Más de 900 mil personas asistieron este martes a la misa papal en el parque Bicentenario, en el norte de Quito, donde Francisco llamó a la unidad de los feligreses y a dejar atrás los egoísmos, un mensaje que fue acogido con entusiasmo por los fieles del país.

Los ecuatorianos no escatimaron distancias ni horarios de descanso para acudir a escuchar al sumo pontífice, a quien agradecieron la sencillez de sus palabras cuando invitó a “luchar por la inclusión a todos los niveles”, lo que suscitó el aplauso de los presentes en una mañana soleada que dominó las nubes amenazadoras de la víspera.

Y Francisco fue “bienvenido”, como dice la letra de la canción tema que más se ha escuchado por estos días en Ecuador, al comenzar hablando del significado del empezó a hablar del bicentenario de la independencia de Hispanoamérica, fecha que le da nombre al sitio donde oficiaría su homilía.

“Ese fue un grito de la conciencia de la falta de libertades, de estar siempre saqueados, sometidos a conveniencia circunstanciales de los poderosos”, dijo, y a continuación se escucharon aplausos.

Sobre el contenido de su oratoria, el padre de origen italiano radicado en Ecuador Graziano Masón, párroco de la Iglesia del Cristo Resucitado, en el Sur de Quito, y quien vive por 42 años en Ecuador, dijo que “un grande papa está frente a nosotros, del cual no somos dignos; para ellos tenemos que trabajar con ánimos y fuerzas”.

Con una bandera que da la bienvenida a Francisco en varios idiomas, la devota Elizabeth Rodríguez, de 63 años, dijo a Andes que este es el segundo encuentro con el santo padre al cual asiste, el primero fue en Brasil, donde reside, en ocasión del Encuentro Mundial de Juventudes, y afirmó que vino para recibir al “mejor papa del mundo” y, de paso, perdón a su hermana. “Perdóname, Tati, si hice algo malo”, añadió.

En tanto, la religiosa Sor María Rosa Rojas, de la orden de Caridad, dice que lo más importante ahora no es escuchar la palabra del Vicario de Cristo, sino “practicarla y vivirla bien, porque es para el bien de cada uno de nosotros, no importa si creen o no”.

Mientras tanto, el pontífice, con una vestimenta obsequiada desde Ecuador, con bordados alegóricos a este país, continuaba con su discurso sereno y con palabras sencillas, con las que recordó que “en algunos países reaparecen diversas formas de guerra” y habló de la necesidad de “reconocer al otro, de sanar las heridas, de construir puentes, de estrechar lazos y de ayudarnos mutuamente”.

Con los retratos de sus hijos en las manos y la virgencita de las Nubes, venerada en la provincia de Cañar, el matrimonio de Nelson Ruales y Pamela Sánchez llegaron al lugar de la misa desde la parroquia de San Fernando de Guamaní. “Madrugamos para estar aquí; es la primera vez que veremos a un papa en vivo”, comentó la señora, mientras Ruales apuntó: “nos gustó cómo habló sobre la familia desde Guayaquil” (el lunes).

Francisco hizo énfasis en evitar los egoísmos, promoviendo la comunicación y el diálogo, incentivando la colaboración. Y apuntó: “Nuestra fe es siempre revolucionaria».

La quiteña Elizabeth Novillo, quien ha trabajado como traductora voluntaria para la prensa internacional, consideró “grandiosa” la oportunidad de escuchar estas palabras, y aún cuando pequeña estuvo donde Juan Pablo II, hace 30 años, dice que “como eres niña no tienes la percepción que tienes de adulta, entonces ahora siento muchísimo más profundo lo que estoy viviendo”

Afuera los fieles esperaban con ansias a Francisco

Desde tempranas horas de la mañana los fieles seguían ingresando al parque Bicentenario, en el norte de Quito, para alcanzar uno de los últimos lugares y participar de la misa campal que el papa Francisco ofició la mañana de este miércoles.

Pese a la capacidad del parque hubo gente que no logró ingresar y prefirió apostarse a los costados de la avenida Amazonas y esperar que la caravana papal ingrese y ver de lejos al santo padre.

Cerca de las 09:00, Francisco ingresó por la puerta del arribo internacional en medio de aplausos de los fieles que después se movilizaron para lograr algún espacio en el parque. Más adelante, en la misma avenida, los fieles empezaron a ingresar por una improvisada puerta que abrieron en medios de unas mallas.

Pese a su optimismo ya adentro no lograron ver al papa. Luísa Narváez, una cuencana de 60 años salió de su ciudad a las 17:00 de ayer (lunes) y llegó a las 04:00 de hoy al Bicentenario, sin embargo no logró un buen lugar en el parque y prefirió salir al parterre para desde ahí saludar al Pontífice.

“Es una emoción y una alegría aunque sea para verle de pasadita”, dijo a Andes en compañía de sus cuatro hijos mientras abandonaban el parque para salir de regreso a Cuenca. Para ella uno de los principales mensajes que le ha dejado el papa es “que no se pierda la fe católica y se valore a la familia”.

Por su parte José Gómez, llegó desde Solanda, en el sur de Quito, a escuchar el mensaje de igualdad y de “estar pegado a los niños, a los ancianos y a los más desamparados” que dio el Pontífice.

“Es una bendición tener una persona servicial hacia el pueblo que dios ha puesto en ese cargo, y tenerlo en el Ecuador es una bendición para reflexionar y dejar algunos correcaminos que no son correctos”, dijo Miller Ariza, un colombiano que llegó desde Santander para ver a Francisco.

A las 12:00 la gente nuevamente se aglomeró al filo de la calle para ver al santo padre que salió en el papamóvil rumbo a la Nunciatura apostólica. Algunos feligreses se movilizarían hasta el centro de la ciudad para verlo nuevamente.

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