Por Daniel Blueh.-
Entonces llegó el grupo de danza Butoh, que fue liderando la caminata y tras ellos, el lienzo grande indicando «Desarme YA, nunca más bombas atómicas”. Yo tomé una parte de este lienzo.
Paso a paso fuimos avanzando por el centro de Santiago. Nosotros marchando en silencio y repartiendo grullas de papel a la gente, con mensajes llamando al desarme nuclear. Seguíamos el ritmo lento del desplazamiento del grupo Butoh, un paso solemne, sentido, sin apuro.
Llovía fuerte en Santiago mientras pasábamos por la plaza de Armas y las principales calles peatonales del centro.
La gente caminaba con sus paraguas. Algunos se detenían o se giraban, leían la frase del lienzo, les intrigaban los bailarines. Hacían comentarios en torno al tema de las bombas atómicas o se explicaban entre sí lo que se conmemoraba ese día.
El silencio y el paso lento, junto la lluvia, contrastando con el apuro de los peatones del centro de Santiago, generaba un intenso espacio de tranquilidad, un espacio para sentir y meditar en torno a lo sucedido hace 70 años y sobre qué pudo haber impulsado al ser humano a tomar una medida así.
Al llegar al Palacio de La Moneda la marcha silenciosa se detuvo y el grupo Butoh presentó su danza. Encontré en sus movimientos una búsqueda de denuncia, de empatía, de tratar de acercar hacia nosotros algo que no cabe en nuestra mente ni corazón.
La reproducción del sonido de la bomba atómica y los activistas cayendo al suelo mojado bajo la lluvia, cerró con dramatismo este acto, junto a la entrega de una carta dirigida a la Presidenta. En ella se le solicita que Chile exhorte a las demás naciones a la firma de un tratado de prohibición nuclear y que el tema sea visto en la próxima Asamblea General de las Naciones Unidas.
Al terminar esta jornada me sentí sensibilizado, algo más cercano al sufrimiento que existió hace 70 años y con la comprensión de que ser conscientes de estos temas y prevenir su ocurrencia en el futuro, es una decisión de cada uno. Que a mí me importe esta causa, es una decisión mía.