Al tipo le midieron la densidad de su osamenta porque parece que anda flojo de calcio. Después le ecografiaron las partes blandas (se solicita con humildad abstenerse de hacer comentarios graciosos o escatológicos porque no se trata de esas partes blandas) para tener un panorama más completo de su estado de párvulo de la ancianidad. También, el tipo, anda haciendo morisquetas con su mandíbula inferior por motivos que no quiere revelar, pero lo mantienen muy ocupado, dice, antes de que se conviertan en preocupante. En fin, el tipo comenzó a darle bolilla a su cuerpo desde que éste le hizo saber que ya era hora, pobrecito.
Cuando se cayó, a las diez y media de la mañana de ese jueves de miércoles y vino la ambulancia y de varios surtidores le brotaba su sangre en estéreo y lo llevaron al hospital y la tomografía dictaminó que no tenía nada en la cabeza (enfáticamente se renueva el pedido de guardar respetuoso silencio y no sacar conclusiones apresuradas y maliciosas) el tipo se dijo, en silencio y para adentro, que tal vez había llegado el momento adecuado para crecer de golpe. En fin, tomen esto último como una concesión fácil al chiste barato. Sigo.
Se dio cuenta, el tipo, que casi todo viene en estéreo. Los hemisferios cerebrales, los riñones, los pulmones, los ovarios, los testículos, las manos y las piernas, los ojos, los oídos y el Winco. Si hasta el corazón, que es único de cada cual, viene con dos partes más o menos simétricas. Zonceras que se puso a pensar gracias al reposo obligatorio. Y entonces descubrió que la vida toda le vino en estéreo. Tuvo dos hermanos, una mujer y un hombre, repitió la fórmula con sus hijos, dos perros amados, sólo dos veces votó a ganadores y así.
Vive con pocas certezas y muchas dudas, pero siempre que duda, duda en estéreo. Cuando se encuentra con obstinados personajes que se la saben todas saca de su disco rígido aquellos versos de Jorge Marziali: «Los dueños de la soberbia tenían siempre razón/ el no equivocarse nunca era su equivocación.
En el café, mientras Mauricio le servía su cortado mediano de siempre, escuchó una conversación ajena que venía de la mesa de al lado, la tercera de la derecha contando desde la escalera. Un tipo le decía a una mujer que él estaba convencido de que Angélica, la empleada (el tipo dijo sirvienta) se había embarazado para cobrar el plan, dijo. Que por eso no venía más a trabajar.Y que así se fomentaba la vagancia y que él quería que se terminen los privilegios para esos negros de mierda y que él se rompía el lomo (el tipo dijo culo) desde que era pendejo y que con los militares esto no pasaba y que la corrupción del gobierno era insoportable y que a él, en el negocio, lo perseguían los inspectores y que antes nadie le pedía comprobantes y el país era mejor, el granero del mundo, y hasta las mujeres quieren ser dueñas de su cuerpo y que ya no ponen en la radio ese bolero tan bonito que dice «Te vas porque yo quiero que te vayas/ a la hora que yo quiero te detengo/ yo sé que mi cariño te hace falta/ porque, quieras o no, yo soy tu dueño» que cantaba Eydié Gormé con el trío Los Panchos.
Por eso, ante situaciones importantes y en las que olfatea que se juega el bienestar de los que siempre fueron convidados de piedra de nuestra sociedad él prefiere ser un tipo en estéreo que un estereotipo.