Actualmente en la calle se da el siguiente debate entre los activistas y en general la gente que está por un cambio en este país: De cara a las generales, ¿Será conveniente crear una candidatura de amplio espectro tipo Ganemos como “Ahora Madrid” o “Barcelona en Comú”, o la estrategia adecuada será centrarse en Podemos como paraguas “monomarca” más definido u organizado?. Carlos Rossique trata de dar respuestas a esta pregunta después de los resultados de las elecciones municipales y autonómicas y ante las elecciones generales, que tendrán lugar en noviembre en España.
Los resultados de las recientes elecciones municipales y autonómicas parecen decantarse por la primera opción. Los resultados municipales de Ahora Madrid (32%) o Barcelona en Comú (24%) han sobrepasado con mucho los de Podemos ha logrado en las autonómicas con un máximo en Aragón (20%), Asturias, Madrid (19%)… con una media de un 15% (como en Andalucía en las pasadas) pero muchas autonomías alrededor de un 10% y algunas ni siquiera llegan a eso. (Por cierto, es curioso el hecho que las autonomías en las que Podemos logró más apoyo coinciden en líneas generales con aquellas donde tuvieron más éxito las posturas críticas a “Claro que Podemos” en las pasadas elecciones internas a los Consejos Ciudadanos.)
Habrá que preguntarse en primer lugar, las razones de esas diferencias. ¿Sólo por las figuras de Manuela Carmena, Ada Colau u otras? Está claro que eso ha influido y mucho, pero no sólo. En segundo lugar los métodos de primarias empleados han sido mucho más abiertos en el caso de las candidaturas de confluencia (respetando la proporcionalidad con listas minoritarias usando el método Dowdall) que en Podemos (donde se emplean las “listas plancha” que son truculentamente “abiertas” pero mayoritarias y más injustas a la larga que las listas cerradas) pero es que también, en tercer lugar, en las confluencias los programas se han elaborado de manera más participativa colaborativa y abierta que en Podemos, que renunció a la buena costumbre que empleó en las Elecciones Europeas y ahora los elaboró de manera opaca.
Está claro que los tics verticales, autoritarios y poco inclusivos de Podemos han espantado a muchos activistas y también votantes a los que rechina una visión tan cerrada del cambio. En su proceso de construcción, en particular desde la asamblea Sí Se Puede en Vistalegre, se puso el acento en la dimensión electoral, y en el posible “asalto” rápido de las instituciones por esa vía, (sobre todo a las generales) configurándose como un partido jerarquizado verticalmente, con demasiada confianza en lo electoral como palanca exclusiva para la transformación social. En esa deriva, quizás por excesivo control o temor a los arribistas, los métodos y rasgos culturales heredados del 15M, las mareas y los movimientos sociales de base (horizontalidad, diversidad, inclusividad, participación, apertura, construcción y empoderamiento colectivos) han sido poco a poco arrinconados, simplificándose las demandas y los temas según las restricciones que la agenda sistémica y mediática impone. Así, puede decirse que Podemos, al menos de momento, se ha configurado cada vez más como una institución de la vieja política, un partido del siglo XX y no del XXI, con “Demasiado Maquiavelo y muy poco Rousseau”
Eso no quiere decir que en las propuestas de confluencia haya sido todo idílico ni perfecto, ni mucho menos. Porque hay que tener en cuenta que muchas se constituyeron como rompecabezas de partidos u organizaciones preexistentes, más que como foros totalmente abiertos, lo cual también trajo su dificultad, pero al parecer nada insalvable dado que en muchas localidades se han producido ejemplos promisorios de reactivación municipalista y empoderamiento ciudadano.
Pero ya vemos que algunas van a empezar a tener dificultades ahora, ya lo estamos comprobando, por inexperiencia o impulsividad… que en el plano municipalista son más sencillas de resolver (al menos en pueblos medianos y pequeños) que en ciudades más grandes o regiones, pero lo decisivo es: ¿Los candidatos elegidos a quien rendirán cuentas? ¿De quién tomaran dirección? ¿Simplemente del programa? ¿Y si lo incumplen? ¿Del electorado que lo eligió? ¿O de toda la ciudadanía del ámbito territorial afectado? Y sobre todo ¿Cómo se construirá la correa de transmisión entre el pueblo y los candidatos ya elegidos? Porque en lo que muchas personas coincidimos es en la necesidad de ir yendo desde la democracia representativa a la participativa y la directa. No a los cheques en blanco y todos calladitos durante cuatro años más.
Al final siempre acabamos en el mismo punto: ¿Quiénes y cómo se toman las decisiones?
Porque tras el debate que apuntamos, soterradamente se da aún otro y muchas personas piensan ¿Realmente estamos preparadas para tomar el poder a gran escala? ¿No será mejor ir poco a poco en esta ocasión, estar en la oposición hasta que nos vayamos capacitando en el manejo de la cosa pública?
Desde ese punto de vista puede parecer más adecuado y seguro confiar en una estructura definida como es el caso de Podemos que se ocupó en su día de organizarse. Pero es que, por lo que puede verse, Podemos ha desatendido esas correas y esa praxis de investigación, desarrollo y cuidado de herramientas de participación. Es cuestionable la necesidad de partidos políticos y si son estructuras que ya no nos valen y no dan más de sí, tal y como se han estructurado en el pasado reciente. Pero lo incuestionable es que cierto nivel de organización es necesario, aunque, al parecer, aún no hemos dado con una forma acorde con los tiempos.
Sea antes o después, estimo que lo decisivo y en lo que puede y debe trabajarse desde ya es en herramientas de participación ciudadana, con o sin poder, con o sin partido, con o sin elecciones, presenciales u on-line ¿A que estamos esperando? Esas herramientas son cada día más necesarias.
Porque siempre puede preguntarse ¿En qué estamos de acuerdo? ¿En una determinada sensación indefinible de lo que queremos? ¿En un puzzle de medidas que puede ir cambiando con la coyuntura mediática y reivindicativa? ¿Se trata de un reconocimiento de sensibilidades o postureos? ¿Una idea difusa de democracia y progresismo? ¿Una identidad de “clase”?
En ese sentido se hace urgente que demos con un relato que movilice a una amplia mayoría social más allá de mensajes personalistas indefinidos (Podemos) más allá de una simple “juntadera” de siglas (Confluencias) o incluso superar el lenguaje de los “puristas” que pretenden que a estas alturas sólo ellos son 15M y no quieren ni oír hablar de participar en elecciones, pero hacen continuamente ideología de lo horizontal y asambleario sin dar una solución que pueda aplicarse en lo que va más allá de lo presencial y reivindicativo y parecen vivir cómodos en el conflicto y la constante crítica… Porque, que el futuro de pequeñas comunidades pase por ir más a la autogestión y el concejo abierto eso parece claro, pero ¿cómo hacemos para decidir y coordinarnos en los grandes espacios, en las grandes estructuras, en lo complejo y aquello que va más allá del aquí y el ahora presencial? Y si se sabe cómo hacerlo ¿Por qué no se hace?
Sea antes o después, repito esto, y sea desde una u otra postura, estimo que lo decisivo y en lo que puede y debe trabajarse desde ya es en herramientas de participación, deliberación y decisión ciudadana, con o sin poder, con o sin partido, con o sin elecciones, presenciales u on-line ¿A que estamos esperando? Esas herramientas son cada día más necesarias.
Jean Jacques Rousseau propuso en su libro “El Contrato Social” una bonita idea para el futuro, la de la “Voluntad General”, que no es el simple promedio entre lo que los ciudadanos queremos para nosotros mismos, sino el promedio de lo que todas las personas queremos para la sociedad en su conjunto. (Por supuesto entiéndase esto no como él lo expresó literalmente, sino incluyendo a las mujeres, pues su “contrato sexual” visto desde el hoy parece escandaloso, aunque en su tiempo esas ideas estuviesen dentro de la “normalidad” de una sociedad patriarcal.)
Está claro que para los tiempos en que Rousseau inventó esa idea, era de difícil consecución y definición. Pero la simple idea, como concepto, es inspiradora y tiene visos de ser cada día más definida, como una foto borrosa que somos capaces de ir enfocando poco a poco.
Porque a veces uno piensa que muchos falsos “demócratas”, cuando se les propone eso de que “decida la gente”, te sacan mil y un argumentos paternalistas para decir que el sentido común sigue al poder, o que la democracia no es eficiente, que no estamos preparadas, o mil y una excusas, que de fondo muestran que de “demócratas” tenían poco o nada, sino que más bien se trataba de que tenían bien pensado por donde dirigir y se creen con la misión de adoctrinar a la sociedad de borregos gracias a su privilegiada “visión, misión y valores” sobre los que hacer pedagogía al resto del mundo mundial.
Porque a veces se instrumentaliza la idea de la democracia y se “usa”, “plebiscitariamente” en lo que interesa y para que aprueben lo que ellos de antemano ya han cocinado en sus cerrados círculos de decisión. Eso, se ve, tiene las patas cortas y es pan para hoy y hambre para mañana. Si no se quiere que la palabra democracia no sea un mito más, aparte de incluir su órbita decisivamente en la democracia económica, se ha de implicar en lo importante y enfocar todo su potencial en las decisiones políticas y que nos afectan a la gente.
Desde cierto punto de vista, todos los partidos y opciones electorales “interpretan” la voluntad general y se “apropian” de ella cuando presentan sus programas, pero ¿Para qué interpretar cuando se puede develar, cuando se puede preguntar? Hoy, gracias a las comunicaciones y proceso telemático, es posible definir esa “Voluntad General” cada vez con un grano más fino y hacernos colectivamente más inteligentes y dejar de tomar malas decisiones que nos lleven a todas al abismo, a la injusticia, a la desigualdad, a la exclusión y el deterioro ecológico. Sin embargo vemos como se aplican comercialmente tecnologías avanzadísimas en elegir moda, personajes del año, elegir el asiento del avión o del cine o cosas mucho más complicadas, como cuestiones fiscales, bancarias o bursátiles, pero no en lo importante que es decidir hacia donde caminamos colectivamente. Por cierto ¿Nos fijamos en que cada dos por tres hay encuestas elaboradísimas sobre el voto a tales o cuales siglas, pero no encuestas sobre medidas políticas concretas, por ejemplo sanidad pública, reforma de la Constitución, política de austeridad de la “troika”, reformas laborales, etc? ¿Hay que volver a insistir en la diferencia entre delegar y decidir?
Volviendo a la pregunta del principio, quizás Podemos tenga aún la oportunidad de tomar un papel central en esa confluencia y definición de la voluntad popular, liderando una lista abierta que bien podría llamarse “Junt@s Podemos” o algo parecido, pero que ponga en primer lugar el programa y el método, la democracia y la transparencia (en el sentido que lo apuntábamos ya hace seis meses) y más tarde o secundariamente las “caras” e incluso las siglas, que defenderán ese programa en unas primarias abiertas e inclusivas para cualquiera que quiera defender tal programa.
Pero para eso creo que será necesario que la dirección de Podemos generosamente dé señales claras de que ha entendido el mensaje y se incluya en el espíritu de confluencia y enmiende algunas decisiones que han puesto en duda la democracia la transparencia y la inclusividad de sus acciones, recuperando los métodos y la dimensión “de calle” que están en el origen de la oleada de exigencias democráticas comenzada en 2011. Dichos métodos deben dejar claro, que más que una determinada ideología o el énfasis en los personalismos, tienen como aspiración el construir y realizar amplios consensos sociales de encuentro, inclusivos y orientados a la democracia real (“lo que el pueblo decida”) con la lógicas líneas rojas que marcan los derechos humanos.
Eso podría contribuir a re-incorporar en Podemos esta dimensión colectiva comunicando los mundos, frecuentemente separados, del triángulo dirección-militancia-ciudadanía evitando la desconexión y el divorcio entre cualquiera de sus vértices e integrándolos en función de la transformación social.
Así, debería convertirse en un ámbito propositivo que, como foro abierto, enriquezca en otros aspectos lo pragmático de la lucha política como pueden ser, los métodos y herramientas TIC de inteligencia colectiva, producciones artísticas y mediáticas, encuentros y talleres ciudadanos de debate y capacitación, etc.
¿Y qué mejor propuesta que construir o intentar definir esa “Voluntad General” en forma de un “Programa del 90%” de cara a las Elecciones Generales? Creemos que eso reactivaría las asambleas 15M, los círculos Podemos y otros ámbitos de participación no inscritos en esa marca, de una manera inclusiva y no partidaria ayudando a construir una “imagen guía” querida y que realmente una a la gente en un objetivo común. Una especie de juego, de construcción comunitaria de un “puzzle” en el que es un gusto e ilusionante participar porque a un pueblo puesto de acuerdo consigo mismo no lo para nadie. Porque contra una persona, contra un cargo en concreto, podrán lanzar los ataques que sean, o incluso contra unas siglas, pero la voluntad popular se explica y se defiende por si sola.
Dime y lo olvidaré, enséñame y lo recordaré, involúcrame y lo aprenderé. (B.Franklin)
PD. Aquí puede verse un pequeño ejemplo de un burdo y restringido intento de lo que podría ser un acercamiento a un programa del 90% (Hacer clic en los resultados de la segunda consulta para más información) Tal programa tendría que tener un relato, una coherencia interna y en una etapa de detalle y definición posterior, lógicamente una concreción en cómo y de dónde se extraerán los recursos necesarios en cada caso.