Era un acto de pura y dolorosa nostalgia. Eso y solo eso lo había empujado a crear la máquina. Subió y activó los controles. Diez años estaba bien. Su hijo en ese entonces tenía cinco y aún lo consideraba el mejor papá del mundo. Y su esposa, faltaban años para el divorcio, todavía lo amaba con vehemencia.
Escondió la máquina, que se plegaba al tamaño de una valija, entre las herramientas y máquinas del garaje. Mientras lo hacía, tomaba nota mental de todas las cosas que ya habían sucedido, y las que tenía que evitar a toda costa.
Los primeros meses fueron increíbles. Se divirtió sorprendiendo a todos con sus predicciones, y se aseguró de no cometer los mismos errores que la primera vez que había vivido esos momentos. Disfrutó de las cosas que había perdido y ganó nuevas, haciendo de su vida pasada lo que siempre había soñado.
Sintió gran emoción al reencontrarse con Edgardo. Quedó como un loco, pero se las ingenió para evitar que se subiera a aquel avión. Quedaría como una anécdota, aquella vez que su intuición le salvó la vida a su amigo.
A pesar de todo, con el paso de los años su insatisfacción volvió a atacarlo. Había evitado repetir varias acciones negativas, pero había cometido nuevos errores. La relación con su esposa se estaba deteriorando: por más que los esquivara, los rencores del divorcio estaban presentes en él, sumados a que realmente nunca habían resuelto las verdaderas causas de las peleas, y surgían con nuevas formas. Y su hijo… su hijo crecía rápido como todos los chicos, y a pesar de que se había prometido estar con él más tiempo, acompañarlo más, sin darse cuenta se había ido distrayendo y alejando.
¿Qué hacer cuando nuestra edad de oro ya no brilla?, se preguntó. Podía volver a empezar, claro. Poner la máquina en funcionamiento y repetir esos mismos años por tercera vez. Parecía una buena opción: ya no podría cometer errores. También pensó que quizá había elegido erróneamente, y que su edad dorada estaba un poco más atrás. Quizá en su juventud, cuando tuvo que decidir entre estudiar abogacía y su banda de rock. O un poquito después, antes de cortar su más larga e impactante relación amorosa.
Armó la máquina, aún pensando a dónde ir. ¿Qué tan atrás estaba su mejor momento? Fue entonces cuando tuvo la loca idea. Activó los controles y, tras el breve viaje, aterrizó en su garaje en el preciso instante en que había desaparecido la primera vez.