No todos fueron víctimas de abusos en la infancia. La castración química no suele calmarlos. No son enfermos mentales. Luego de la condena a 35 años de un violador serial en Mar del Plata, le pedimos a la médica forense Virginia Creimer que nos explique como se perfila a los abusadores sexuales, que características tienen y cómo se interviene desde el cuerpo médico forense.
Por Virginia Creimer
Las víctimas no eligen serlo, no seducen a sus abusadores, no disfrutan con el abuso y no tienen elección ni consentimiento en el ataque, porque ya sea por la inmadurez sexual, por el terror, la incapacidad física o psicológica, la dependencia del abusador y o la vulnerabilidad y naturalización de la violencia, la inconmesurable asimetría que marca, decide y maneja el abusador les impide cualquier conducta de defensa. Las víctimas no se convierten indefectiblemente en abusadores. Serán el entorno y el Estado los responsables de que ello no ocurra.
Los victimarios no son indefectiblemente víctimas de abusos en la infancia, no se circunscriben a una única clase social, franja cultura, económica y o religiosa. Salvo aquellos que poseen una debilidad mental comprobada por un psiquiatra forense -lo que transforma en un demente en sentido jurídico- los abusadores sexuales comprenden y dirigen sus actos al momento de abusar de sus víctimas. Es decir, son penalmente responsables de sus actos y deben responder por ellos.
Existen numerosas clasificaciones de abusadores sexuales. Sin embargo, más que indicar sus diferencias, resulta más esclarecedor marcar sus puntos de coincidencia. El abusador sexual no está enfermo. Elige el método, el momento y la forma de seleccionar y atacar a sus víctimas. Como no está enfermo, tampoco podemos hablar de curación.
Los distintos sistemas nacionales e internacionales de rehabilitación de los abusadores son frágiles y sin resultados concretos. La castración física no evita que se reitere el delito: por el contrario, sólo produce que la violencia se incremente. La castración química, además, no tiene estudios prospectivos que corroboren su utilidad y quedan sujetos a la adhesión al tratamiento.
¿Por qué un delito contra la integridad sexual no se controla con esos métodos?
La respuesta es que el violador no pone su punto de goce en la esfera sexual propiamente dicha, sino en la destrucción y cosificación del otro.
Esta violencia posee un variado espectro de vejación, la anulación de la infancia, la inoculación de un terror insuperable, la delegación de la responsabilidad del secreto en la víctima, de un silencio abominable que implica una destrucción interna que supera de manera exponencial a la destrucción física que la invasión del cuerpo produce. Las lesiones físicas pueden sanar en mayor o menor tiempo, “lo traumático” queda inscripto en la psiquis de la víctima de forma indeleble. Sin duda, los niños y niñas víctimas son seleccionadas por su extrema vulnerabilidad y por la relación asimétrica que se plantea entre el ofensor y la víctima.
Hemos elaborado y reelaborado cientos de miles de páginas y protocolos para la evaluación e investigación científica en estos casos. Sabemos, en relación al abuso sexual infantil, que existe una transferencia unidireccional de consignas por parte del adulto abusador que no posibilita un aprendizaje interactivo y, que necesariamente deriva en la programación psíquica a través de la que se transmiten los comportamientos que aparecen como pertenecientes al menor víctima (R. Perrone, 2006).La misma es responsable de las retracciones, del silencio, de la aparente complicidad, de la excitación sensorial del menor, de las paradojas y contradicciones pasibles de manifestarse.
Los pedófilos marcan con claridad sus preferencias por sexo y edad de las víctimas, y loa rasgos distintivos de las mismas, como componentes raciales y/o fisonómicos particulares. Ha llamado particularmente nuestra atención la temprana edad seleccionada por algunos pedófilos, donde las víctimas poseen de tres a seis meses de vida.
Las parafilias suelen sumarse en este tipo de delincuentes, y ejecutarse sobre sus víctimas indefensas, mostrando videos y fotografías de alto contenido sádico, sometimiento y violencia extrema, uso de instrumentos lesivos (ataduras, palos, ganchos) y zoofilia.
En el caso de víctimas adultas, la selección se suele producir dentro de un área de confort, donde el abusador conoce las características típicas del lugar, la forma de comportarse del entorno, las vías de ingreso y de salida. La selección es variada, premeditada u ocasional. Lo que no varía es el incremento de la violencia como forma de satisfacción sexual.
Cárceles limpias y sanas para rehabilitar
En el marco de los distintos estudios realizados, comenzamos un trabajo de acceso terapéutico en una cárcel para abusadores sexuales. De esta manera se solicitó al Jefe de la Unidad la posibilidad de otorgar un dispositivo terapéutico para aquellas personas que se encontraran detenidas por delitos contra la integridad sexual.
Las condiciones para ingresar al programa eran la asistencia regular, la comprensión de que dicho espacio no iba a repercutir de ninguna forma, ni positiva ni negativa en sus sentencias, ya que nada de lo volcado en las sesiones sería informado ni a los jefes del penal ni a los jueces intervinientes. De dichas entrevistas surgieron multiplicidad de casos que corroboran las constantes previamente descriptas y que por razones de secreto profesional no serán volcadas en esta nota.
Sin perjuicio de ello es necesario remarcar algunas circunstancias fundamentales.
Dentro del sistema que debe otorgar las posibilidades al interno de rehabilitarse, aquellos que poseían sentencias por abusos sexuales poseían el mejor comportamiento dentro del penal. En forma casi inmediata a su ingreso, se transformaban en líderes de pabellón y obtenían rápidos beneficios por parte de los profesionales de la salud, asistiendo en dichas dependencias como administrativos, gestionando la distribución de la medicación del resto de los internos o cumpliendo roles de ayudantes de enfermería. No poseían conflictos con la autoridad ni con los otros internos porque rápidamente acomodaban su fachada para mostrar lo que quería ser visto. Muchos de ellos se convirtieron en pastores.
Finalmente llamó nuestra atención que el servicio penitenciario permitiera la compra y venta de películas pornográficas. Como signo clave del mensaje patriarcal institucional, en la primer búsqueda de un espacio físico para generar el dispositivo de asistencia psicológica para internos sentenciados por abuso sexual, el jefe del penal ofreció como lugar de reunión la sala de visitas íntimas. La profesional era una mujer.
El ser, el querer y el poder
Si bien la función del Poder Judicial no es la prevención, el conocimiento que surge de la tarea diaria exige comprometerse con la realidad a través de actos académicos, jornadas, congresos e investigaciones científicas permitiendo a otros operadores y otros poderes evitar nuevas víctimas. De lo contrario, los delincuentes siempre nos llevarán la delantera.
El objetivo de la intervención desde los distintos ámbitos debe ser claro; así como los delitos comunes mutan mediante el uso de altas tecnologías -que tanto los técnicos como los abogados debemos conocer-, los delitos contra la integridad sexual y particularmente contra los niños, no hacen la excepción.
Durante años hemos dedicado nuestro esfuerzo a analizar, comprender y contener a las víctimas. Las estudiamos de un lado y del otro, las pusimos en un portaobjetos y las aplastamos con nuestros microscopios técnico-jurídicos.
Buscamos y encontramos técnicas, tests nuevos y viejos o mixtos, escribimos tratados y los expusimos vencedores. Fuimos derrotados por el burn out, el backlash, la indiferencia. Dejamos pedazos de las víctimas ya destrozadas en los pasillos de tribunales, nos llevamos la impronta de la impotencia. Sin perjuicio de las buenas intenciones, dejamos, llevamos, traemos un sabor amargo en la boca.
Por eso cambiamos.
Decidimos considerar la necesidad de un giro Copernicano. Romper el viejo paradigma y reemplazarlo por uno nuevo. Es imprescindible mirar hacia el otro lado de la ecuación. De eso se trata la investigación presente y venidera: estudiar, conocer y desgranar la mente criminal para entender en qué punto un individuo es capaz de pasar al acto y cosificar al otro, dejarlo en estado de indefensión y poner su punto de goce en el sufrimiento de aquel que ha elegido como presa.
Hay avances y retrocesos en la perfilación criminal pero es el conocimiento del atacante el que nos permitirá evitar el próximo ataque. Claramente resulta fundante la existencia de una Política Criminal Institucional que permita que sus técnicos avancen en estas disciplinas, sin su aval, ninguna de las nuevas metodologías de investigación que se proponen podrá ser jurídicamente válida.
Téngase presente el siguiente concepto, de fondo y no de forma, los caminos reales hacia la transformación de las investigaciones penales no implican un cambio cosmético de las estructuras, la incorporación de algún profesional solitario para mostrar progresismo, ni organismos de nombres ostentosos vacíos de contenido. El cambio de paradigma implica aprender a descansar en el saber del otro y ser permeable y generoso para difundir el propio.
Desde el punto de vista técnico, el análisis científico pericial de los depredadores sexuales es complejo. Se requieren años de práctica y capacitación para poder discernir e interpretar al sujeto que se presenta a la entrevista, sea víctima o victimario.
Desde el punto de vista interdisciplinario psicológico y médico forense aplicamos normas nacionales e internacionales para la evaluación de ambos y para revelar la incidencia emocional del delito y su ponderación en el comportamiento. Se registra la signo-sintomatología específica, evidencia biológica (cuando existe) y se escruta su repercusión en los planos psicológicos y psicosexuales.
Hay un conjunto de componentes básicos en el perfil de los profesionales dedicados a estas temáticas: la convicción, el compromiso y la ética.
El trabajo es multi e interdisciplinario, o no es.