Por: Judith Purizaga G.
El Perú está convulsionado. Desde hace unos meses el país enfrenta una ola de protestas que ha ido escalando hasta presentar muertos y heridos en sendos enfrentamientos entre la policía nacional cuya función es resguardar el orden, y la población que defiende con uñas y dientes su posición ante lo que consideran no les es representativo. Se une a ello una ola delincuencial que va configurando un contexto social altamente inseguro y que ha llevado a la búsqueda de salidas tan extremas como solicitar que el orden sea restablecido por las fuerzas armadas. Frente a esta situación, cabe la pregunta: ¿Es la violencia una salida? ¿O nos estaremos metiendo más en una espiral de la que quizás, no sea tan fácil salir?
Miguel Lozada Martínez, miembro de La Comunidad para el Desarrollo Humano, institución humanista que viene trabajando a nivel local con campañas dirigidas a la población para promover la no-violencia activa, nos responde ésta y otras interrogantes, buscando una salida más viable para la sociedad; una gran intención para dejar de lado la “política del avestruz”, que tanto daño nos ha hecho como país.
Pressenza: Miguel, en los últimos meses el país se enfrenta a una ola de protestas y enfrentamientos que han ocasionado muertos y heridos. Arequipa por ejemplo, está convulsionada, donde justamente algunos especialistas señalan que puede estarse creando un caldo de cultivo que sería aprovechado por grupos violentistas.
Miguel Lozada Martínez: No solamente por los grupos violentistas. Esta problemática tiene varias aristas. Porque por un lado, demuestra ese desencuentro que hay, esa sintomatología que demuestra que no se cree en el Estado, que éste ya no está cumpliendo su rol de satisfacer o administrar los servicios para cubrir las necesidades básicas. Entonces, lo que la gente está demostrando con estas protestas es que hay un descontento y que quiere más. Ahora, toda esta situación puede servir como caldo de cultivo para otras cosas; pero lo más resaltante de este asunto es que un sector de la gente no está de acuerdo, y a nosotros nos parece que la forma de resolución de estos conflictos no es que un bando gane sobre otro, sino que hay que buscar el acuerdo, restablecerlo. Si no hay acuerdo social, hay que comenzar a reconstruirlo. Y, ¿cómo? Con actitudes adecuadas de respeto, tolerancia y convergencia. Si hay un grupo importante que no está de acuerdo, hay que respetar, no hay que avasallar. Si tú avasallas, generas violencia; si te avasallan a ti, tú respondes.
P: ¿Por qué crees que la población de Arequipa no comprende el discurso del gobierno que señala que el proyecto de Tía María se hace para generar desarrollo local?
M.L.M.: En lo concreto todos percibimos que este desarrollo tiene un impacto ambiental y ecológico. Todo el proceso de extracción de la minería, tal y como está realizado en el Perú, en estas condiciones actuales, va a producir impacto. De eso tenemos experiencia en todos lados, en el norte con Cajamarca por ejemplo, y a eso se suma también la minería informal que viene impactando. Entonces, hay una conciencia ecológica en la ciudadanía, así como hay una conciencia de protección a los niños, a la mujer, a los animales. Uno no puede actuar en contra así nomás, incluso hay leyes que son consecuentes con lo que está pensando la gente. Además, uno saca su cuenta, es un dos más dos: ¿acaso solamente las actividades extractivas generan progreso material? Es decir, se nota que hay un problema más global, más amplio, que implica a la sociedad y sus propuestas de desarrollo.
P: ¿Qué opinas acerca de la represión violenta de las protestas sociales por parte del gobierno? ¿Combatir la violencia con más violencia es válido?
M.L.M.: Hay dos factores acá. Primero, no hay un desarrollo de la institucionalidad en nuestro país, no se ha logrado madurez, la democracia no se ha consolidado. Hay un estadio pre democrático. No se puede decir que estamos en dictadura, pero tampoco estamos en democracia. Y como consecuencia no hay madurez democrática y por tanto prima la conducta social conflictiva, es decir, se quiere acabar la violencia con violencia.
Y segundo, no hay un acuerdo social, se ha roto el acuerdo social. Un acuerdo social es cuando uno reconoce la función del Estado, su servicio y su utilidad. En este caso el Estado está “haciendo agua” porque esta estructura social no resuelve los temas sociales de educación, salud, vivienda, nutrición, etc.; y si no resuelve esos temas, ¿qué acuerdo puede ser posible entre un Estado y la ciudadanía? Lo que sucede actualmente es que el ciudadano común no se siente representado por el Estado y éste último cree que se puede lograr el orden con la violencia, por la fuerza. Pero, el poner orden por la fuerza, eso ya es un problema. Esa siempre ha sido la vía cuando el acuerdo social ha dejado de ser compartido. Desde el Estado siempre se ha querido manejar este asunto mediante la fuerza, pero es una estrategia que no va a ayudar porque es otra forma de violencia. En lugar de eso, debería irse a la raíz del problema – el acuerdo social – y resolverlo de alguna manera.
También hay que diferenciar entre Estado y gobierno. Los problemas del Estado vienen de larga data; desde hace varios gobiernos. El gobierno actual se ha quedado solo en el espacio de los programas sociales y no ha realizado cambios estructurales. Si bien son numerosos los programas y numerosas las obras sociales puestas en marcha no han dado la talla para resolver los problemas esenciales del país. Y por esa razón la percepción de la ciudadanía sobre el Estado no ha cambiado mucho. Tampoco ayudan en esta percepción los medios de comunicación masivos que permanentemente están saboteando cualquier logro y liderazgo del gobierno.
Soy miembro del organismo mundial La Comunidad para el Desarrollo Humano, del Nuevo Humanismo Universalista, desde 1983. Desde entonces se han hecho diversas campañas y actividades. Por ejemplo, en 1985 se hizo una campaña a nivel latinoamericano por la paz, justamente cuando estaba Javier Pérez de Cuéllar como Secretario General en las Naciones Unidas. Se presentaron firmas a nivel nacional de las ciudades más importantes del país, justamente porque en esos momentos se vivía una violencia creciente en el interior y que ya estaba llegando a Lima. Hicimos una campaña nacional por la paz y tuvimos una repercusión latinoamericana porque se empezó a hacer también en otros países como Argentina, Chile, Colombia, Venezuela, Brasil, Bolivia, Ecuador, ya que en todos tenemos similitudes culturales.
En ese momento se veía que la violencia estaba creciendo en todos lados, no solo la violencia física, sino la violencia económica, racial, psicológica. Pero era la violencia física la más visible, como hoy en día que uno ve que hay violencia en todos lados, en las calles hay peleas, muertes; pero en el fondo, están los otros tipos de violencia que no se las visibiliza.
En ese momento estábamos viendo el crecimiento de la violencia en todas sus formas. Entonces queríamos hacer ver al pueblo peruano y latinoamericano sobre las consecuencias de esta violencia, porque estaba creciendo y nadie hablaba de ello, todo el mundo hacía como que no iba a pasar nada. Y ahora, más de 30 años después, vemos cómo se ha llegado a unos niveles de violencia donde la extorsión, la delincuencia, el sicariato, el cupo y todo lo demás, son parte de la vida cotidiana.
En resumen, venimos desde hace décadas intentado dar respuestas no violentas frente a la violencia, ya que consideramos que combatir la violencia con más violencia es un error metodológico y un error psicológico también.
P: Se superó la violencia de esa época, ¿pero no los otros tipos de violencia?
M.L.M.: No creemos que se haya superado la violencia. Más bien se desmanteló un bando que generaba violencia, pero quedó el otro bando, que en este caso estaba en el poder. En realidad, para nosotros la violencia generalizada tiene una raíz en la violencia económica. Mientras ésta no desaparezca no van a desaparecer las otras formas de violencia. La violencia económica tiene que ver con situaciones donde la economía de las familias, de los individuos, no les permite vivir dignamente, es decir, tener los recursos necesarios para cubrir sus necesidades de salud, alimentación, vivienda y educación adecuados. Mientras eso no se logre en cada individuo o grupos humanos, esta sociedad estará ejerciendo un tipo de vínculo violento con los ciudadanos haciéndolos vivir una situación económica deplorable, injusta. La violencia económica es la que hace que no te alcance los ingresos, para vivir con calidad de vida. Por ejemplo, que llegue el fin de mes y estés tirándote de los cabellos para poder cubrir los gastos de luz, agua, desagüe, pensión escolar, tributos, etc. Y no es extraño que las otras formas de violencia proliferen en medio de estas condiciones.
P: Eso es parte del modelo económico, que unos tengan y otros no, que algunos les alcance y otros no, ¿está sobreentendido?
M.L.M.: Esto es cierto, es parte del modelo económico neoliberal que pretende que el ser humano sea simplemente producto, productor y mercancía, consumidor y objeto de consumo; y obviamente eso tiene un trasfondo cultural que es el “naturalismo” que considera al ser humano solamente como una parte de la naturaleza. El ser humano no solo es parte de la naturaleza, sino que es más. Al ser humano lo define básicamente su intencionalidad, la capacidad de poder transformar las condiciones y determinismos, y no ser simplemente “reflejo” de la naturaleza, del mercado, de las relaciones económicas. Ver solo el aspecto natural del ser humano es violencia porque es negar su intencionalidad que lo define como humano.
Sí, en nuestra sociedad se acepta la violencia económica como el modo de relación económica. Se cree que esto es normal, pero no lo es. Esto se llama violencia económica. Ésta te pone en situaciones inestables, inseguras, en las que no te alcanza el dinero y tienes que, por ejemplo, apelar a corromperte en medio de un sistema para poder tener más ingresos. Esto no justifica la corrupción, pero se entiende por qué ha surgido y por qué se mantiene. Las reglas del juego no son justas, porque por más que trabajes tus ocho horas o más, no te alcanza; porque llega fin de mes y tienes que endeudarte a través de las tarjetas de crédito o realizar labores adicionales para poder cubrir tus necesidades y las de tu familia. Finalmente, tu vida se convierte en tener que buscar recursos todo el tiempo para vivir como quisieras, pero que finalmente no lo consigues. Eso es violencia, estar en esa condición social y psicológica.
P: ¿Y las campañas que realizaron en contra de la violencia han tenido efecto, más allá de la sensibilización?
M.L.M.: Se puede decir que hemos logrado cierto grado de sensibilización. Pero no hemos logrado un cambio de la situación aunque ese haya sido y sea nuestro objetivo: el cambio de la dirección económica, social, cultural y mental que lleva este sistema. Este sistema no ha cambiado su dirección justamente porque los intereses que lo impulsan son muy grandes.
P: ¿Crees que eso se deba a la época que vivimos?
M.L.M.: Bueno, eso pasa con todo tipo de proceso. Hay un inicio, una instalación y luego comienza a decaer. Todos los procesos tienen esa dinámica. La globalización económica y la instalación del neoliberalismo como modelo en nuestra sociedad han generado condiciones sociales para que la violencia crezca en múltiples formas a partir de la violencia económica. Obviamente como parte de este modelo se ha filtrado la ideología del dinero, la cual sin ser explícita, presenta al capital como el valor central, casi como un dios, el dios dinero.
Ahora, ¿por qué a pesar de la infelicidad de la gente este sistema se mantiene? Porque creo que en definitiva la ideología que este sistema ha planteado – la ideología del dios dinero – ha vendido a la gente la idea de que el modelo de éxito y consumismo es la mejor opción; que este modelo que vivimos es la máxima creación del ser humano y a través de él nos realizaremos. Ha logrado convencer a la gente de eso. Y la gente lo ha creído. Pero nos hemos equivocado y ahora nos estamos dando cuenta.
Hace 30 años no se percibía la aparición de la violencia en todas sus formas, pero ahora ya nadie puede negarlo. Entonces, ahora que las cosas son tan evidentes en términos de que la violencia es un fenómeno que crece, uno cree que la gente ha tomado conciencia de eso y que las cosas cambiarán. Pero no es el caso. La gente experimenta un malestar generalizado pero siente que no puede cambiar las cosas. Hay una actitud de “no poder” frente a la posibilidad de cambiar las cosas. Y eso obviamente sucede porque la gente ha dejado que la invada esa pseudo-ideología. Ha dejado que la convenza y que la quiebre finalmente.
Ya quebrada internamente la subjetividad de cada individuo, éste termina en una situación de desestructuración donde no tiene las fuerzas para impulsar un cambio. Muchas veces, ni siquiera tiene las fuerzas para transformar su propia situación. Entonces, como comprenderás, tampoco puede cambiar una situación social, porque para eso tiene que estar entero, tiene que tener manejo de su situación.
P: ¿Por eso el trabajo que ustedes realizan, si bien es social, también apunta hacia al individuo?
M.L.M.: Nosotros somos la expresión del humanismo universalista, que es un planteamiento del humanismo actual. Éste ha existido en toda la historia del ser humano, se ha expresado en diferentes momentos, algunos han surgido con fuerza como en el Renacimiento, y todos reconocen que impulsó al mundo occidental hacia un cambio y renovación que impactó en todos los aspectos de la vida humana. Y gran parte del desarrollo científico y tecnológico que vemos ahora tiene que ver con ese momento humanista que se gestó en el Renacimiento; y nosotros nuevamente estamos retomando ese camino. No consideramos que hayamos dado origen al humanismo, sino más bien, nos consideramos continuadores del humanismo universalista. Por eso, también como aquellos humanistas del pasado, buscamos el desarrollo simultáneo de ambos aspectos: el social y el individual.
P: Y, actualmente, ¿La Comunidad realiza alguna campaña en Perú?
M.L.M.: Nosotros estamos viendo esta situación de violencia que comentábamos hace un rato, que se ha instalado y configurado como una forma de cultura violenta. Eso no es menor. Es una cultura cuya característica es la violencia. Vemos cómo nos afectan las noticias que oímos a diario. Por ejemplo, en el distrito de San Juan de Lurigancho están pidiendo que intervenga, no la policía porque ha sido sobrepasada, sino piden que intervenga el Ejército, las Fuerzas Armadas, que declaren Estado de sitio. ¿Por qué piden esto el alcalde y la ciudadanía, que han salido a marchar? Lo piden precisamente porque la situación de violencia que están viviendo a diario los ha sobrepasado, no la pueden controlar. Son situaciones extremas. Estar en una cultura violenta significa no tener seguridad física, psicológica, emocional ni tampoco económica. Y así estamos. Se ha llegado a ese caso extremo porque se actúa como el avestruz. Esa ave tiene un comportamiento peculiar frente a las amenazas, en lugar de esconderse o correr, lo que hace es esconder la cabeza en la tierra frente al peligro. Al actuar así lo único que hace es asumir una actitud de fuga. Eso es lo que está pasando, en realidad, se ha elegido un comportamiento equivocado. Y ese comportamiento es generalizado.
Pero claro este solo es un aspecto del problema. El otro aspecto es la responsabilidad de los actores económicos y sociales, que no solo son variables sino que tienen rostro, es decir que están impulsados por personas. Y a estos intereses económicos les conviene que se profundice esta cultura violenta porque en medio del caos, del desorden social y el debilitamiento psicológico de las poblaciones, ellos pueden hacer sus negociados y sacar partido ya sea legalmente o a través de fraudes escandalosos.
Por eso “La Comunidad” está lanzando una campaña nacional de denuncia y esclarecimiento sobre la violencia estructural de este sistema y hemos comenzado con la sensibilización sobre la problemática de la inseguridad ciudadana.
P: ¿Esta es una actitud de la ciudadanía, del gobierno, de las instituciones?
M.L.M.: Al hablar de la ciudadanía, creo que hablamos en realidad de todos, son las personas las que hacen las instituciones. La ciudadanía en general ha asumido una actitud errónea, de fuga, de esconderse, de dejar pasar, de decir “bueno, ese no es mi problema”, “eso no me toca a mí”. Lo que fuera que se haya dicho para evadir el problema no ha resultado porque los problemas y conflictos sociales han seguido en aumento. No está resultando asumir esa actitud de fuga. Porque ahora vemos las consecuencias de negar esa realidad. En cierta forma se están viviendo las consecuencias de la indiferencia frente a los acontecimientos. El aumento de la inseguridad en los barrios y distritos, en todos lados, es una muestra de esto.
P: ¿No hemos tenido la capacidad? ¿Es la dejadez? ¿A qué crees que se deba?
M.L.M.: Es una parte de nuestra cultura actual. Es ese individualismo – promovido como estilo de vida exitoso, aderezado con la desconfianza creciente, disfrazado bajo la forma de “creatividad” – el que nos ha llevado a ser indiferentes frente a los problemas sociales. Es ese buscar soluciones momentáneas y pragmáticas – pero no estructurales – ni el problema de fondo. Esas actitudes de ver solamente lo puntual, es lo que está fallando. En realidad no se ve la estructuralidad, no se está abierto a una visión de proceso, entonces se está encasillado en lo actual, en lo de hoy, en el momento, en la inmediatez. Eso se puede ver en muchos casos. Por ejemplo, frente a un problema de tránsito, el conductor se las arregla como puede, subiéndose a la berma si es posible para salir de ese lugar, pero no está viendo más allá, como por ejemplo ver la manera de resolver el problema de congestión vehicular o evaluar las situaciones de riesgo que está generando su forma de actuar.
Necesitamos decidir si vamos a vivir con reglas de convivencia claras o no. Pero, ¿cómo querer formalizar una situación de conflicto si sabemos que el acuerdo social no está? La gente ahora está asumiendo su propia justicia, haciendo su propia ley, su propia moral, y así unos se imponen frente a los otros. Eso se nota en las calles, en la combi, en la escuela, en todos lados. Se asume una conducta antisocial donde cada uno hace lo que cree que es mejor para uno sin importarle las consecuencias, ni los demás. Ya no se cree en las normas sociales.
P: ¿Podríamos decir que estamos en una situación sin visión de futuro, que no hay una confianza en el sistema, en la Democracia? ¿Estamos tan mal?
M.L.M.: Sí, desgraciadamente sí. Porque los procesos, así como marcan etapas, también son acumulativos. Y esto que venimos diciendo de que la violencia se ha ido acumulando, que no se ha dado respuesta a la problemática de la violencia, a esta cultura que se ha ido instalando en nuestra sociedad es lo que ha deteriorado la confianza en el sistema, en la democracia. Y esta desconfianza es acertada porque el sistema en el que vivimos promueve la violencia. Cómo podríamos confiar en un sistema violento, en una democracia formal y no real. Cómo podríamos confiar si la dirección de este “modelito” de desarrollo económico nos violenta cotidianamente. Es el tipo de desarrollo elegido y la dirección económica que llevamos la que está minando nuestro futuro como sociedad. Y es que las condiciones que estamos viviendo actualmente, de explotación tienen su raíz ahí, principalmente en la violencia económica.
P: ¿Qué pasa con los jóvenes que hoy se meten a la delincuencia, a las drogas, a asesinar por dinero? ¿Se encuentran como en un extravío?
M.L.M.: Yo diría que hay síntomas de alteración mental en las poblaciones. Y está alteración está bastante generalizada. Porque cuando un individuo te comienza a extorsionar, a disparar por una cantidad de soles, o te “cogotea” por 100 soles, o te mata, ya hay un desequilibrio obviamente. Porque la persona equilibrada, por ejemplo, si daña a un animalito, siente algo. Uno no puede dañar así nomás. Uno cuando está conectado consigo mismo, no va más allá. Hay conciencia de que uno no puede hacer eso, que está mal. Pero cuando un joven, por 100 soles, mata a mansalva, ahí hay un desequilibrio, una alteración de la personalidad, de la conciencia. Y esa alteración tiene que ver, obviamente, con todas las situaciones de violencia permanentes y cotidianas en esta cultura violenta, que aparte de los problemas sociales, ocasiona una distorsión en el imaginario colectivo y en el interior de cada persona. Porque le puede funcionar muy bien el aspecto cognitivo, pero en los procesos afectivos, todos los procesos emocionales están desconectados, entonces puede matar. Es la conducta de un psicópata, no tiene alterada la parte cognitiva, tiene bloqueado todo el sistema emocional. Eso es lo que está pasando en realidad. Desde el punto de vista psicológico, social y psicosocial también, están produciéndose alteraciones muy graves y fuertes. Se pueden corregir, pero con las políticas actuales de las instituciones y el Estado actual no se va a poder, porque estas estructuras no están avizorando y encarando la problemática en su verdadera dimensión.
P: ¿Cuál es la salida entonces?
M.L.M.: Nosotros lo que proponemos es un cambio simultáneo de la sociedad y del individuo. Lo que hay que lograr es que el individuo repare internamente ese desequilibrio. Para eso proponemos lograr la unidad, a través de la coherencia. Hay que brindar a la persona elementos psicológicos que le permitan esa coherencia. Pero eso hay que demostrarlo, porque son épocas también donde las palabras ya suenan como un discurso vacío, populista, demagógico. Bueno esas son las herencias de la mala política y la corrupción en las que hemos vivido en los últimos 50 años. Esos son los dilemas y desafíos actuales. La Comunidad está pretendiendo asumir este desafío y está lanzando justamente la Campaña de Seguridad Ciudadana “Construyendo Barrios, Ciudades y Ciudadanía No-Violenta”. Pretendemos mostrar salidas a esta encrucijada; a través de la formación de grupos de convivencia y de coherencia que trabajen en su medio inmediato. O sea, a través del efecto de demostración, y mostrar en el corto plazo que esos grupos humanos que antes actuaban violentamente, pueden transformarse y vivir de otra manera.
P: ¿Cómo se desarrolla la campaña?
M.L.M.: La campaña está orientada a hacer un trabajo en cuatro ciudades del Perú: Lima y Arequipa que son las regiones con la población más grande, luego en la zona centro, Huancayo, y en la zona norte, Trujillo. Y estos serían los puntos que servirían como “cabeza de playa” para abarcar otras ciudades. Estos son también los puntos más convulsionados, porque son ciudades importantes justamente. Entonces la estrategia busca que se consoliden los equipos de trabajo, con equipos de promotores de la convivencia armónica, pacífica y coherente. Es muy importante que se constituyan como tales estos equipos.
La gente ya está actuando espontáneamente. Hay mucha gente que de forma voluntaria sin una propuesta general está actuando. Por ejemplo, en Chimbote, un grupo de jóvenes empezó con problemas de la bahía, y ahora son un grupo numeroso. No están asociados a una agrupación política. Lo que ellos buscan más bien es hacer retroceder los factores de contaminación de la bahía, que genera una cantidad de polución en todo el circuito. Entonces, nosotros queremos apoyar la formación de estos grupos, que seguramente se irán nutriendo de estas personas voluntarias que están apareciendo.
P: O sea, ¿ustedes están trabajando a nivel de ciudadanía?
M.L.M.: Sí, porque lo que se requiere es rearmar la estructura social, el tejido social. Y esto se logra a través de la acción voluntaria, de la acción transformadora. Estamos tratando de reorganizar a la gente, agrupándola. Que estos grupos comiencen a conectarse con otros, articularse para seguir generando una influencia por su acción y por la implicancia que tienen en la sociedad. La campaña tiene actualmente unos meses de estar trabajando. Hemos hecho varios viajes a Huancayo, y también se está impulsando en Arequipa. Pero donde más fuerza está tomando es en Lima y Huancayo. Y ahora queremos que se comience a difundir en las zonas sur y norte del país.
P: ¿La campaña que está desarrollando La Comunidad para el Desarrollo Humano apunta a fortalecer a la gente equilibrándola individualmente, con un enfoque social?
M.L.M.: Aglutinarlos, articularlos para que ellos muestren una forma de convivencia como ejemplo demostrativo. Las condiciones actuales son difíciles. Pero esta propuesta ayuda a vivir mejor. Una persona que está orientada hacia esas propuestas, al desarrollo de esas cualidades de equilibrio en la convivencia, armonía, brindándose a los otros, hace que encuentre a otras personas que hacen lo mismo, con lo que se comienza a rehacer un tejido social con las personas que comparten y coinciden. Nosotros pretendemos que esos grupos, una vez que se establezcan, se muestren; que la gente los vea como referencia. Los invitamos a participar contactándonos al correo lacomunidad.prometeo@gmail.com o www.lacomunidadperu.com