En cuestión de pocos meses ha cambiado el mapa político español. Las elecciones del 24M-2015 han sido un hito histórico en la “democracia” española, porque quizá por primera vez, podremos hablar de democracia real.
Los cambios políticos de la derecha a partidos de nueva creación con ideario anti neo-liberal han sucedido en las ciudades más importantes: en Barcelona con Ada Colau; en Madrid, con Manuela Carmena; en Zaragoza, con Pedro Santisteve; en Valencia, con Joan Ribó; en Coruña, con Xulio Ferrerio; en Santiago, con Martiño Noriega; en Cádiz, con José María González; y antes, en Ática, con Rena Dorou y en muchas ciudades europeas que piden un cambio similar. Las movilizaciones en las urnas del 24M-2015 en las alcaldías de España, han sido el resultado de varios años de malestar, donde el ciudadano de a pie a ido perdiendo calidad de vida, y la posibilidad de cubrir sus necesidades básicas ha mermando hasta encontrarse una alta tasa de pobreza y de paro.
Las reivindicaciones de los ciudadanos en asambleas en las plazas, preguntando si su situación precaria tiene alguna esperanza; miles de jóvenes con la mejor preparación de la historia española que no encuentran salida laboral; el cierre de centenares de pequeños y medianos comercios; la alta tasa de paro; el aumento de la pobreza infantil que alcanza altas cotas de desnutrición; el desahucio de cientos de familias que por no poder pagar sus hipotecas, pierden su vivienda; la merma de servicios públicos en sanidad y educación; la degradación de la cultura hasta convertirla en mero mercantilismo; y un sinfín de agravios económicos a la ciudadanía han sido la punta de lanza para que las personas digan ¡basta Ya!.
Son graves políticas de recortes que han sido impuestas, que han afectado sobre todo a clases populares. Ha sido una gran estafa a la que se le ha denominado “crisis”.
La movilización puede encontrar sus inicios en las protestas del 15M en el 2011 (con el eslogan «No nos representan». El 15 M surgió como un movimiento al que se denominó espontáneo, y del que se desconocen sus raíces e incluso se dudó si realmente podría ser germen de algún cambio real. Pero sin duda alguna fue el poso para que este cambio se fraguase. Y desde luego, ahora ya está en boca de todos los analistas, que sin organización no es posible hacer lo que se ha hecho.
Durante décadas, nos amedrentaron con que no nos organizásemos, y ahora por fin, se ha dicho lo contrario. Ha sido la organización desde la base, la que ha permitido invertir el rumbo del ideario político.
El referente del 15M en las plazas dio pie a gestar en varios años y finalmente en un impulso final de meses, que líderes «activistas» se organizasen con el apoyo de plataformas vecinales, movimientos sociales de barrio y algunos miembros de partidos de izquierdas, hasta formar partidos políticos nuevos que han desplazado tanto el modelo bipartidista en el que España se mueve hace casi 40 años, como el posible modo de entender la política. En algunas de estas candidaturas se han sumado amigos humanistas.
Sobre todo el ciudadano se ha movilizado por que ha llegado al límite de su precariedad económica, pero también porque ha visto que no vive en una democracia real. Se ha despertado la necesidad de formar parte del proceso social en el que vive, de no ser un mero espectador social. Quizá porque también ha vislumbrado que las cosas no sólo pueden ser como hasta ahora le han impuesto.
El slogan «Si se puede» ha sido el que ha dirigido todo el proceso, y el que se ha aclamado antes y después de la victoria.
En el discurso de investidura en Barcelona, el primer Teniente de alcalde, Gerardo Pisarello, prometió su cargo con estas palabras: «por imperativo legal, hasta que el pueblo de Cataluña y el resto de pueblos ibéricos conquisten nuevos marcos jurídicos republicanos». Unas declaraciones que abren un futuro que va mucho más allá de lo local y temporal.
El gran giro viene dado, no sólo por el intento de favorecer políticas públicas, que sería un logro en la actual creciente privatización, sino en la petición de una democracia real, eso quiere decir no solo votar cada 4 años a un representante, sino un sistema participativo con democracia real directa e indirecta, como referéndums y participación desde la base en la toma de decisiones. Para ello, parece que empieza a desplegarse un sistema organizativo desde los barrios, pero todavía es reciente. Sí que en los últimos meses, la decisión de muchas de las condiciones con las que se presentaban estos partidos nuevos funcionó desde los barrios, a modo asambleario. Los candidatos a representantes políticos fueron barrio por barrio organizando asambleas, para explicar su propuestas, aquello por lo que querían luchar, y al mismo tiempo para escuchar la voz de los ciudadanos, sus peticiones, y desde ahí, a modo asambleario, marcaron sus condiciones como representantes.
En el caso de Barcelona, con el partido BComú, se decidió en asamblea popular un código ético y de sueldo para los representantes políticos. El sueldo marcado para estos es de 2.200€, la cuarta parte, de lo que cobraba el alcalde anterior.
Todo lo conseguido, tiene un doble mérito, cuando tienes al poder de los medios de difusión en contra. Hasta la fecha éstos siguen siendo de la que ha sido hasta ahora la clase política dominante. Durante los días posteriores a las elecciones hasta la toma de posesión definitiva de las alcaldías, se han encargado de degradar a los partidos ganadores y atemorizar al país con consignas del tipo: ¿Cómo vamos a dejarnos gobernar por activistas antisistema? ¿Cómo van a gobernarnos gente sin experiencia? El repetido trabajo de adoctrinamiento de los medios en el poder no cesa de bañar cerebros mediante falsedades en una dirección que incapacita la evolución del ser humano.
Hay que ver si la información que se transmite por las redes, y que está en manos de todos, podrá superar el poder mediático de los medios dirigentes.
Hoy por hoy, no hay otra opción que hacerse con las redes que ofrece internet y sus múltiples plataformas para seguir comunicando y en lo posible movilizando.
Al ciudadano se le ha hecho creer que la política era una cuestión de «una clase». Que los dirigentes son personas que ubicamos en un plano superior en nuestro espacio de representación, y por tanto inaccesibles. ¿Qué puede suceder en una población, cuando al representante político se lo sitúa en un nivel más horizontal del espacio de representación, desde una óptica más próxima y que ha dejado de ejercer presión mediante el miedo?