las épocas de hambruna.
Ahora, los lugareños aplican un concepto nuevo para ellos, conocido como bosques o jardines de alimentos, por el cual plantan en sus manyattas árboles y arbustos que son resistentes al severo clima local.
El concepto fue llevado a Kenia por el ambientalista israelí Aviram Rozin, fundador de Sadhana Forest, una organización dedicada a la reactivación ecológica y los medios de vida sostenibles.
En una misión voluntaria para ayudar a combatir la degradación de la tierra y la inseguridad alimentaria en esta parte del norte de Kenia, Rozin dijo que su meta es que cada manyatta tenga su propio bosque de alimentos.
“La velocidad a la que la comunidad está adoptando el concepto es algo positivo. Esperamos que cada manyatta tenga su pequeño bosque de alimentos y que estos crezcan en círculos concéntricos hasta que se encuentren, se conecten y se expandan, creando un continuo bosque de alimentos”, explicó.
El trabajo de Sadhana Forest no se limita a la forestación, indicó Resinoi Ewapere, de 35 años y padre de ocho hijos.
“Solía salir temprano en la mañana a buscar agua y volvía después del mediodía. Mis hijos a menudo faltaban a la escuela debido a la escasez de agua y alimentos”, recuerda.
Pero esa rutina diaria cesó después de que Sadhana Forest perforó un pozo del cual se extrae agua, con la ayuda de energías renovables en un sistema que combina un molino de viento con energía solar.
“Además de la formación que recibimos sobre la plantación de árboles frutales y la práctica agrícola de bajo costo de la permacultura, actualmente recibimos agua de este centro sin costo alguno”, indicó Ewapere a IPS.
Según Rozin, la iniciativa de Sadhana Forest para ayudar a la comunidad de Samburu a plantar las 18 especies de árboles frutales autóctonos, resistentes a la sequía y ricos en nutrientes, también forma parte de un esfuerzo de conservación mayor.
Ese esfuerzo implica que la combinación de la “seguridad alimentaria a pequeña escala y la conservación de los árboles autóctonos generará un vínculo entre la gente y los árboles que protegerá” a la comunidad, afirmó.
“Producimos las plántulas y luego se las damos a los lugareños sin costo para ellos para que las planten en sus manyattas”, precisó Rozin.
Luego, con un manejo cuidadoso de las estructuras de la tierra y de captación de agua, mediante cunetas o zanjas excavadas en los extremos, el agua le llega directamente a las plantas.
La calidad del suelo se mejora con plantas fijadoras de nitrógeno, como los frijoles, mientras que la tierra se riega y cubre con abono para evitar la evaporación, y así permanece fértil.
Una de las especies de árboles que se plantaron para crear los bosques de alimentos es el roble africano (afzelia africana), cuyos frutos son ricos en proteínas y hierro. La harina de sus semillas se utiliza para cocinar.
Otra especie es la moringa stenopetala, conocida localmente como “ayudante de madre”, porque su fruto ayuda a aumentar la leche en las madres lactantes y reduce la desnutrición de los niños.
“Los habitantes de aquí entienden que su vida seminómada tiene que adaptarse ligeramente para asegurar su supervivencia”, sostuvo George Obondo, coordinador de la estatal Junta de Coordinación de las Organizaciones no Gubernamentales, que fue el vínculo clave para que Sadhana Forest recibiera 50.000 dólares del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo para el proyecto en Samburu.
El dinero se empleó para instalar un centro de formación con más de 35 voluntarios de distintos países, entre ellos Haití, para capacitar a la gente, producir plántulas y construir el sistema de energía renovable para la extracción del agua de pozo.
“Las cosas están cambiando y Samburu sabe que tiene que alterar su estilo de vida y también ligarlo a una mayor dependencia del cultivos de plantas, y no solo del ganado”, expresó Obondo.
Por eso la iniciativa de Sadhana Forest es importante, añadió, porque está capacitando a la gente y le brinda los conocimientos y la capacidad para generar la resistencia necesaria para evitar un futuro difícil.
Editado por Phil Harris / Traducido por Álvaro Queiruga