Mientras el grupo de los #eurodesalmados avanza aceleradamente hacia la deshumanización, una parte cada vez más importante de la población quiere ir en otra dirección.
En los últimos años se ha hablado bastante de una posible Europa de dos velocidades: los países más ricos del norte, siempre tan eficientes, marcharían raudamente hacia una mayor integración económica, lo que les permitiría explotar mejor a sus “hermanos pobres” del sur, que irían a una velocidad, supuestamente más lenta, hacia el empobrecimiento.
Con el comportamiento psicópata del grupo de los #eurodesalmados, más conocido como Eurogrupo, hacia el pueblo de Grecia, se ve claramente las dos Europas que se mencionan, pero cambia ligeramente el sentido según mi lectura: mientras hay una Europa que se deshumaniza aceleradamente, adquiriendo las conductas propias de los zombies, inmunes a cualquier sentimiento, recluidos en celdas de oro y marfil, rodeados de ordenadores que solo muestran números y gráficas, hay otra Europa que pugna por abrirse paso. Hace poco esta Europa estaba escondida, y parecía no existir. Pero en los últimos años ha comenzado a manifestarse: el 15M en España, seguido desde el año pasado de nuevas agrupaciones políticas que van ganando cuotas de poder, y por supuesto el fenómeno de Syriza en Grecia, primer partido político que gana el poder en un Estado europeo y que propugna claramente una nueva orientación política y económica, son dos buenos ejemplos.
Estas dos Europas no se pueden dividir por su origen geográfico ni cultural. En cualquier punto podremos encontrar a los miembros de una y de otra, rodeados de una masa mayoritaria que de momento no tiene claro para qué lado decantarse. Por supuesto que la primera Europa, la de los números y sus medios de comunicación bien pagados, es mucho más rica y poderosa que la segunda, la de las personas. Pero esta ha sido la historia del ser humano desde hace milenios, y de una u otra manera el bando de las personas siempre acaba ganando. Porque el mundo de los desalmados se sostiene sobre el de las personas, y en el momento en que éstas cobran conciencia de esa situación -algo que siempre acaba sucediendo- simplemente con moverse de sitio tienen suficiente. Y el castillo de naipes de los números se desploma por su propio peso.
Así que armémonos de paciencia y vayamos preparando nuestra cintura, para cuando llegue el momento de hacerse a un lado y dejar caer al mastodonte Midas, con sus manos cubiertas de oro y su corazón congelado.