Comunicado de La Garganta Poderosa de la movilización de ayer por la consigna #NiUnaMenos
Todas nosotras, sin frenos, muchas más, ni una menos. Negras, villeras, indias, guerreras, putas, piqueteras, malísimas, planeras y embarazadísimas de todas las billeteras, hoy pujamos frente a los Hombres Nuevos que nos apoyan en los colectivos: que se metan en los huevos todos los adjetivos.
Pues sí, desde ahí, desde esos barrios que soñaron siempre dormidos, despertaron los ovarios de partos interrumpidos que nos costaron la vida, a nombre de esa moral vestida de cigüeña que todavía se nos quiere imponer: usted, querida, tampoco es dueña de ninguna mujer.
Novias de novias, hermanas de hermanas, hijas sin padre y madres con madre, gritamos todas juntas para que esto se desmadre, hasta que el mundo se ponga de culo, hasta que se deshagan los quehaceres y hasta que estallen todas las puertas: donde vos ves un ”cabarulo”, nosotras vemos mujeres muertas.
¿Cuánto hace falta que te grite, que te agite, que te ladre, para que dejes de empujarme con los codos? La concha de tu madre, es el único lugar del que venimos todos. Y sí, con perdón de esa moralina, estamos haciendo referencia a la vagina, un órgano tan valioso como el pene; lo que diga un “todopoderoso”, tomalo como de quien viene.
Somos todas, cualquier mujer, las cantautoras del orgullo que nos quisieron esconder, abajo de la alfombra, atrás de una sombra o adentro de una villa, para lavarle la conciencia a la televisión que nos humilla. Pero no, campeón, ¿sabés qué pasó? Somos la semilla de la flor que te parió.
No se trata de malos y buenos. Se trata de tratos, sin una menos. Porque en esta marcha que tampoco se mancha, damas y caballeros, también han gritado muchos hombres villeros, enormes compañeros y hermanos de asamblea, que defienden los Derechos Humanos en esta pelea por la conciencia social, bien parados de manos frente a la “violencia institucional” (así se llama la barrabrava del modelo patriarcal).
Somos nosotras, las otras, las jóvenes de la villa que se comió la prensa amarilla. Las que no podemos poder y las que sólo debemos coser, planchar, lavar, poner la verdura y dejar las camisas listas: se cayó la dictadura, pero no se callan sus panelistas.
Con el más profundo respeto, los invitamos a limpiarse el orto con su libreto, mientras aprenden el alfabeto que estamos comenzando a escribir, todas esas voces que jamás quisieron oír, con la misma convicción que gritamos por la urbanización. Porque sí, chabón, mientras veníamos subiendo de abajo, estábamos pariendo un comunicado…
Y dice así: «Al carajo el patriarcado»